Contra la trata: el clamor de la vida

Imagens-Evangélicas

 

Una mirada a la lucha de las vicentinas contra la explotación

De niña viajó desde su pueblo con toda su familia, con la intención de buscar mejores condiciones de vida en Bogotá. Con mucha dificultad, logró terminar bachillerato. Pero debió hacerse cargo de los suyos tras la muerte de su papá. Buscó empleo. No le ofrecieron más que prostituirse. Presionada por los problemas de salud de su mamá y por la precariedad en que vivían, aceptó. Tiempo después conoció a un italiano que la enamoró y que le prometió costear sus estudios universitarios a condición de que saliera de ese mundo y que cada seis meses, con ocasión de su llegada al país, estuviera atenta a satisfacer sus demandas sexuales. Accedió y durante casi tres años vivió en medio de esa situación. El italiano le prometió que al regresar, durante un nuevo viaje, la haría su esposa y se la llevaría a Europa con él.

“Era un caso típico de matrimonio servil”, explica sor Genoveva Nieto. Con dicha estrategia muchos extranjeros llegan a Colombia en busca de mujeres y luego de que logran sacarlas, engañadas con promesas de matrimonio, terminan vendiéndolas a las redes internacionales de prostitución o convirtiéndolas en esclavas domésticas de sus países. Conocer siete años atrás la historia de aquella joven y ayudarla a buscar una solución con el fin de que sus problemas no empeoraran bastó para que esta religiosa se comprometiera a aportar todo el tiempo que le queda de vida en la lucha contra la trata de personas.

La esclavitud moderna

Foto-CLAR

La trata tiene múltiples definiciones. La Ley 985 de 2005 señala en el Artículo 3° que es culpable de ejercerla quien “capte, traslade, acoja o reciba a una persona, dentro del territorio nacional o hacia el exterior, con fines de explotación”. Para efectos de dicho artículo, el documento entiende como explotación “obtener provecho económico o cualquier otro beneficio para sí o para otra persona, mediante la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre, la explotación de la mendicidad ajena, el matrimonio servil, la extracción de órganos, el turismo sexual u otras formas de explotación”. La Corte Penal Internacional determina que la trata es un delito de lesa humanidad en contextos de conflicto armado. Y el Protocolo de Palermo hace énfasis en ella en el contexto del crimen organizado, al tiempo que la contempla desde la perspectiva de vulneración de derechos.

Según Diana Cano, Directora de la Fundación Esperanza, la trata es “un tema que está en todas partes, en todos los estratos, y que resulta invisible porque estamos acostumbrados y ya no nos parece tan grave como realmente lo es”. Hay formas de trata que no están adscritas a una red trasnacional y, aun así, son formas de esclavitud en que las personas se degradan a la condición de un objeto. Si bien la forma de explotación en trata más visible es la explotación sexual, hay otras formas comúnmente aceptadas como aquellas asociadas a prácticas de producción como la minería y la pesca.

Uno de los principales problemas que tiene Colombia en esta materia corresponde a la dificultad que existe para identificar a las víctimas. Falta conocimiento. Las cifras oficiales se quedan cortas con relación a lo que realmente ocurre en el país. El marco normativo que existe en la actualidad no favorece los procesos de judicialización, hasta el punto que no llegan a 30 las sentencias emitidas en los últimos 15 años y esto lleva a que la gente desestime hacer denuncias. Por otra parte, los instrumentos estatales que determinan con qué derechos cuentan las víctimas para recibir atención mediata e inmediata no están completamente reglamentados.

Ante la ausencia de mecanismos reales de protección por parte del Estado, se hace más imperiosa la necesidad de visibilizar el problema de la trata desde los ámbitos de la sociedad civil, promoviendo no solo estrategias eficaces de atención a víctimas sino también procesos de prevención.

Ignorarla es favorecerla

Años atrás las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl hicieron una opción contra la trata, ratificada en Asamblea General. En Colombia, luego de trabajar en distintas regiones, las religiosas identificaron cuatro focos poblaciones donde el fenómeno se presenta de forma más notoria: la Costa Caribe y las fronteras con Perú, Brasil y Ecuador.

