Resistir en el campo

18

 

15 años del Servicio Pastoral Social de la Vicaría San Juan Bautista

El 8 de mayo se cumplieron 15 años de la creación del SEPASVI. La institución ofrece acompañamiento a las comunidades de ocho municipios de Nariño afectados por el conflicto armado, los cultivos de uso ilícito y el desplazamiento.

Ancuya, Cumbitara, Santa Cruz Guachavés, Los Andes-Sotomayor, Linares, La Llanada, Providencia y Samaniego corresponden geográficamente a la Vicaría San Juan Bautista, jurisdicción de la Diócesis de Ipiales. A finales de la década de 1990, monseñor Gustavo Martínez impulsó el compromiso eclesial junto a las organizaciones comunitarias de la región, en defensa de los derechos humanos y del territorio. Desplazamientos masivos de familias provenientes de Putumayo se venían presentando debido a las fumigaciones con glifosato y a la irrupción del proyecto paramilitar en el departamento. La pastoral social de la diócesis se reestructuró para estar más cerca de la situación de estas y de otras personas.

El 3 de marzo de 1998 tres misioneras de la Inmaculada Concepción, Dolores Castillo Gámez, Alba Yolanda Castillo Sanabria y Nuvia Martínez Alayón, se asentaron en Samaniego, para apoyar el proceso diocesano de renovación y evangelización, específicamente, en la vicaría. Desde tiempo atrás, las religiosas venían colaborando con algunas organizaciones de mujeres de la zona y con los comités parroquiales de pastoral social existentes. El plan fue seguir apoyando dichos procesos en compañía de profesionales y laicos comprometidos, propiciando una formación integral capaz de responder a las necesidades de la gente.

No perder el arraigo

Durante el primer año se fomentaron talleres de participación política y de convivencia ciudadana. Se editaron cartillas que incluyeron el sentir de las comunidades frente a su situación y estrategias para generar la paz. Cerca de 160 líderes, vinculados a las parroquias y a las organizaciones de economía solidaria, constituidas especialmente por mujeres, recibieron esta capacitación. Cuando Mons. Gustavo fue enviado a Nueva Pamplona como arzobispo el trabajo continuó, sobreponiéndose a la incertidumbre, mientras las expectativas de las comunidades aumentaban. De manera conjunta, con la participación del vicario foráneo, el P. Favián Ibarra Solare, y los laicos Jesús Alberto Rodríguez y Alexandra Patricia Jurado, se hizo una propuesta de estatutos y del Plan Vicarial de Pastoral Social, basándose en el sentir de las comunidades, en las situaciones del contexto y, fundamentalmente, “en el deseo de construir el Reino de Dios siendo puente y camino de evangelización desde la promoción humana integral”. En mayo del 2000 el nuevo obispo, Mons. Arturo Correa, decretó, al fin, la creación oficial del Servicio Pastoral Social de la Vicaría San Juan Bautista (SEPASVI) como organismo con independencia administrativa frente a la pastoral social de la diócesis (SEPAS). En un acto de confianza, ya el cabildo Pasto-Awá de El Sande había decidido pedirle a la institución ejecutar un proyecto que los indígenas habían logrado obtener de parte del Estado. “Así se dio a conocer el SEPASVI”, recuerda la Hna. Nuvia Martínez: “como un grupo de personas que quería ayudar a las comunidades respaldando sus iniciativas productivas y su capacidad de arraigo cultural en el campo”. Si bien los ejes del trabajo han sido tres (Agroecología y salud; economía solidaria y desarrollo comunitario; Vida, Justicia y Paz), la guerra ha llevado a que se tomen nuevas opciones y se haga énfasis en ciertas tareas.

Con la acentuación del conflicto, los pueblos más pobres sufrieron masacres. Los desplazamientos forzados continuaron y en los campos se multiplicaron las minas y los cultivos de coca. Al tiempo que respondían a esta situación, fortaleciendo su atención a las víctimas, miembros del equipo y líderes formados por ellos en los procesos organizativos comenzaron a recibir amenazas de parte de los grupos armados.

A pesar de las dificultades, el SEPASVI no ha dejado de acompañar a las comunidades para que conserven su arraigo y sus tradiciones campesinas en medio de la guerra. Hoy por hoy, los principales desafíos son buscar formas de articulación con otras instituciones que pretendan la construcción de un horizonte compartido; definir cada vez mejor el plan vicarial, para que toda la Iglesia local le apunte a las mismas opciones solidarias; impulsar especialmente desde la juventud nuevas iniciativas de paz; visibilizar la situación de la región y contagiar a otros de la necesidad de trabajar por el pueblo; y, por último, consolidar la sostenibilidad administrativa en tiempos de precariedad.

Para Elena Ascuntar, actual coordinadora del SEPASVI, participar de esta experiencia como laica ha sido una posibilidad de afianzar el compromiso y crecer como persona. Se ha formado en una Iglesia más preocupada por estar cerca de la gente que de la institucionalidad.

Texto: VNC Fotos: SEPASVI

Compartir