Isabel Guerra: “Los modelos iconográficos religiosos ya no sirven”

La monja cisterciense, conocida como la “pintora de la luz”, expone 121 obras con nuevas técnicas

Isabel Guerra, monja cisterciense y pintora

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Isabel Guerra, 2015. Pintura, dibujo y fotografía es la muestra con la que, 52 años después de su primera exposición –apenas con 16 años–, la monja cisterciense Isabel Guerra vuelve a comparecer en Madrid. Son 121 obras que llegan al Centro Cultural Casa de Vacas cuando ha transcurrido una década desde su última exposición.

Sorprende la notable evolución que exhibe su obra más allá del óleo: imagen digital, serigrafías, recreación de la historia de la fotografía, aunque priman, como siempre, sus retratos impecables: “Digamos que lo novedoso es que por primera vez muestro mi trabajo con las nuevas tecnologías que tenemos al alcance de nuestra mano para crear imagen, y también con nuevas técnicas, como los empastes con arena, que dan unas texturas muy ricas”, explica.

La pintura de Isabel Guerra (Madrid, 1947), que desde 1970 profesa en el monasterio de Santa Lucía (Zaragoza), lejos de ser hiperrealista –“yo no sé porque me llaman hiperrealista, no lo he sido jamás. No tiene nada que ver con mi trabajo”– es, ante todo, alabanza y proclamación de Dios. Y lo vuelve a demostrar.

Pintará un retrato del papa Francisco para la Sala Noble de la Conferencia Episcopal Español (CEE). “No sé si le va a gustar”, afirma. “No creo que le guste –añade– hacer este tipo de cosas. Pero espero caerle bien”.

PREGUNTA.- Usted intenta transmitir un mensaje muy actual en su obra…

RESPUESTA.- Mis temas son muy cotidianos, de gente muy normal. Las chicas van vestidas como todas, por ejemplo. A veces, alguna me dice que se siente muy identificada con mi trabajo. Es una maravilla. Hago ver a la gente que en sus vidas hay una trascendencia y una iluminación que hasta ahora estaba pasando ante ellas sin que se dieran cuenta. Solo por una persona que me dice, por ejemplo, “yo no soy creyente, pero en su obra veo algo especial”, merece la pena una vida de trabajo. Si en algún momento cuesta seguir y seguir pintando, piensas en ellos. Mientras que sea capaz de iluminarles, aquí seguiré.

P.- Su obra elude la iconografía cristiana, pero es netamente religiosa.

R.- A mí, la pintura de asunto religioso no me sirve. Los que hemos pasado la vida estudiando arte sabemos que los modelos iconográficos religiosos ya no sirven. La cultura de la estampita ya ha pasado. Hay que intentar descubrir la huella de Dios en nuestro propio entorno, que es donde está. La tenemos delante de nosotros y hay que intentar que la gente la vea, la descubra, la viva. Tenemos que suscitar la mirada interior, y es eso lo que intento muchas veces en mis cuadros. Encontrar al Dios que está permanentemente en nuestras vidas. En la de todos. Tenemos que perseguir esa huella de Dios en todo e intentar recrearla.

P.- Sin embargo…

R.- Dios no está en la imagen de la Virgen tal o del Cristo cual; son solo representaciones que nos pueden ayudar a rezar o no. Pero donde más está es contigo. Es lo que nos dice el Señor: “Entra en tu aposento, cierra la puerta y ora a tu padre”. En determinados momentos de la historia, ha tenido sentido la iconografía religiosa, por eso está aún en muchas iglesias, basílicas y catedrales, en grandes museos. Pero ahora está mejor representado en la vida cotidiana de cada uno.

Entrevista completa solo para suscriptores

En el nº 2.945 de Vida Nueva

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