Se cumplen dos siglos de la restauración de la Compañía de Jesús en España

Especialistas analizan en Comillas los antecedentes y el desarrollo del hecho

Congreso_Jesuitas

Francisco Ruiz: “La expulsión de los jesuitas fue una injusticia”

JOSÉ LORENZO | El 22 de mayo de 1815, un mermado y achacoso grupo de 127 ancianos regresaba a España, de donde habían sido expulsados 48 años antes –en un número superior a los 2.600– por un decreto firmado por el rey Carlos III. Ahora, cuando se cumplen 200 años de aquella restauración de la Compañía de Jesús, la Universidad Pontificia Comillas acaba de clausurar en Madrid un congreso en donde, los días 19 y 20 de mayo, los principales especialistas en la materia han analizado los antecedentes y el desarrollo de aquella histórica medida.

Detrás de la expulsión estaba la excusa de que los religiosos habían instigado el Motín de Esquilache, tras lo cual la monarquía borbónica inició una persecución contra ellos. “No creo que expulsaran a los jesuitas por hacer política”, señala a Vida Nueva Alfredo Verdoy, coordinador del congreso, junto con Henar Pizarro. “Si entendemos por política la toma y control del poder, desde luego que no. Si entendemos por política la defensa de un orden social cada vez más y más dominado por la monarquía borbónica y por los intereses de una parte de la nueva administración española, ta vez sí”, añade el religioso jesuita.

Libertad y justicia

Aquella decisión traumática quebró, en palabras de Verdoy, “una dinámica apostólica y evangelizadora, cultural y empresarial, relacional y comunicadora que, bien asumida, hubiera evitado divisiones y enfrentamientos entre los que pensaban que la vida política de entonces pasaba por mantener a ultranza la tradición y los que consideraban que todo tenía que comenzar prácticamente de cero”.

Ademas, contribuyó a crear un imaginario donde los hijos de san Ignacio de Loyola no salían bien parados, y que de alguna manera persiste en nuestros días. “La prensa del primer tercio del siglo XIX, la prensa liberal, contribuyó de manera más que notable a la popularización del antijesuitismo y a la configuración del jesuita como un ser contrario al espíritu de las luces y de la libertad y de los primeros derechos políticos”, añade. Sin embargo, el profesor se apoya en recientes estudios sobre la expulsión que ponen de manifiesto “que la Compañía no fue una institución corrompida ni los jesuitas un conjunto de hipócritas y seres taimados”.

Dos siglos después de su regreso e inserción en medio de la sociedad, Verdoy estima que, en lo fundamental, los jesuitas de hoy no han cambiado tanto con respecto a los que entonces vivieron un doloroso éxodo. “Vivimos, nos movemos y hasta procedemos de manera un tanto diferente; sin embargo, la raíz de nuestros trabajos apostólicos y de nuestra disponibilidad y universalidad siguen siendo la misma: el seguimiento de Cristo al modo de los Ejercicios Espirituales. Hemos mejorado en un más maduro y más normalizado uso de la libertad y en una definición más evangélica de la justicia; y hemos empeorado, y tal vez estemos siendo molidos, por un secularismo al que nuestros antepasados, a su modo, supieron hacer frente y vencer”.

Entrevista con el provincial de España, Francisco Ruiz

La celebración del bicentenario de la restauración en España está siendo vivida por la Compañía de Jesús “como un acontecimiento del que saquemos sabiduría para el presente”, reconoce el provincial de España, Francisco José Ruiz Pérez, en una entrevista exclusiva a Vida Nueva.

PREGUNTA.- ¿Cómo recuerda la Compañía de Jesús aquellos momentos tan duros de su expulsión de España?

Francisco-Ruiz-provincial-jesuitas3

Francisco José Ruiz Pérez, provincial de los jesuitas en España

RESPUESTA.- La historia es un libro con el que siempre se puede aprender. Hemos intentado releer nuestra expulsión a finales del siglo XVIII como un acontecimiento del que saquemos sabiduría para el presente. La nuestra es también época de fragilidad de la Vida Religiosa por la marginalidad que padece la cuestión de Dios. En ese sentido, los momentos duros de nuestros compañeros expulsados hablan de actitudes de resistencia en la esperanza. Recordar esa firmeza nos hace mucho bien.

P.- ¿Había motivos para esa medida tan radical, tomada también por otros Estados europeos?

R.- La Compañía de aquel tiempo no se había ganado la simpatía de muchos, tampoco dentro de la Iglesia. Su poder fáctico era innegable. Pero eso no justificaba en absoluto una medida que acabó convirtiendo a religiosos de buena voluntad en exiliados sin reconocimiento y amparo algunos. La Compañía vivió un éxodo sin retorno, en la más estricta intemperie y sometida a un tratamiento vejatorio, convertida en la diana de intereses políticos, económicos e ideológicos en contra de la Iglesia. Con los jesuitas de entonces se cometió una injusticia.

P.- ¿Qué imagen cree que tienen hoy los jesuitas en medio de la sociedad de nuestro tiempo?

R.- Nuestra imagen continúa siendo polémica. Somos Vida Religiosa invitada por la Iglesia a habitar espacios fronterizos y poner allí Evangelio como podamos. Esos espacios están llenos de tensiones: las que se provocan al actualizar la formulación de la fe, al conectar la fe con la justicia y la cultura, al poner en diálogo el cristianismo con otras tradiciones religiosas. Los jesuitas, en cierto sentido, somos radicalmente misioneros, con una peculiar sensibilidad por salir al encuentro de la increencia en todas sus versiones. Creo que la sociedad nos ve, por eso, entre las realidades de Iglesia que se hallan en vanguardia; una vanguardia que para unos es motivo de simpatía y para otros causa de rechazo.

P.- ¿Qué ofrece hoy la Compañía de Jesús a una sociedad fuertemente secularizada como la española?

R.- Ofrece a sus más de mil religiosos, unidos en misión compartida con un laicado colaborador extraordinario, todos implicados en iniciativas de servicio eclesial que miran por necesidades cruciales de la sociedad española. Somos pastoral, apostolado social, educación colegial, universidad. Nos entregamos en iglesias, centros sociales, aulas, casas de espiritualidad. Hacemos todo eso por querer expresar que Dios es posibilidad real y cercana para cualquier persona, y por animar a vivir el Evangelio como descubrimiento constante de sentido.

En el nº 2.942 de Vida Nueva.

Compartir