¿Y si nos transformamos?

divinavocacionHablar hoy de Vida Religiosa es tan complejo y puede resultar tan variado como hablar de interculturalidad o de varios mundos simultáneos en la ciudad globalizada. Por varias décadas la Vida Religiosa va a seguir existiendo tal cual la conocemos hoy, en sus formas más clásicas y tradicionales. Por supuesto, no en Europa o el norte de América, porque en estos países el cambio de paradigma en el que vivimos es grande. Pero sí en algunas regiones de Latinoamérica, de Asia y de África, en las que la cosmovisión que dio origen al modelo actual de Vida Consagrada subsiste y preside las explicaciones y las inquietudes de la vida en general.

Pero si nuestro horizonte es el futuro de la Vida Consagrada en lo que conocemos como la postmodernidad en Occidente y más allá, entonces podemos visualizar otros caminos, por cierto muy complejos y  nada, nada claros. Vivimos en un horizonte con referencias y paradigmas muy distintos de los que sostuvieron culturalmente esta forma de vida.

La tensión hacia el misterio, hacia la trascendencia, hacia esa realidad que llamamos Dios o Divinidad, mantendrá su vigencia porque ha sido en la historia bastante consustancial a los seres humanos. Y, ¿qué es la Vida Consagrada más que una vida dedicada a esta búsqueda, aprisionada por esta tensión? Creo que la vivencia religiosa y espiritual mantendrá en algunos y algunas estos deseos profundos de una mayor cercanía y concentración hacia esa realidad intangible a la que se ha acercado siempre la mística.

Una cantera inspiradora

Quien se acerque a este tipo de opción lo hará en búsqueda de sentidos, no de servicios. Pero las formas en que estos caminos se desarrollen no tendrán nada que ver con las rutas más o menos trilladas que en estos siglos recientes conocemos. Si miramos a través de la historia encontraremos una cantera inspiradora que nos dejará ver que el modelo desarrollado desde la modernidad hasta hoy no ha sido el único. Centrándonos en la experiencia de las mujeres, podemos ver un arco iris multicolor en el cual inspirarnos. Las mujeres, ancestras nuestras, se han agrupado en torno a la búsqueda de Dios, ante el Evangelio y la persona de Jesús, por el servicio a hermanos y hermanas, de múltiples maneras.

Vidas más o menos aisladas y silenciosas en los desiertos, monasterios que convocaban en torno a la oración y/o al estudio, abadías hasta las que llegaban peregrinos en busca de apoyo o de consejo, asociaciones de mujeres que en pequeños núcleos hacían más habitables las ciudades nacientes. Desde estos micro-mundos muchas mujeres han orado, estudiado y trabajado, han interpelado políticamente a los líderes eclesiales (Catalina de Siena, Hildegarda de Bingen o Teresa de Ávila); han desarrollado saberes de diferente tipo: la medicina natural es un ejemplo; han enseñado a niños o cuidado a los enfermos en las recién formadas urbes (las beguinas); muchas han escrito y creado artística o filosóficamente… Y todas ellas, o las más, han desarrollado su capacidad mística y espiritual allegando al Misterio de manera profunda. Igualmente, todas ellas, o las más, han tejido en sus grupos sororidad y affidamento apoyándose y reconociéndose entre ellas.

En muchas ocasiones, a través de la historia, estos lugares de Vida Religiosa fueron un espacio en el que las mujeres de forma autónoma encontraron caminos para construir su ser mujer. En sociedades que las discriminaban y le cerraban espacios estos grupos se convirtieron en un pasaje hacia la libertad.

Un universo distinto

Pero la postmodernidad en que vivimos es un universo muy distinto, nuestra conciencia humana ha adquirido un grado de desarrollo insospechado hace unas pocas décadas. Los hombres, pero sobre todo las mujeres, pueden encontrar miles de formas para asociarse, trabajar, buscar, construir sus identidades libre y serenamente. Y hay algunos ejes de sentido que marcan profundamente los caminos de la Vida Consagrada:

En primer lugar no se tiene la posibilidad de vivir estabilidades de largo alcance, el futuro es permanentemente incierto y, así como los puestos de trabajo son desechables, los compromisos vitales, profesionales, afectivos, también son temporales. Surgen asociaciones y tareas de pleno sentido que se abocan en períodos más o menos largos o cortos de tiempo, sin que ello menoscabe su calidad e intensidad. Las mujeres particularmente pueden en la sociedad actual realizarse completamente en muchas formas: pueden asociarse, viajar, interpelar al  mundo, profesionalizarse… sin que ninguna tradición contundente, ni ninguna institución (salvo la eclesial) les ponga cortapisas. La vivencia y el concepto de libertad que las jóvenes generaciones tienen no encuentran causa alguna que justifique empeñarla, porque sólo desde esa libertad alcanzamos a vislumbrar una imagen no heterónoma de la Divinidad.

La historia de la Vida Religiosa ha conocido distintas formas y diversas teologías, los votos o consejos no han precedido siempre sus caminos. Hay que ser atrevidos al acoger, permitir, impulsar nuevas búsquedas. Es urgente una teología (teonomía) de la Vida Consagrada (es decir, polarizada por la Divinidad), más allá de los votos y, sobre todo, más allá de las formas que conocemos. Una teología que valore mejor las dinámicas humanas de relación y/o de identificación en la originalidad que grupos de mujeres y hombres puedan vislumbrar.

En su plenitud desarrollar estas propuestas, es una labor de las nuevas generaciones, pero es muy importante no estorbarlas, no castrarlas o abortar sus intuiciones y sus búsquedas.

Carmiña Navia Velasco

Teóloga

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