Dora Vargas

Dora-Vargas2b

“Caminar con las víctimas para que puedan visibilizar su situación”

Dora Ligia Vargas Portilla hace parte del área Vida, Justicia y Paz de la Pastoral Social de la Diócesis de Tumaco. Su trabajo consiste en caminar con las víctimas del conflicto en la región para que puedan visibilizar su situación y encontrar soluciones a lo que viven.

A mediados de la década de 1980, Rosa Wurms, integrante de las misioneras laicas de Friburgo, llegó a la zona rural del municipio de Barbacoas (Nariño), de donde Dora es oriunda. La misionera inició un servicio de salud y un trabajo pastoral que pronto involucró la creación de un grupo juvenil. Dora hizo parte de esta experiencia junto a otras personas que, como ella, recibieron formación para animar procesos al servicio de la comunidad. Las celebraciones de la Palabra y otras actividades propiciadas por Rosa llamaban a la reflexión sobre los problemas de las familias y la necesidad de salir adelante. Junto a ella, Dora aprendió a amar su región; gracias a Rosa accedió a nuevas oportunidades que le hicieron ver la importancia de retribuir lo recibido, sirviendo a la gente.

A sus 16 años, no había podido iniciar bachillerato debido a que los ingresos de su mamá no eran suficientes y apenas alcanzaban para el sostenimiento de la casa. En el pueblo no había secundaria y para estudiar a ese nivel había que trasladarse. Con la ayuda de Rosa, de su madre y del padre Alfonso Obando, Dora ingresó al Colegio Nacional Sucre, en Ipiales, de donde se graduó como una de las 10 mejores estudiantes de su generación. Como premio le regalaron el formulario de la Universidad Nacional que sirvió para que pasara a estudiar Psicología en Bogotá. Durante los seis años que estuvo lejos nunca pensó en quedarse, siempre tuvo en la cabeza el deseo de regresar y trabajar en su tierra.

Inspiración y resistencia

Invitada por Rosa, Dora llegó a la Pastoral Social de Tumaco con 29 años, en septiembre de 2002, un año después del asesinato de Yolanda Cerón. Le ofrecieron la oportunidad de apoyar un proyecto que venía impulsado la Hna. Amparo Franco: Educar en la calle, una alternativa para la convivencia y la paz. Con apoyo de la Misión de la Belén, el Bienestar Familiar y el Ministerio de Cultura, la iniciativa estaba orientada a generar espacios de encuentro y formación para niños desescolarizados. Esto le permitió analizar la situación de la niñez en el municipio (desnutrición, dificultades para el acceso al servicio de salud, violencia entre barrios). El proyecto quiso generar una oferta más integral. Además, de programas artísticos, se creó un comedor popular; se acompañó a las familias para que registraran a sus hijos e hijas ante las instituciones del Estado; se procuró que los menores volvieran a la escuela.

En 2010 se integró a la comisión Vida, Justicia y Paz. Le plantearon la necesidad de acompañar a víctimas del conflicto. En asocio con la parroquia local, el trabajo comenzó en el corregimiento de Altaquer, municipio de Barbacoas. Más de cien familias indígenas del pueblo Awá buscaban organizarse en la vereda La Primavera, luego de ser desplazadas de su tierra entre el 2004 y el 2005. Debido a la guerra habían sufrido cantidad de tragedias: desapariciones, asesinatos, accidentes por minas, reclutamiento.

Posteriormente, en Tumaco, Dora inició un trabajo con mujeres de varios barrios; una estrategia sicoterapéutica a través del tejido, que ha ayudado a que estas mujeres asuman su historia y se abran a nuevos proyectos, sobreponiéndose a la experiencia del dolor. Dora tiene a flor de piel el recuerdo de Gabi May, fallecida en el 2013, con quien trabajó en el surgimiento de la iniciativa. Fuente de inspiración y también de las misioneras laicas de Friburgo, Gabi sigue siendo un referente del trabajo social en el Pacífico nariñense.

El trabajo en Altaquer continúa y ha sido fundamental para descubrir la importancia de la incidencia política cuando se acompaña a la gente en su viacrucis. El proceso comenzó conociendo sus realidades; promoviendo un trabajo de memoria, para hablar de las afectaciones del conflicto que han sufrido las familias y de los retos que implica un reasentamiento (no hay agua ni electricidad; muchos viven en condiciones indignas). Esto ha puesto de manifiesto una nueva forma de violencia: la negligencia de las instituciones del Estado. El área Vida, Justicia y Paz busca que la gente se empodere de sus propios recursos como personas y que puedan pasar de una condición de víctimas a convertirse en agentes activos, capaces de luchar por sus derechos y por el cumplimiento de los organismos gubernamentales. Dora saca fuerzas de la resistencia de la gente. Como decía Yolanda, “el trabajo apenas empieza”.

Texto y foto: Miguel Estupiñán

Compartir