José Rodríguez Carballo: “No hay que mandar a religiosas a estudiar a Roma sin garantizarles condiciones dignas”

Secretario de la Congregación para la Vida Consagrada

José Rodríguez Carballo. Secretario de la Congregación para la Vida Consagrada

Entrevista con José Rodríguez Carballo [extracto]

DARÍO MENOR (ROMA) | “Un obispo que aprueba un instituto de derecho diocesano tiene la obligación moral y de justicia de dar buena formación a sus miembros, de acompañarles y de asegurarles recursos económicos suficientes para llevar a cabo la misión para la que ha sido fundado”. El arzobispo José Rodríguez Carballo, secretario de la la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), asegura que no han llegado a este dicasterio de la Santa Sede denuncias de abusos a religiosas africanas por parte de sacerdotes y obispos como los desvelados por la congoleña Rita Mboshu, profesora de la Pontificia Universidad Urbaniana (Vida Nueva, nº 2.944). Sostiene que algunos institutos de derecho diocesano se erigen “sin un discernimiento adecuado” y en contra de la postura de la Santa Sede y denuncia las dificultades que deben afrontar algunas de las monjas africanas que estudian en Roma.

PREGUNTA.- Sor Rita Mboshu dijo que algunas congregaciones africanas mandan a religiosas a estudiar a países occidentales sin dotarles de los medios suficientes para su sustento. Algunos sacerdotes y obispos aprovechaban esta situación para abusar de ellas. ¿Conocía esta realidad?

RESPUESTA.- No tengo noticias de ello, pero ciertamente es un hecho que hay religiosas, no sabría decir el número, si muchas o pocas, que vienen a Roma a estudiar, sin que les vengan aseguradas condiciones dignas para llevar a cabo sus estudios por parte de sus superioras o superiores. Yo mismo estoy acompañando a un grupo de religiosas que tienen dificultades. Deben trabajar durante el verano para poder pagarse los estudios durante el curso. Otro problema es que, durante el verano, muchas de las residencias donde se hospedan están cerradas y tienen que arreglárselas para buscar un lugar donde alojarse. Esto hace que, a veces, tengan que trabajar duramente por salarios ridículos, no dignos. Esto se puede prestar a otro tipo de abusos, aunque yo no conozco directamente ningún caso. En la congregación denunciamos, por supuesto, cualquier tipo de abuso, también el del trabajo no justamente remunerado. Sean obispos o superioras quienes las envían, deben asegurarse antes de mandar a las religiosas a Roma de que va a tener condiciones dignas de alojamiento para llevar a cabo los estudios, de que no van a tener que mendigar un trabajo o unas ayudas que a veces son insuficientes.

Abusos de trabajo

P.- ¿Llegan al dicasterio denuncias por estos abusos?

R.- No. En dos años que estoy aquí no han llegado, aunque sí se oye que ha habido casos, sobre todo de abusos de trabajo. Pero no ha habido denuncias de casos de abusos sexuales. Si se dan en institutos de derecho diocesano, a nosotros no nos llegan estas denuncias o informaciones.

P.- Buena parte de estos casos parecen precisamente darse en congregaciones de derecho diocesano donde hay falta de organización y recursos. ¿Cómo se ven estas realidades eclesiales desde la CIVCSVA?

R.- Sabemos que hay muchos institutos fundados sin un discernimiento adecuado, tal vez simplemente porque es necesario un servicio en la diócesis, una diaconía. Hay que distinguir lo que es carisma de lo que es una diaconía o un servicio concreto. Si no hay un discernimiento adecuado, la diaconía puede venir a menos y entonces se termina la finalidad por la que fue fundada. También puede pasar que cambie el obispo y que el nuevo no la continúe. Generalmente, en estos institutos hay poca formación y esto influye en la calidad, incluso humana, de estas hermanas. Cuando tenemos las visitas ad limina, insistimos mucho en el necesario discernimiento que los obispos deben hacer antes de aprobar un instituto. Además, no siempre hay carismas nuevos. ¿Para qué fundar un instituto nuevo para atender a enfermos, niños o ancianos, si sabemos que hay muchas formas de Vida Consagrada históricas que ya tienen ese carisma? ¿Por qué no entrar en un instituto ya aprobado y consolidado en la Iglesia? La clave está en el discernimiento, el acompañamiento y la formación. Un obispo que aprueba un instituto de derecho diocesano tiene la obligación moral y de justicia de dar buena formación a sus miembros, de acompañarles y de asegurarles recursos económicos suficientes para llevar a cabo la misión para la que ha sido fundado. Si no, no deben aprobar un nuevo instituto.

