Editorial

Romero, beato para la Iglesia y mártir de todos

Compartir

ceremonia de beatificación de monseñor Óscar Romero en San Salvador 23 mayo 2015

EDITORIAL VIDA NUEVA | El pasado sábado 23 de mayo, el que fuera arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, fue proclamado beato en la tierra que le vio nacer y morir. De esta manera, la Iglesia reconoce otorgándole oficialidad el martirio del pastor que fue asesinado hace 35 años mientras celebraba la Eucaristía por defender al pueblo, por defender el Evangelio encarnado en quienes le habían sido confiados.

Así pues, Romero es mártir de la justicia y por justicia, la que llega después de una parálisis institucional del proceso de beatificación por parte de quienes miraban con recelo esa identificación e implicación de Romero con su grey, que no fue sino una extensión de quienes le cuestionaron también en vida.

Aquellos que le tacharon de entrar en el juego político, y de ejercer como un abanderado de la Teología de la liberación, se olvidaban de que defender los derechos humanos como pastor frente a los abusos de la dictadura es una máxima del mensaje del Evangelio que no se puede esconder ni maquillar. Era la mirada de a quienes incomodaba la que estaba politizada, no la trayectoria y personalidad de aquel que, en palabras de su postulador, es el “primer mártir del Concilio Vaticano II”, que siempre buscó la paz y la reconciliación en medio de los conflictos de su país. Si algo se ha subrayado en estos días, es que le mataron no por motivos políticos, sino por ser Iglesia que apostaba por la caridad, por el amor entregado a los oprimidos.

De este modo, con su vida y palabras, el nuevo mártir pone rostro a esa teología del pueblo que reivindica el papa Francisco en Evangelii gaudium, al presentar a los pobres como “categoría teológica”. Comprometerse con Cristo, como se palpa en Medellín (1968), Puebla (1979) o Aparecida (2007), pasa por comprometerse con los más desprotegidos y conlleva denunciar los abusos de los poderosos, sea cual sea la ideología en la que se amparen: comunismo, extrema derecha, relativismo, capitalismo exacerbado…

El Papa presenta a Romero como modelo a seguir, el que, “amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor”. Para los obispos, ese maestro que huye de los eufemismos y habla claro para proteger a su rebaño. Fue del pueblo y para el pueblo, no del despacho y para la sacristía. Para los sacerdotes, el hombre que se identificó con Cristo hasta en sus últimas y proféticas palabras: “Que este Cuerpo inmolado y esta Sangre sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y dolor”.

Para los cristianos, ese creyente que se arriesgó por su comunidad, poniendo nombre y apellidos a las Bienaventuranzas. Para América, un acicate para seguir adelante en la lucha por una justicia estructural dentro de un continente todavía castigado por las desigualdades y quienes buscan aprovecharse de ellas. Para el mundo, aquel que entendió el liderazgo desde la máxima de este pontificado, tomando el servicio como principio y fin de todo poder.

Óscar Romero, el recién proclamado beato, es desde hace 35 años, y sin mediar papel alguno, el santo de Ámerica, un respaldo popular que le reivindica hoy como el mártir de todos.

En el nº 2.943 de Vida Nueva. Del 30 de mayo al 5 de junio de 2015

 

ESPECIAL MONSEÑOR ROMERO BEATO: