Paulo Suess

“Nuestros mártires no murieron para salvar almas, sino para salvar vidas”

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“En su jubileo de oro la pareja cincuentenaria ‘Vaticano II y modernidad’ aún no han resuelto sus problemas matrimoniales. En la edad en que ningún psicólogo los acepta más como clientes, llegó el Sínodo de la familia, obligado a discutir sobre su relación, a pesar de que esta discusión, a estas alturas, tiene ciertos aspectos anacrónicos”. La original comparación tuvo lugar en una de las mesas redondas del II Coloquio Internacional del Instituto Humanitas Unisinos (IHU), en São Leopoldo, al sur de Brasil, donde se debatió sobre “el Concilio Vaticano II: 50 años después”. Su autor es el sacerdote Paulo Suess.

Como teólogo, es profundo, crítico y audaz. En América Latina, Paulo es uno de los teólogos referenciales de la teología posconciliar, la misionología y la teología India, aunque sus áreas de interés son mucho más amplias, como se aprecia en su blog (paulosuess.blogspot.com) y en sus múltiples publicaciones, entre las que se destaca el Diccionario de Aparecida (San Pablo, 2007), editado en portugués y en español, y el Diccionario de la Evangelii gaudium: 50 palabras claves para una lectura pastoral (Paulus, 2015), cuyo lanzamiento, por ahora en portugués, aconteció el pasado 22 de mayo en São Paulo.

De origen alemán, descubrió su vocación misionera desde muy joven, cuando aceptó la invitación del obispo franciscano Floriano Löwenau para ser uno de los pocos “operarios” en la inmensa “mies” que representa la región amazónica brasilera. A su llegada a Brasil a finales de 1966, estudió varios meses portugués antes de emprender su misión en Juruti, en el bajo Amazonas, al occidente del estado de Pará. Posteriormente, como profesor del Instituto de Teología de Manaus, “vivía en la periferia, donde no había agua ni luz”. Antes de ser profesor del Instituto se doctoró en Teología Fundamental con un trabajo sobre catolicismo popular en el Brasil.

El CIMI

Dice que su pasaporte institucional posconciliar es del Consejo Indigenista Misionero de Brasil (CIMI). “El CIMI me ha comprometido desde hace unos 40 años no solo en la causa indígena, sino también en la descolonización de la herencia misionera de la Iglesia, ante las trabas fundamentalistas y las paralizaciones medievales”. La Asamblea General del CIMI lo eligió secretario general en 1979, “entonces comencé a conocer la realidad de los indígenas de Brasil, viajando por todas las regiones”, recuerda. Actualmente continúa asesorando el CIMI –que preside el obispo de Xingu, monseñor Erwin Kräutler– y apoya enérgicamente la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas ante el gobierno de Dilma Rousseff.

También ha sido muy activo en su faceta académica. En 1987 fundó el curso de posgrado en misionología de la Pontificia Facultad de Teología Nuestra Señora de la Asunción, en São Paulo, el cual coordinó hasta finales de 2001. Dos universidades alemanas le han otorgado el doctorado honoris causa: Bamberg, en 1993, y Frankfurt, en 2004. Además de sus destacadas participaciones en eventos internacionales, como ponente y conferencista, fue asesor teológico de algunos obispos durante la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida y hace parte de la comisión de reflexión de teología India del CELAM. Actualmente es profesor del ciclo de posgrado en misionología, del Instituto Teológico São Paulo.

“Iglesia en salida”

Ni sus responsabilidades ni sus realizaciones ni los reconocimientos recibidos han menguado su hálito misionero y la sencillez de vida que lo caracterizan. Por el contrario, se identifica con “la lógica de una ‘Iglesia en salida’ a las periferias y fascinada por la ‘alegría del Evangelio’ en los medios populares, que trae consigo nuevos aprendizajes de sencillez, alegría y apertura”.

Refiriéndose al Año de la Misericordia que iniciará el próximo 8 de diciembre de 2015, cuando se celebren los 50 años de la finalización del Concilio Vaticano II, con la apertura de la puerta santa en la Basílica de San Pedro, dice que “la puerta será abierta para que la Iglesia se torne una ‘Iglesia en salida’, una Iglesia que se arriesgue a un nuevo encuentro con los pueblos indígenas y a superar la tibia recepción del Vaticano II con audacia y coraje”, con el vigor y el temple de los mártires latinoamericanos porque, como dijo en el II Coloquio Internacional del IHU, “nuestros mártires en América Latina no murieron para salvar almas, sino para salvar vidas”.

Texto y foto: ÓSCAR ELIZALDE PRADA

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