Las monjas estadounidenses y el Vaticano sellan la paz

Tres años después, concluye una evaluación que “nunca debería haber comenzado”

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“Aleluya!”, tuiteó el jueves 16 de abril la hermana Mary Ann Hinsdale, teóloga del Boston College y miembro de la Orden del Inmaculado Corazón de María. Tal entusiasmo en la red social pronto quedaría aclarado: “¡La investigación a la LCWR ha terminado!”. Inesperadamente, ese día el Vaticano anunció la conclusión de la Evaluación Doctrinal de la Conferencia de Religiosas Femeninas de Estados Unidos (LCWR, por sus siglas en inglés), intervenida en 2012 tras ser acusada de promover el feminismo radical y socavar las enseñanzas de la Iglesia sobre el sacerdocio y la homosexualidad.

Un regocijo compartido por Elizabeth Johnson, profesora de Teología en la Universidad de Fordham y miembro de la Congregación de San José, quien, en declaraciones en exclusiva a Vida Nueva, defiende que las hermanas “han sido actores clave en la fundación de la Iglesia en Estados Unidos. Construyeron escuelas, hospitales, impartieron instrucción religiosa y ofrecieron todo tipo de servicios sociales para inmigrantes sin recursos”. Asimismo, Johnson reivindica que “los miembros de la Iglesia tienen un gran respeto por el ministerio que las hermanas realizan y han estado absolutamente perturbados por la investigación del Vaticano. Es una buena señal que la investigación haya concluido en su tercer año, a pesar de que se suponía que perduraría durante cinco años. En realidad, nunca debería haber comenzado”.

El papa Francisco concluye así el capítulo de enfrentamientos, sospechas y denuncias contra la mayor organización de religiosas católicas de América del Norte, que engloba al 80% de las más de 57.000 monjas que posee la Iglesia católica en el país; mientras que el número de católicos estadounidenses asciende a 67 millones, el 6% de la población católica mundial.

Cruce de elogios

La Santa Sede publicó el fin del mandato coincidiendo con la audiencia privada que el Papa mantuvo con una delegación de este grupo en el Vaticano. “Aprendimos que lo que tenemos en común es más grande que nuestras diferencias”, afirma la hermana Sharon Holland, de la Orden del Inmaculado Corazón de María.

Las religiosas estadounidenses no dudaron en anunciar en tono triunfalista que se ha llegado a una comprensión más profunda de las experiencias, roles, responsabilidades y esperanzas recíprocas en la Iglesia. Y por si el cruce de elogios mutuos durante su visita a la Santa Sede hubiera sido poco, a su llegada a Estados Unidos, Marcia Allen y Carol Zinn, presidenta electa y expresidenta de la LCWR, respectivamente, dijeron que el encuentro había dado lugar a conversaciones “muy ricas” sobre los problemas que enfrenta la Iglesia y la sociedad global.

Lara Martínez. América del Norte

Pacto de silencio

Cerrado el conflicto, nadie relacionado con el mismo se pronunciará al respecto hasta el 15 de mayo, ya que, según diversos miembros de la LCWR consultados por Vida Nueva, la Congregación para la Doctrina de la Fe pidió tanto a sus propios funcionarios, así como a la institución, no hablar con la prensa sobre este asunto durante al menos 30 días. Un “pacto de silencio” que no deja de sorprender a los medios americanos.

Para Ann Carey, periodista del National Catholic Register, este período es un intento de dejar que todas las partes asimilen el acuerdo de paz. “Es probablemente un acierto, aunque, como periodista, tengo decenas de preguntas que me gustaría hacer, y estoy segura de que otros periodistas también”, indica, al tiempo que comenta que los miembros de la LCWR “han aceptado las reformas de Doctrina de la Fe porque se dieron cuenta de que perderían su estatus canónico si no lo hacían”.

Preguntada sobre la necesidad del Pontífice de acabar con este enfrentamiento, Carey responde contundente: “Todos los católicos ansiaban una reconciliación. Para la Iglesia es doloroso tener estos desacuerdos y ser juzgada en los medios”. La prensa y la población estadounidenses siempre han mantenido una posición crítica hacia la Iglesia en sus postulados morales sobre temas como el aborto, la eutanasia y la anticoncepción, así como el matrimonio homosexual. “Había un cierto deseo de ver a la Iglesia con el agua al cuello. Todos confiaban en que las enseñanzas morales de las hermanas prevalecieran”, concluye Carey.

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