La familia

Fernando Sebastián, cardenal arzobispo emérito FERNANDO SEBASTIÁN | Cardenal arzobispo emérito

El matrimonio y la familia son instituciones decisivas para el bien de las personas y de la sociedad. La crisis de la familia amenaza la estabilidad social y rompe la transmisión de la fe a las nuevas generaciones. A última hora, el Gobierno ha decidido hacer algo. Tarde y muy insuficiente. Ya veremos lo que hacemos en la Iglesia.

Hoy el problema es ante todo educativo. Los padres no hablan del tema. En la escuela enseñan el “sexo seguro”. En la Iglesia tampoco entramos mucho en la cuestión. Hay algunas iniciativas de educación afectivo sexual muy valiosas. Pero son muy minoritarias. Tendrían que generalizarse, en los colegios, en las parroquias, en todo los grupos de formación juvenil. Los jóvenes necesitan que alguien les ayude a descubrir la verdadera naturaleza del amor, de la castidad, de la fidelidad, de la mutua entrega hasta la muerte.

En el fondo de la crisis matrimonial hay una idea equivocada de lo que es la persona y de lo que es nuestra vida. Un error antropológico grave: la exaltación de la libertad entendida como mera disponibilidad, como des-compromiso, como capacidad de hacer en cada momento lo que nos venga mejor. Esto da lugar a una cultura basada en el egoísmo y en el actualismo. Tenemos derecho a ser felices aquí y ahora. Esta manera de ver las cosas rechaza los compromisos perpetuos. Y el amor verdadero pide perpetuidad.

En el fondo de este error antropológico está el olvido de Dios. El olvido de que somos criaturas a imagen de Dios, espirituales, inmortales, capaces de actos absolutos y perpetuos. Dios es amor y el amor es divino, por eso es perpetuo. Los seres humanos no podemos vivir plenamente si no arraigamos en un amor fiel y perpetuo y si no respondemos a este amor con un amor definitivo. Este amor lo vivimos en nuestra relación con Dios, y los casados tienen que vivirlo también en su matrimonio. Con la gracia de Dios. Por eso el matrimonio es sagrado y tiene su fundamento indispensable en la conversión a Dios.

En el nº 2.942 de Vida Nueva

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