‘La profesora de Historia’: lecciones de futuro

Fotograma de 'La profesora de historia'

J. L. CELADA | Un instituto cualquiera de una ciudad cualquiera de la periferia de París. La estampa, cada vez más familiar, se repite a diario: adolescentes bulliciosos irrumpen en el aula con sus gorras, sus auriculares, sus móviles y una indumentaria propia de la edad y de una sociedad multicultural. Un crisol de razas y religiones sujeto, eso sí, al innegociable principio de laicidad que prohíbe la exhibición pública del velo islámico o la cruz cristiana. Pero, ¿y la proclamada libertad de expresión?

Tal amalgama de etnias y credos, que pone a prueba la consabida tensión entre el Estado y el ciudadano, constituye el escenario donde desarrolla su labor La profesora de Historia (Ariane Ascaride con su habitual derroche de sensibilidad). Esta experimentada docente comparte protagonismo con uno de esos grupos difíciles de manejar –tema recurrente para guionistas y directores–, faltos de motivación y confianza en sus posibilidades. Sin embargo, ellos son Los herederos –título original y más ajustado que su versión española–, los depositarios de un legado de “libertad, igualdad y fraternidad” llamado a transmitirse de generación en generación.

Fotograma de 'La profesora de historia'Consciente de la responsabilidad que tiene entre manos, la también tutora de los chavales busca captar su atención proponiéndoles todo un desafío: participar en el Concurso nacional de la Resistencia y la Deportación, un certamen que invita a reflexionar sobre lo que significa ser niño o adolescente en un campo de concentración nazi. Tema de excepcional trascendencia, pues les permitirá comprobar que “la historia no se aprende, se comprende”; además de ayudarles a canalizar su energía y creatividad. Embarcados en esa empresa común, aprenderán a dejar de fingir que miran o escuchan, para descubrir que no hay imágenes –ni tampoco chistes– inocentes o para llegar a conmoverse con el testimonio estremecedor de una de aquellas víctimas del Holocausto.

Por el camino, Marie-Castille Mention-Schaar adereza esta lección de historia y pedagogía aplicadas con oportunas referencias literarias (Ana Frank, Primo Levi, Simone Weil…), cinéfilas (La lista de Schindler) y artísticas (las representaciones del Juicio final en el tímpano de Conques o en el mosaico de Torcello), antes de acompañar a los estudiantes en su visita al Museo de la Shoah. Así, a medida que avanza la cinta, los gritos discordantes se transforman en silencio fecundo, hasta desembocar en una explosión de alegría que colma de orgullo a la promotora de este cambio.

La profesora de Historia tiene la virtud de conjugar –sin apenas perjuicio en su resultado final– el compromiso del mejor cine social francés, trasladado ya al ámbito educativo en títulos como Hoy empieza todo (1999) o La clase (2008), con una cierta concesión made in Hollywood en su desenlace. Nada que desmerezca los logros de una película empeñada en recordarnos que “la moralidad consiste en el valor de hacer una elección”. Aquí tienen la nuestra de esta semana.

FICHA TÉCNICA

Título original: Les héritiers.

Dirección y guión: Marie-Castille Mention-Schaar.

Fotografía: Myriam Vinocour.

Producción: Pierre Kubel, Marie-Castille Mention-Schaar .

Intérpretes: Ariane Ascaride, Ahmed Dramé, Noémie Merlant, Geneviève Mnich, Stéphane Bak, Wendy Nieto, Aïmen Derriachi, Mohamed Seddiki, Naomi Amarger.

En el nº 2.942 de Vida Nueva

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