Sobreactuación laicista en Galicia

Los nuevos alcaldes de A Coruña, Santiago y Ferrol rehúsan acudir a un acto religioso

Procesión por las calles de  Lugo el día de la ofrenda

Procesión por las calles de Lugo el día de la ofrenda

Sobreactuación laicista en Galicia [extracto]

JOSÉ RAMÓN AMOR PAN (A CORUÑA) En una acción coordinada, y apelando al principio de neutralidad ideológica y religiosa, los nuevos alcaldes de A Coruña, Santiago de Compostela y Ferrol, salidos de las urnas el pasado 24 de mayo, declinaron participar el domingo 14 de junio en la Ofrenda al Santísimo Sacramento, que viene realizándose desde 1669 y que es el único acto institucional y público que pervive del Antiguo Reino de Galicia. Esta decisión vino precedida por unas declaraciones del edil de Ferrol en las que manifestaba su intención de retirar la subvención a la Junta de Cofradías de Semana Santa por idénticas razones. Los tres regidores integran plataformas ciudadanas auspiciadas desde Podemos.

Para hacer aún más claro el contraste, Xulio Ferreiro, alcalde de A Coruña, mientras se producía la ofrenda religiosa, acudía a honrar la memoria de la primera mujer española que consiguió una beca Fullbright para doctorarse en Estados Unidos. “Hoy el alcalde de A Coruña –afirmó– está donde tenía que estar: homenajeando a la ciencia, homenajeando al conocimiento”.

En una nota de prensa hecha pública nada más conocerse la decisión de Xulio Ferreiro y del alcalde de Santiago, Martiño Noriega –quien manifestó que tampoco irá a la ofrenda al Apóstol el 25 de julio en la catedral compostelana–, los obispos de Galicia señalaron que “la laicidad del Estado no puede consistir en negar la relevancia pública de este gesto tan propio de Galicia, solo por el hecho de su forma cristiana. No corresponde al Estado excluir a los cristianos y a sus celebraciones del ámbito público y reducirlos a lo privado”.

Ya en la celebración, tanto la oferente (la alcaldesa de Mondoñedo, Elena Candia) como quien presidía la Santa Misa (Julián Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela) prefirieron mantenerse alejados de la polémica y centraron sus intervenciones en lo que se estaba celebrando. Por cierto, la alcaldesa fue largamente aplaudida al finalizar su invocación, circunstancia absolutamente inusual.

Sobre estos hechos, y en declaraciones a Vida Nueva, Barrio insistió en que “sería bueno dialogar entre todos sobre la aconfesionalidad, la laicidad y el laicismo. Es posible que aclaráramos algunos aspectos”. En la misma línea se expresó Xosé Luis Barreiro Rivas, destacado politólogo gallego y hombre de fe: “Casi nadie en el ámbito civil, y muy pocos en el de la Iglesia, son capaces de definir con precisión la idea de un Estado laico, la diferencia que existe entre el laicismo y la descristianización activa, y el error que supone ignorar la esencia cristiana de la construcción cultural, social y política de Europa. Porque si de todo ello supiésemos algo más, nadie de un lado tendría dificultad para participar en actos religiosos de importancia social e histórica, y nadie del otro albergaría la menor duda de que el Estado laico es la condición esencial para la existencia de una sociedad democrática y para el desarrollo profundo de la libertad religiosa”.

El arzobispo, preguntado si creía que se daría un paso más y si se llegará a pedir la eliminación del cáliz, la hostia y las cruces que figuran en el escudo de Galicia, señaló: “Espero, y sería de desear, que no fuera así. No es competencia de los alcaldes”.

Por su parte, el profesor Barreiro considera que “la actitud de estos alcaldes no pasa de ser una anécdota muy desafortunada en un ambiente general de buena relación entre la Iglesia y las instituciones del Estado, que en el ámbito local suele ser, además, de elevada colaboración y respeto. “Por eso creo –añade– que la respuesta adecuada por parte de la Iglesia es la de no darle mayor importancia a esta sobreactuación laicista y claramente personal de Xulio Ferreiro y Martiño Noriega, con la plena convicción de que estamos ante un déjà vu –muy repetido en la historia de España– y de que la tendencia de todas las aguas es volver a su cauce”.

Elemento identitario

El origen de la Ofrenda al Santísimo se sitúa en la petición de ayuda que formula el cabildo catedralicio lucense a las siete capitales que integraban la Junta del Reino de Galicia (Lugo, Mondoñedo, Betanzos, A Coruña, Santiago, Ourense y Tui, división administrativa que pervivió hasta 1833, que es cuando se crean las cuatro provincias actuales) para el sostenimiento del culto al Santísimo, que en dicha catedral está permanentemente expuesto en el altar mayor.

Esta ayuda se concretó en una cantidad que fuera suficiente para el gasto de cuatro velas que alumbrasen día y noche, que se entregaría en un acto solemne en la Octava del Corpus. La Junta establece que realice la ofrenda el regidor de mayor edad de Lugo, antecedente de los actuales concejales. La forma actual se fija en 1925, decidiéndose que, por turno rotatorio, un representante municipal de las siete capitales del Antiguo Reino de Galicia actuase como oferente.

Así, han actuado como oferentes no solo políticos, sino también insignes representantes de las letras y la cultura gallegas en los que aquellos habían delegado. En este sentido, el malestar por la decisión de los alcaldes no afecta solo a los obispos y al PP, como se ha destacado, sino que las críticas han emanado desde sectores nacionalistas y galleguistas porque afecta a un elemento identitario de la sociedad gallega.

“Cuando se habla tanto de memoria histórica y de la necesidad de proteger el patrimonio inmaterial de un pueblo, sorprenden decisiones como estas”, afirma alguien próximo a estas corrientes que ha preferido permanecer en el anonimato.

En el nº 3.946 de Vida Nueva.

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