Reconstruir las últimas horas de Jesús, el deseo de científicos de todas las épocas
BLANCA RUIZ ANTÓN | Los Alpes dibujan su perfil tras la famosa Mole Antonelliana. Las montañas guardan la conocida como ‘cuna de Italia’ y uno de sus mayores tesoros: la Sábana Santa. En la Universidad de Turín trabaja Bruno Barberis, que compatibiliza la docencia en Física Matemática con la dirección del Centro Internacional de Sindonología. Para él, la Sábana Santa es uno de los elementos más misteriosos e intrigantes del mundo: “Fascina al hombre que quiere buscar su significado, su origen. Por eso la han estudiado cristianos, creyentes de otras religiones y ateos”.
Barberis señala como una de las principales dificultades en la investigación lo que llama “fundamentalismos de la Sábana Santa”: “Es enriquecedor trabajar con investigadores de todos los campos porque eso aporta nuevas ideas, pero en muchas ocasiones no se dialoga de modo constructivo porque saltan mecanismos relacionados con la espiritualidad o la religión, o por la falta de estas, que deberían quedarse fuera de la investigación”.
Y es que trabajar con una de las mayores reliquias del cristianismo hace que el proceso de investigación sea especialmente complicado, porque solo se puede disponer de ella en determinados momentos. Para su conservación, normalmente está en un lugar oscuro, sumergida en gas argón, que es inerte. Gianmaria Zaccone, director del Museo de la Sábana Santa de Turín, precisa a Vida Nueva: “La batería de exámenes más relevante se hizo en 1978. Después del fin de la ostensión, se le dio acceso durante 120 horas consecutivas a un grupo de científicos americanos que pudieron hacer algunos exámenes no invasivos, con la tecnología más completa de la época”.
Este grupo de investigadores era el Shroud of Turin Research Corporation (STURP); tres años después, publicaron las conclusiones de esos cinco días de investigación en una de las revistas de divulgación más prestigiosas, en donde concluyeron que “la imagen de la Sábana corresponde a la de un ser humano, un hombre flagelado y crucificado. No es el producto de un artista.
La manchas de sangre están compuestas de hemoglobina y también han dado positivo en un test de albumina sérica. La imagen es un misterio en curso y hasta que se realicen más estudios químicos, tal vez por este grupo de científicos o tal vez por otros científicos en el futuro, el problema sigue sin resolverse”. Por eso uno de los principales objetivos de Barberis es crear un laboratorio fijo en torno a la Sábana Santa que centre en Turín la tecnología más puntera para estudiar una de las muertes más importantes de la historia de la Humanidad.
Investigación moderna
Los resultados de las más de 300 pruebas realizadas sobre la Sábana Santa por parte de la STURP son la base de la investigación moderna, ya que, apunta Zaccone, “se descarta así que la imagen se deba a barnices, tintas u otras técnicas humanas, sino que se aprecia una oxidación superficial de las fibras del lino, mientras que las manchas de sangre provienen de un cuerpo”.
Y en ese sentido insiste Barberis: “La huella que hay en la Sábana no presenta direcciones privilegiadas, que sería lo normal si se hubiera realizado con algún instrumento como una pluma o pincel; además, la forma del cuerpo solo es visible por la parte anterior de la Sábana. Las fibras que tienen más color, que nos permiten ver la huella, están coloreadas por milésimas de milímetro, algo que solo hoy es posible reproducir artificialmente utilizando una fuente de luz láser, algo imposible de tener hace unos años”.
Y asegura que con los datos que actualmente se tienen tras cientos de investigaciones, “todo lleva a pensar que la huella solo puede haber sido hecha por un cadáver de un ser humano torturado y muerto. Pero el problema es entender cómo se ha podido formar la misma imagen, porque los experimentos hechos hasta ahora no dan resultados satisfacientes”. “Hasta que no consigamos reproducir una copia exacta en todos los sentidos de la Sábana Santa no podremos decir que entendemos cómo se ha formado”, afirma Barberis.
