La profundidad en los tiempos de la Red

Antonio Spadaro, director de La Civiltà CattolicaANTONIO SPADARO | Director de La Civiltà Cattolica

Nuestra vida espiritual, se entienda de una manera o de otra, de forma más o menos religiosa (pensamiento, reflexión, meditación, oración), está ciertamente influenciada por el modo en que vivimos la Red. Quien tiene una cierta costumbre con la experiencia de Internet se muestra más preparado para la interacción que para la interiorización. Generalmente, el término “interioridad” se usa como sinónimo de profundidad, mientras que “interactividad” es, a menudo, un sinónimo de superficialidad. ¿Estamos entonces condenados a la superficialidad?

Hay algunos que ingenuamente lo creen así. Pero, ya en 2012, Benedicto XVI escribió en su Mensaje para la XLVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “Hay que considerar con interés los diversos sitios, aplicaciones y redes sociales que pueden ayudar al hombre de hoy a vivir momentos de reflexión y de auténtica interrogación, pero también a encontrar espacios de silencio, ocasiones de oración, meditación y de compartir la Palabra de Dios”.

¿Es de verdad posible conjugar profundidad e interactividad? La clave está en que los habituados a la interactividad interiorizamos las experiencias si somos capaces de tejer con ellas una relación viva y no puramente pasiva, receptiva. Conocer significa no solo caminar en profundidad, sino también conectar las cosas entre ellas.

El alma es también un “castillo” hecho de habitaciones interconectadas, como decía santa Teresa de Ávila a mediados del siglo XV. El papa Francisco, hace muchos años, habló de la teología “como si”. Es decir, decía que era necesario meditar sobre una escena evangélica “como si” se estuviera dentro de esta misma escena, proyectando con la imaginación el propio cuerpo en el espacio representado.

La espiritualidad de hoy, por tanto, vive los mismos desafíos de la comunicación: ser contemplativa en la acción y en la interacción, evitando oponer demasiado rápido la profundidad a la interacción, la superficialidad a la interiorización. La Red está hecha de nudos entrelazados, en los que existe un nivel de profundidad que es uno de los grandes desafíos espirituales para el hombre en el tiempo de la Red.

En el nº 2.938 de Vida Nueva.

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