P.- ¿Qué procedimiento deben seguir los institutos de derecho diocesano para lograr la aprobación? ¿Es necesario un nulla osta de la Santa Sede?

R.- Aquí hay un problema. En el Código está previsto que se pida opinión a la CIVCSVA, pero ese parecer no es vinculante para la validez de la erección del instituto. Hay que constatar, tristemente, que hay casos en los que no se ha pedido el parecer de la congregación y la erección es válida. Hay otros casos en que nosotros hemos dado un parecer negativo o hemos pedido que se espere y no se ha respetado ninguno de los dos pareceres de la congregación, con lo cual el instituto ha sido erigido. Como nosotros no tenemos competencia ninguna sobre los institutos de derecho diocesano, naturalmente esto queda bajo la responsabilidad de los obispos. Insisto en que es una responsabilidad muy grave. Un obispo que erige un instituto tiene que ser consciente de que, en principio, su decisión sobrepasa el bien de su diócesis, porque está llamada a ser una realidad eclesial, a extenderse universalmente. Por tanto, el obispo actúa ahí no solo en nombre de su diócesis, sino también en algo que tiene repercusiones de Iglesia. El obispo está obligado en conciencia y en justicia a hacer un serio discernimiento antes de aprobar un nuevo instituto.

P.- Otra cuestión que denunciaba sor Rita Mboshu era la entrada de la estructura tribal de algunos países africanos en ciertos institutos religiosos. ¿Tienen noticia de ello en la CIVCSVA? ¿Qué puede hacerse para combatir esta realidad?

R.- En algunas sociedades, la pertenencia a una tribu o a una casta, por tanto a un grupo étnico bien marcado, de un modo u otro, puede condicionar la elección de los líderes de ese instituto. Es un hecho que ciertamente existe en algunos institutos de derecho pontificio y supongo que también en los institutos de derecho diocesano. Aquí se plantea un problema serio a nivel de formación. He dicho muchas veces que tendríamos que plantearnos hasta qué punto la formación que ofrecemos logra transformar a la persona. La formación es, precisamente, la transformación de la persona, es transformación del corazón, de manera que podamos decir con san Pablo: “Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo que vive en mí”. La formación es adquirir los sentimientos de Cristo. Hay que preguntarse seriamente ante estos casos donde la pertenencia al grupo étnico condiciona la marcha de un instituto, hay que cuestionarnos sobre qué formación damos. A lo mejor estamos dando una formación epidérmica, superficial, que no logra cambiar lo que realmente uno es desde su niñez. Aquí hay que cambiar.

P.- ¿Estos problemas se dan sólo en África o también en otros lugares?

R.- En África hay problemas tribales, mientras que en India hay problemas de casta. Todos los conocemos. En otros lugares hay problemas de política, donde hay identificación con grupos de una determinada ideología o forma de pensar.

Cuando la política se cuela en el convento

El franciscano gallego admite que la política “puede colarse en la Vida Consagrada”, lo cual, a su modo de ver, sería “un cáncer que hay que erradicar”. “La Vida Consagrada –defiende Rodríguez Carballo– tiene que obedecer a la lógica del Evangelio, no a la lógica del mundo. En esto tenemos que ir a contracorriente. Si no, fácilmente nos invade la lógica del mundo, la mundanidad en sentido amplio, y entonces perderíamos la garra profética”. También recuerda la constante insistencia del papa Francisco en “un elemento que no puede faltar en la Vida Consagrada”: la profecía. “¿Pero qué profecía vamos a ejercer en el mundo y en la sociedad de hoy si nos dejamos llevar por los criterios del mundo?”, se pregunta. Y reflexiona: “Jesús pidió al Padre que no sacara a sus discípulos del mundo, pero que los protegiese del mundo. Y nos pidió estar en el mundo, pero no ser del mundo. Esto es algo que ciertamente tendremos que tener muy presente en la formación inicial, pero también en la formación continua y permanente. Por lo tanto, es algo que afecta a los jóvenes, a los adultos y a los ancianos. Es una llamada a la conversión. Sin ella no hay seguimiento de Cristo”.

En el nº 2.946 de Vida Nueva

 

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