Beatificado un nuevo mártir latinoamericano

Nuestra Iglesia latinoamericana ha vibrado de entusiasmo y ha elevado su acción de gracias a Jesucristo, el único santo, por la beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador, el pasado 23 de mayo.

Su vida, como la de Jesús mismo y la de los mártires fue siempre signo de contradicción. Para unos, Mons. Romero no fue más que un comunista que se enfrentó a los poderes civiles y militares de su pueblo y que terminó abatido por ellos el 24 de marzo de 1980. Para otros, la gran mayoría, fue un hombre de Dios y un hombre del pueblo, quien fundamentado en el Evangelio de Jesús se dedicó a servir a los pobres y a salir en su defensa de los atropellos inhumanos que les hacían los poderosos de este mundo.

El asesinato de su amigo jesuita Rutilio Grande en 1977 y de varios compañeros lo fueron fortaleciendo espiritualmente para ser “la voz de los sin voz” y despertar el profetismo en la Iglesia.

Por esos años se venía hablando de la Teología de la liberación en América Latina y se la miraba con desconfianza.

En 1968, con el primer viaje del papa Pablo VI a nuestro continente y la celebración de la Segunda Conferencia Latinoamericana de Obispos en Medellín, se fue abriendo camino una evangelización más comprometida con la causa de los pobres. Los 16 documentos publicados, fruto de la reflexión de los obispos, entre ellos, Justicia y Paz y Pobreza de la Iglesia, marcaron un nuevo rumbo a la acción evangelizadora: “El Episcopado latinoamericano no puede quedar indiferente ante las tremendas injusticias sociales existentes en América Latina, que mantienen a la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria”.

“Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte (…) Los obispos queremos acercarnos cada vez más, con sencillez y sincera fraternidad, a los pobres, haciendo posible y acogedor su acceso a nosotros. Nuestra solidaridad con ellos significa hacer nuestros sus problemas y sus luchas, saber hablar por ellos. Se trata de concentrarse en la denuncia de la injusticia y la opresión, en la lucha cristiana ante la intolerable situación que soporta con frecuencia el pobre, en la disposición al diálogo con los grupos responsables de esa situación para hacerles comprender sus obligaciones”.

No temamos denunciar la injusticia imperante hoy

Renovar el profetismo

Mons. Romero encarnó en su vida este mensaje de la Segunda Conferencia en Medellín y por denunciar las injusticias, por defender a los pobres, lo mataron.

La beatificación de Mons. Romero es un llamado que nos hace el papa Francisco a renovar el profetismo en la Iglesia del tercer milenio. Hace falta un nuevo despertar a la realidad del Evangelio de Jesucristo. No temamos denunciar la injusticia imperante hoy. La inequidad es cada vez más potente. No a una economía de la exclusión y la desigualdad. No a la nueva idolatría del dinero, del dinero que gobierna en lugar de servir. No a las nuevas formas de esclavitud: la ignorancia, el materialismo, el relativismo, el hambre, la corrupción. Que la preferencia de Jesucristo, que fueron los pobres, siga siendo hoy nuestra principal opción.

Salgamos a la periferia. Es la invitación del papa Francisco para darnos cuenta de la realidad de nuestro mundo y evangelizarlo.

No importan las amenazas, las persecuciones. El Espíritu Santo nos haga fuertes y valientes y la intercesión maternal de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá nos proteja y nos guarde siempre.

Mons. Leonardo Gómez Serna O.P. Obispo emérito de Magangué

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