En determinadas épocas del año, decenas de camionetas recogen ciudadanos colombianos en Ipiales (Nariño) para luego trasladarlos a la provincia de Carchi, en Ecuador. Allí son empleados como mano de obra barata en un cultivo de flores de la compañía Golden Land. Con el tiempo dejan de recibir remuneración. Y a las condiciones de hacinamiento y maltrato se suman las enfermedades que contraen por el uso de insecticidas. Es de dominio público lo que pasa. Madres, hermanas y esposas de víctimas de esta forma de trata contaron las historias de sus familiares a la Hna. Genovena, durante un taller dictado recientemente a mujeres líderes, convocadas por la Casa de la Justicia, en Ipiales.

Además, continuamente están saliendo niñas y niños colombianos a atender burdeles al otro lado de la frontera, para ser explotados sexualmente. “No hay ningún proceso de judicialización”, informa la religiosa. Y, puesto que contra la trata en la frontera todo está por hacerse, la Hna. Nieto no ahorra energías. Su último viaje a la región sirvió para promover mecanismos de prevención a nivel de infancia en las obras educativas de la congregación, tanto en Ipiales como en Pasto.

“Hay, por lo menos, 20 rutas identificadas, de salida de víctimas colombianas hacia el Ecuador y hay otras muchas clandestinas”, señala. “Cuando ubican una ruta, los tratantes abren dos más”. Llegar a este grado de conocimiento ha implicado no solo estar cerca de las víctimas, sino también indagar ante los organismos de control y buscar alianzas con investigadores en universidades colombianas y ecuatorianas. “No podemos intervenir la realidad sin saber exactamente qué pasa”.

Actualmente, las vicentinas están preparando un equipo interprovincial, constituido por hermanas de ambos países. La idea es trazar un proyecto de sensibilización, prevención, articulación y denuncia. Una segunda estrategia con la cual la Hna. Genovena está comprometida está orientada a consolidar tanto en Ipiales como en Pasto un nodo de la Red Tamar, la red contra la trata a nivel de la Conferencia de Religiosos.

El trabajo mancomunado a nivel de la Vida Religiosa femenina es eficaz. “LA TRATA DE PERSONAS EXISTE. IGNORARLA ES FAVORECERLA”. Con esta campaña, la Hna. Genoveva  viajó a Cartagena semanas atrás, donde las puertas de los colegios adscritos a CONACED se abrieron, para llevar a cabo jornadas pedagógicas sobre el tema.

El dios desconocido

DSC00068-(1)“La vida clama desde las víctimas, desde los 30 mil niños colombianos que están en las calles tratados como mendigos en una modalidad de trata que permitimos todos los días; el amor de Dios clama en los 18 mil niños y niñas que han sido captados por los grupos al margen de la ley y que son convertidos en los soldados de esta guerra absurda que desangra al país y en amantes de los jefes guerrilleros o paramilitares”.

La espiritualidad del Buen samaritano anima el trabajo de las vicentinas y del movimiento contra la explotación al cual pertenecen. Un altar al dios desconocido se levanta allí donde laicos y religiosos se ocupan de atender a las personas que sufren esta herida abierta en el cuerpo de la humanidad; cuando evitan que otras personas se vean afectadas. La solidaridad es expresión de una motivación religiosa que la Hna. Genoveva explica con estas palabras: “Dios nos está llamando desde estos talleres clandestinos, desde la minería ilegal, desde los campos agrícolas, desde el trabajo pesquero, desde la flora; muchos trabajadores son tratados como objeto, manipulados, explotados desde todo punto de vista; y, por supuesto, entendemos que Dios nos está llamando desde los miles de niños, niñas y adolescentes que, cada vez en edad más temprana, son captados por las redes de pornografía infantil o de explotación sexual”. ¿Escuchamos el llamado?

Texto: Miguel Estupiñán

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