Bert Daelemans: “El arte tiene que provocar algo, si no, está muerto”

Sacerdote jesuita autor del libro ‘Encuentros en el camino’ (PPC)

Bert Daelemans, sacerdote jesuita autor del libro 'Encuentros en el camino' (PPC)

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | La sensibilidad del jesuita Bert Daelemans –actualmente profesor de Pneumatología y Teología de los sacramentos en la Universidad Pontificia Comillas, en Madrid– para reflexionar sobre Dios a partir del arte contemporáneo no solo afecta al ámbito teórico, sino que se infiltra con rotundidad en la meditación y la oración. Su mirada, siempre atenta al trasfondo teológico y espiritual del arte –y, en particular, de la arquitectura–, se posó en las esculturas en bronce sobre la Pasión de Cristo del artista alemán Werner Klenk. A partir de ellas, ha erigido una extraordinaria “propuesta de discernimiento espiritual” que ha titulado Encuentros en el camino. Una propuesta de discernimiento espiritual (PPC).

Encuentros en el camino. Una propuesta de discernimiento espiritual (PPC)No se trata de un libro de simple lectura –que también es eso–, sino la propuesta de un original vía crucis, veinte estaciones, un camino mistagógico, repleto de textos bíblicos, de música, de los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola y de necesaria reflexión. “Este libro brota de mi propio encuentro con Dios a través de una hermosa obra de arte. Un vía crucis en bronce que encontré por pura casualidad estando de vacaciones en Alemania –explica el religioso–. Como suelo hacer cuando me conquista una obra, tomé muchas fotografías. Las utilicé en un retiro de Cuaresma, añadiendo unas meditaciones sencillas. Me gusta crear con palabras. Por lo tanto, el libro va dirigido a cada cual que quiera profundizar en su camino espiritual con el Señor”.

PREGUNTA.- Sin embargo, Encuentros en el camino, es mucho más que un vía crucis…

RESPUESTA.- Para su título dudé mucho entre “Ejercicios espirituales en bronce” o “Caminando con la cruz al modo ignaciano.” Al final, opté por el más sencillo, Encuentros en el camino, porque, más allá del vía crucis, lo que el libro nos ofrece realmente es una serie de encuentros con Jesús en el camino de cada uno. Durante cinco años, el texto ha madurado hasta tener esta forma de veinte ejercicios espirituales divididos en cuatro pasos, como los Ejercicios de san Ignacio están estructurados en cuatro semanas. Desde el principio estaba clara la espiritualidad ignaciana de fondo, pero la iba explicitando a lo largo de los años. Descubrí, sobre todo, que la mirada de Jesús en este camino nos puede ayudar a discernir y tomar decisiones en nuestra vida.

Respuesta práctica

P.- “¿Cómo se camina con la cruz?”, pregunta usted. Y se contesta: “Se puede aprender, se debe ejercer”…

Escultura 'Pasión de Cristo', del artista alemán Werner KlenkR.- Con esto quiero decir que el libro no se lee simplemente. Uno saborea sus frutos cuando se siente implicado. El libro presenta un camino para recorrer uno mismo junto a Cristo. Los distintos encuentros de Cristo en este camino de la cruz nos ayudan a descubrir no una respuesta teórica, sino una respuesta práctica, vivida y sumamente personal. Es un camino que hay que hacer, ejercer, aprender, caminando con la cruz. Una cruz que no se elige por mórbido dolorismo, sino que, honestamente, ya está presente en nuestra vida. Creo sinceramente que la pasión, la cruz, el sufrimiento y el dolor son puertas abiertas para la espiritualidad de hoy. Es precisamente el ámbito donde nuestros contemporáneos pueden encontrar al Señor. Y si este dolor, esta cruz, se presentan, además, por la via pulchritudinis, por el camino de la belleza, ¿qué mejor camino existe para la humanidad de hoy para encontrar a Dios? Lo dice bellamente René Char: “En nuestras oscuridades no hay un solo espacio para la Belleza. La Belleza ocupa todo el espacio”. Por lo tanto, lo que pretendo en el libro es un camino de nueva evangelización.

P.- “Orar con una obra de arte”, esa es la primera propuesta. Cultura y fe de nuevo de la mano, en esa tradición del jesuita Jerónimo Nadal, ¿no?

