Una de cada tres vocaciones proviene de misiones

Jóvenes consagrados cuentan su experiencia ante la Jornada de Vocaciones Nativas

OMP

De izquierda a derecha, Yiva, Montse, Benjamine y Javier

BLANCA RUIZ ANTÓN | “No hay razón por la que las vocaciones de territorios de misión no podamos venir a Europa y compartir nuestra fe. Las Iglesias jóvenes pueden aportar vivacidad”, apunta Benjamine Kimala Nanga, religiosa misionera comboniana.

“Hay una gran preocupación por el número de vocaciones, pero lo más importante es la calidad. La sociedad ha cambiado para todos, también para las demás vocaciones, como puede ser al matrimonio. Lo más importante no es ser monja, sacerdote o misionero; lo más importante es vivir la vocación que sea desde la fe y compartirlo con los que están a su lado”, subrayó durante la presentación en Madrid, el día 22, de la Jornada de Oración por las Vocaciones, junto con la de las Vocaciones Nativas, que se celebran el 26 de abril.

Convocados por Obras Misiones Pontificias y la Conferencia Episcopal Española, el acto contó con el testimonio de cuatro jóvenes que han respondido a la llamada a la Vida Religiosa. Yiva Arulando, de los Misioneros del Verbo Divino, encontró su vocación al ver cómo una religiosa ayudaba a las familias de su pueblo en la India, en donde los cristianos no son ni el 2% de la población y, además, son perseguidos. Esa difícil situación no le impidió responder a la llamada, y, aseguró, con confianza en que “la Iglesia siempre ha salido más fortalecida y reforzada tras momentos difíciles como los que se viven ahora”.

El camino que llevó a Montse Chías a las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús fue más largo. “Ser religiosa no estaba entre mis planes”, apuntó. Pero todo comenzó a cambiar a raíz del encuentro con esta congregación en la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia, en 2005. “No me dejaba de dar vueltas la pregunta, tan ignaciana, de que hay que elegir entre lo muy bueno y lo mejor. Me preguntaba qué sería eso mejor que Dios tenía para mí en mi vida. Ahora sé que esta vocación era mi mejor”, señaló.

Javier Cedrón, seminarista en Madrid, afirmó en este encuentro con la prensa que “no es que haya menos vocaciones, porque hay partes del mundo en donde hay muchísimas. Lo que faltan son respuestas a la llamada de la vocación porque hay mucho ruido y no hay forma de que te puedas hacer la pregunta y escuchar la respuesta”.

Tras hacer el Camino de Santiago con jóvenes de Renovación Carismática, Javier vio que su desorientación y tristeza tras acabar la carrera “cambió radicalmente”. “En ese momento –reveló– comencé a vivir la fe en primera persona”. Cinco o seis años después, en unos ejercicios espirituales, y después de resistirse a la llamada al sacerdocio, “ya no tuve más remedio que rendirme”, según confesó. “Si esto es posible, es porque Dios está vivo, no es un recuerdo o un ideal, y yo soy testigo de esto”, apuntó el joven seminarista.

En el nº 2.938 de Vida Nueva.

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