Media Siria y un tercio de Irak, bajo el Estado Islámico

Líbano, a punto de desbordarse, acoge ya a casi un millón y medio de refugiados

Damasco

ETHEL BONET (BEIRUT) | Un avión de combate vuela en círculos sobre la montaña. Un grupo de niños sirios deja de jugar y se mete corriendo en las tiendas de campaña. “Cada dos o tres días hay un bombardeo muy cerca, en las montañas, y temo que un día nos alcance a nosotros. Hemos recorrido 100 kilómetros para llegar hasta aquí y estar a salvo, lejos de los ataques aéreos. Pero no nos sentimos a salvo”, expresa con desasosiego una refugiada en Qalamoun, que ronda los 50 años.

La cordillera de Qalamoun es la frontera natural que divide el Líbano y Siria. También es uno de los frentes abiertos que tiene el régimen de Damasco en el oeste del país, donde el Estado Islámico se está haciendo fuerte. Desde la primavera, las fuerzas del régimen de Bashar Al Assad y su aliado libanés, la milicia chií Hizbulá, están combatiendo con artillería pesada y disparos de mortero a los yihadistas del Estado Islámico y la filial de Al-Qaeda, el Frente al Nusra, en estas montañas estratégicas, porque atraviesan la autopista M-5, que conecta Damasco con los bastiones mediterráneos del régimen sirio, Tartus y Latakia.

La situación de seguridad en la zona fronteriza se ha agravado notoriamente. Más allá del único puesto de control del ejército libanés en los confines con Siria, en el área montañosa conocida como Wajad Meyed, campan a sus anchas tipos de largas barbas con fusil en mano, que podrían poner en peligro la seguridad de las familias sirias que se han instalado allí.

“La situación aquí no es segura. Además, no hay ni letrinas ni tanques de agua ni ningún tipo de facilidades”, se queja Abu Mazem, que llegó con su familia hace apenas cinco días a Wajad Meyed y quiere que su mujer y sus hijos puedan ser admitidos en alguno de los campamentos temporales dentro del municipio de Arsal.

Esta localidad fronteriza con Siria ha visto triplicar su población. En el municipio residen 40.000 libaneses y 70.000 refugiados sirios. “No hay más plazas para los refugiados dentro de Arsal. Están llegando a pie través de las montañas, o por la carretera, en camiones, motocicletas y coches”, explica un tanto alterado Ali al Hujeiry, alcalde de este municipio, el único suní en todo el Valle de la Becá, bastión del grupo Hizbulá.

El Líbano se ha convertido en el primer receptor de refugiados sirios de toda la región. Este pequeño país, con una población de 4.200.000 de habitantes, acoge entre 1.200.000 y 1.500.000 (en buena parte sirios), según datos de ACNUR, lo que significa que una de cada cinco personas es refugiada. Con la nueva embestida del Estado Islámico, el número de refugiados sirios podría seguir aumentado, lo que dejaría a las autoridades libanesas completamente desbordadas.

Desde hace dos semanas, los combatientes yihadistas han lanzado una ofensiva para conquistar la provincia central de Homs. En ese tiempo han muerto más de medio centenar de fuerzas del régimen y unos doscientos civiles. El vertiginoso avance de los extremistas en Siria llega después de que el pasado 17 de mayo conquistarán la ciudad iraquí de Ramadi, capital de la provincia de Al Anbar. Envalentonados por la conquista de la tercera ciudad de Irak, tomaron, cuatro días después, la ciudad monumental de Palmira. Tras consolidar su dominio en esta antigua ciudad con dos mil años de historia, el autoproclamado Califato Islámico ha extendido su dominio a la mitad del territorio sirio y a un tercio de Irak. La fiereza de los ataques llevó a las tropas sirias, desmoralizadas, a retirarse.

Un sacerdote y un diácono, secuestrados

A 100 kilómetros de Palmira, en Qaryatayn, fueron secuestrados, el pasado viernes 22, el sacerdote Jaques Mourad y el diácono Boutros Hanna. Ambos residían en el monasterio de Mar Elián, donde el primero ejerce de prior. Por ahora no hay noticias de ellos, aunque se teme que estén en manos de milicias yihadistas. En la misa del domingo 24, se pidió por su liberación en todas las iglesias del país.

Precisamente, la conquista de Palmira por el Estado Islámico no es solo una derrota para las fuerzas sirias, sino una dramática pérdida para la humanidad. Como tantas otras ruinas arqueológicas que han caído en manos del grupo terrorista, la milenaria ciudad, Patrimonio de la Humanidad, está en peligro de desaparecer del legado de la Historia. La pérdida de Palmira sería una atrocidad cultural más grande que la destrucción de los Budas de Bamiyan, derribados en 2001 por los talibanes. Las ruinas arqueológicas tienen un valor incalculable, con más de 1.000 columnatas, con sus estatuas y su formidable necrópolis de 500 tumbas, donde los ricos romanos construyeron una serie de monumentos funerarios suntuosamente decorados, muchos de los cuales han sido recientemente saqueados.

En el nº 2.943 de Vida Nueva.

 

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