R.- Exactamente. Supongo que cada autor solo puede ofrecer lo que resuena en su propia intimidad, allí donde él mismo se siente convocado. Siempre, no sé por qué, me han interpelado obras de arte de todo tipo y de toda época; y cuando esta gracia ocurre, Dios no está nunca lejos. Me interpela a través de la hermosura de las creaciones humanas. Tal belleza me habla de lo digna que es la humanidad. Me siento de nuevo vulnerable y sencillo, y esto es de Dios. Sí, Dostoievski tenía razón: la belleza salvará el mundo. El arte y la belleza son un camino abierto para encontrar a Dios; y a uno mismo, claro. En un artículo suyo en esta revista, en febrero, citó usted a Javier Cremades diciendo que “el arte tiene que ser provocador, pero sin ofender”. Creo que tiene razón. El arte tiene que provocar algo, si no está muerto. El arte auténtico no me deja tranquilo. Así como Dios, me despierta la “memoria peligrosa”, en palabras de Johann Baptist Metz. Peligrosa, porque me cambia la vida.

Hablan las imágenes

Escultura 'Pasión de Cristo', del artista alemán Werner KlenkP.- ¿Por qué Werner Klenk? ¿Por qué sus esculturas como “fuentes insustituibles para acercarse al camino de la cruz”?

R.- Ya no recordaba que lo había formulado así. Lo que quiero decir es que las imágenes son el corazón del libro. No son meras ilustraciones que iluminan el texto. Mi intención es más bien al revés: dejar hablar las imágenes para que se visualicen las palabras. Las palabras pretenden meramente iluminar e ilustrar las imágenes. Son como subtítulos que intentan ayudar al lector a formular su propio con-texto con esta exquisita obra de arte. Para mí significó una gran alegría descubrir su trabajo. La iglesia donde se sitúa este vía crucis está llena de obras preciosas de él, que quizá merecen otro libro, una via lucis. Este verano espero visitarle para ofrecerle el libro. Me parece un escultor que sabe captar muy bien la esencia de la Pasión en trazos muy cercanos, casi cariñosos, que resaltan sobre todo los encuentros donde nuestra humanidad se muestra divina. El vía crucis ya tiene casi treinta años, pero no ha perdido nada de su frescura ni de su abrumadora profundidad. Espero que con este libro muchos puedan conocer esta obra de arte y reconocerse en sus maravillas.

P.- En el fondo, expone una necesidad manifiesta de reflexionar, de orar, en la actualidad, ¿no?

R.- Lo entiendo como tríptico. El libro puede todavía parecer un díptico: texto e imágenes. La verdad es que este diálogo crea espacio para que entre el lector –o como suele decir san Ignacio, el ejercitante– con su historia, su camino, sus encuentros. Por esto, hay tanto espacio dejado en blanco entre palabras y fotografías. Para que el libro tenga su propia vida junto al lector. Para que todo este espacio se habite con el único encuentro que realmente importa: el de Dios con la humanidad, la actualidad del lector.

P.- La intención decisiva es, por tanto, “ampliar momentos de contemplación hacia momentos de encuentro”…

R.- ¡Ah! Esto, precisamente, pretende la espiritualidad ignaciana. Con este libro ofrezco, simplemente, una serie de ejercicios espirituales para poner en práctica nuestra propia espiritualidad personal, estemos donde estemos en el camino. No se trata de aprender sobre Jesús o sobre Dios –quizá sí, no lo sé–, sino de ahondar en nuestro propio camino con el Señor y dejar resonar dentro de nosotros estas miradas y llamadas del Señor. No tanto conocer, sino conocer internamente, como dice san Ignacio. Contemplar para encontrar. Es necesario sobre todo hoy, cuando muchos de nosotros –yo también– padecemos de las enfermedades que el papa Francisco ha llamado el “alzheimer” y la “fosilización” espirituales: olvidar nuestra propia historia de salvación y, con el tiempo, perder la sensibilidad que nos permite llorar con los que lloran y alegrarnos con quienes se alegran. Re-conocer para amar mejor y seguir más de cerca: esta es la intención del libro.

Concierto-espiritual en torno a la obra

Dado que el libro de Bert Daelemans es mucho más que un libro (es poesía, meditación, reflexión teológica, frases ignacianas, imágenes…), su presentación también lo fue. Convocados el pasado 20 de marzo en Madrid por la editoral PPC, la Universidad Pontificia Comillas, y organizado por entreParéntesis, la obra se presentó –aunque también cabría decir se “experimentó”– mediante un “concierto espiritual”, a cargo del Ensemble Falconieri, en donde el propio jesuita tocaba el clavicordio. Tras el concierto, en torno a la Pasión, sendas intervenciones recuperaron el valor de la palabra. Por un lado, Luis Aranguren, director de Ediciones de PPC, quien expuso a los asistentes al acto, en el Centro Arrupe, el proceso de elaboración del libro. Y, por otro, Pedro Rodríguez Panizo, autor del prólogo y vicedecano de la Facultad de Teología de Comillas, quien desgranó algunas claves teológico-espirituales de Encuentros en el camino.

En el nº 2.940 de Vida Nueva

 

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