En España se encuentra una de las piezas que pueden ayudar a resolver este misterio: el Sudario de Oviedo. Jorge Rodríguez Almenar, director del Centro Español de Sindonología, explica a esta revista algunos de los avances más importantes que se han realizado en el estudio de esta tela que cubrió el rostro de Jesús dentro del sepulcro, la única, en opinión de Barberis, “que ha sido estudiada de manera seria”.
Los miembros del equipo forense del Centro Español de Sindonología identificaron, después de muchas pruebas, las aletas de la nariz y la apertura de la boca, “y a partir de ahí encaja el resto de la cara: frente, pómulos, nuca…”, explica Rodríguez Almenar. Pero han ido un paso más allá, porque esos rasgos coinciden a la perfección con los del hombre de la Sábana Santa.
La colaboración entre los centros de Sindonología de Italia y España es estrecha porque las coincidencias son muchas, a pesar de que la prueba del carbono-14 no fuera concluyente en la datación ni de la Sábana Santa ni del Sudario de Oviedo. Según la prueba, la Sábana Santa sería de la Edad Media, mientras que el Sudario de Oviedo supuestamente sería del siglo VII. “Un gran avance en este sentido ha sido la investigación de Felipe Montero, quien ha encontrado unas fibras de color negro que pasaban desapercibidas en el Sudario y que han resultado ser una especie de líquenes vivos que continúan contaminando la tela, por lo que es muy fácil que estos alteren los átomos de carbono presentes tanto en el Sudario como en la de Turín”, detalla Rodríguez.
Además, el caso de la prueba del carbono-14 en la Sábana Santa de Turín fue especialmente controvertido, ya que se tomó una muestra de una esquina que había estado en contacto con las manos de obispos cuando había sido expuesta en siglos anteriores. “No puedes tomar una muestra como si fuera de un objeto encontrado en una tumba que no ha tocado nadie, porque en este caso es un objeto que durante siglos fue manipulado directamente con las manos, y además se sabe con seguridad que ha sido cogido de la esquina en la que tomaron la muestra”, explica Rodríguez.
A pesar de los problemas en la datación, el director del centro español insiste en que “hay una coincidencia pasmosa entre la Sábana y el Sudario. En la zona de la nuca se ven heridas punzantes como las de la corona de espinas, también hay manchas de sangre que han coagulado, es decir, que han salido mientras la persona en cuestión estaba todavía viva, como si le hubieran dado alfilerazos, y eso no es una muerte tan frecuente. Coincide el pelo manchado de sangre, líquido pulmonar que sale por la nariz y la boca, los puntos iguales… Tenemos muchísimas coincidencias; el grado de posibilidad de que sea la misma persona es altísimo desde el punto de vista metodológico”.
Más coincidencias
Aunque los hallazgos de los grupos de investigación van más allá. El polen presente en las fibras de la Sábana Santa y en el Sudario también ha sido objeto de estudio. El que se encontraba en mayor cantidad en las fibras era el de la Gundelia Tournefortii, planta de la familia del cardo. Sin embargo, en 2012 la profesora Marcia Boi, experta en enterramientos en el Mediterráneo demostró que la flor en cuestión era Helichrysum, otra planta utilizada como ungüento en el enterramiento de personas importantes. El hallazgo del polen de Helichrysum en ambas telas corrobora que fue espolvoreado para conservar el cuerpo, es decir, con un uso funerario, ya que se ha encontrado mezclado con sangre y supone otro punto más de unión entre ambas supuestas reliquias.
Las coincidencias son muchas, pero tanto Barberis como Rodríguez Almenar insisten en que ni la Sábana Santa ni el Sudario de Oviedo “demuestran de ningún modo que Jesús es el Hijo de Dios o no”, por lo que abordan la investigación “desde el punto de vista histórico, del personaje de Jesús dentro de la Historia”, por eso ninguna de estas supuestas reliquias son “el punto principal para la adhesión a la fe o al ateísmo”. “Cuando esto no se entiende así –precisa Barberis– es cuando nacen los ‘fundamentalismos’ de la Sábana Santa”.
En el nº 2.947 de Vida Nueva.
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