Francesco Montenegro: “Falta voluntad para acabar con las muertes en el Mediterráneo”

Francesco Montenegro, cardenal de Agrigento (Sicilia) y Lampedusa

Cardenal de Agrigento (Sicilia)

El drama de la inmigración: “Falta voluntad para acabar con las muertes en el Mediterráneo” [extracto]

DARÍO MENOR (ROMA) | Francesco Montenegro es arzobispo de Agrigento, la archidiócesis siciliana a la que pertenece Lampedusa. Esta pequeña isla situada en el corazón del Mediterráneo es el símbolo del drama de la inmigración, como reconoció el papa Francisco cuando la visitó en julio de 2013, denunciando entonces “la globalización de la indiferencia”.

La última tragedia se produjo el domingo 19 de abril, cuando naufragó una embarcación cargada con 950 indocumentados que había partido desde Egipto y se dirigía a Italia. Los equipos de rescate solo pudieron encontrar a 28 supervivientes. “No hay voluntad política de acabar con las muertes de inmigrantes en el Mediterráneo”, lamenta Montenegro, creado cardenal por Bergoglio en el consistorio del pasado febrero.

PREGUNTA.- ¿Qué palabras encuentra ante esta nueva tragedia?

RESPUESTA.- Da mucha tristeza. Por desgracia, cuando suceden estos hechos, nuestras reacciones llegan como si fuera la primera vez que ocurre. Hemos llegado ya a cerca de 24.500 muertos, pero reaccionamos como si fuera la primera vez. De hecho, más que las palabras, lo que tal vez haga falta ahora es el silencio. Solo el silencio en algunas ocasiones dice más que las palabras. Debemos sentir nuestra responsabilidad frente a estos muertos, que nos pertenecen. Ante esta realidad, tenemos la necesidad de callar y mirarnos hacia dentro.

P.- La Iglesia siciliana ha mostrado una gran solidaridad frente a estas personas. ¿Cómo vive la aparente falta de voluntad política para que no se repitan estas muertes?

R.- No hay una voluntad política tal vez porque Europa ha puesto en el centro a la economía. Mientras nos sigamos preocupando del dinero, estaremos siempre obligados a dividir el mundo entre Norte y Sur. En cambio, si la Unión Europea pusiese al hombre en el centro, descubriría que no hay diferencia entre el hombre blanco y el negro, entre el que viene de lejos o el que está aquí cerca. Solo así se podría construir una Europa nueva y un mundo nuevo.

P.- La operación militar ‘Mare Nostrum’ para rescatar a los inmigrantes en alta mar costaba nueve millones de euros mensuales. Su alto precio, según las autoridades italianas, motivó su sustitución en noviembre por un despliegue mucho más modesto. ¿Ve salida a esta situación?

R.- Las leyes, tal como están ahora, han producido muchos muertos, lo que quiere decir que deben ser cambiadas. Cómo hacerlo depende de los técnicos. Son ellos los que deben decir cómo cambiar, pero está claro que la estructura no puede continuar así. Hemos hecho leyes para intentar frenar la inmigración, pero nos hemos dado cuenta de que es imposible. La acogida no debe ser solo que te saco del agua y te llevo a tierra firme. La acogida significa que te pongo en la calle y te permito vivir. Falta este último elemento. Es esa la acogida que debe darse.

P.- ¿Hay en la Iglesia siciliana quienes dicen que no hay trabajo para estos inmigrantes y que sería mejor que se quedaran en sus países de origen?

R.- Teledirigida por algunos medios de comunicación y por muchos que están extendiendo el síndrome del miedo, la gente está empezando a creer eso. Pero la realidad es que estos inmigrantes no quieren quedarse hoy en Italia. Además, tenemos a cinco millones de italianos que han emigrado al extranjero, dejando un hueco en nuestra nación. La llegada de inmigrantes está permitiendo que los motores de Italia puedan aún funcionar. Un país con un agujero de cinco millones de personas no puede mirar al futuro. Estas personas nos están asegurando que la rueda gire. Ante quienes dicen que nos quitan el trabajo, hay que recordar los resultados de un reciente estudio de una fundación, según el cual Italia gana con los inmigrantes 3.900 millones de euros.Francesco Montenegro

Un cardenal en las periferias

P.- El Papa ha hecho continuos llamamientos para que se detengan las muertes de inmigrantes en el Canal de Sicilia. ¿Tiene la Iglesia siciliana en mente alguna actuación para intentar revertir esta situación?

R.- Yo mismo he ido a la Unión Europea para hablar de esta cuestión. Me entrevisté con el antiguo presidente [José Manuel Durão Barroso]. Pero la lógica de Europa es tal que para poder tomar una decisión deben pensar de la misma manera los 27 países miembros. Antes de que los 27 tengan la misma opinión hará falta tiempo. El hecho de que, como decía, la economía esté en el centro no permite que se tomen decisiones de atención al hombre. Esta maquinaria es muy lenta y está produciendo muertos.

P.- ¿Por qué cree que Francisco ha querido crearle cardenal?

R.- Eso no lo sé. Él no me lo ha dicho ni tampoco yo me lo esperaba.

P.- ¿Lo interpreta como un reconocimiento a usted o a su archidiócesis?

R.- Más que un reconocimiento a mí, lo es a una tierra y a una Iglesia que se está esforzando para ayudar a esta gente, a los inmigrantes. Agrigento es, además, una tierra pobre, en la que no hay trabajo ni industria. Muchos parten y se convierten en emigrantes porque no hay trabajo.

P.- Tiene usted motivos para sentirse un cardenal de las periferias…

R.- Estamos en uno de los extremos de Europa. De hecho, a veces digo de broma que soy obispo del norte de África, porque Lampedusa está más cerca de África que de Sicilia.

P.- Usted fue el encargado de Cáritas en el Episcopado italiano y siempre ha mostrado una gran cercanía con los pobres. ¿Qué significa para usted tener un Papa como el actual?

R.- Estoy contento porque antes había un cierto temor a hablar de los pobres. Hoy, finalmente, se puede hablar de ellos con más libertad. El Papa nos hacer recordar el Evangelio página tras página al indicarnos que la Iglesia tiene que estar en la calle, que debe hacerse pobre para estar con ellos.

P.- Hay quien critica a Francisco por su atención a los pobres, diciendo que instrumentaliza el pauperismo. ¿Está de acuerdo con estas personas?

R.- Si el Papa se limitara a hablar, podríamos decir lo que usted dice, pero está demostrando que la atención a los pobres es verdadera. Va a verse con ellos, se preocupa por lo que necesitan, viene hasta Lampedusa… Si eso es pauperismo, ¿qué es el Evangelio? Siempre digo que si le quitáramos las páginas dedicadas a los pobres, nos quedaríamos solo con la portada y la contraportada. Entre la primera y la última página hay siempre un pobre de por medio. El hecho es que Jesús se identificó con el pobre y se preocupó por decirnos que no solo le diéramos un vaso de agua y un trozo de pan. De forma continua nos dice que es allí donde está Él. Ese es el camino que debe seguir el pueblo para encontrarse con Jesús. Si esto es pauperismo, entonces debemos meter el Evangelio en un cajón.

P.- Bromeaba usted antes contando que a veces dice que es un obispo del norte de África. ¿Tiene alguna relación con los obispos del Magreb? ¿Hay algún proyecto para asistir a los inmigrantes en Libia y Túnez antes de que partan hacia Europa?

R.- He creado una relación con Túnez como Iglesia agrigentina. Tenemos momentos de intercambio, nuestros muchachos van allí a hacer campos de trabajo. Ellos también han venido a hablar con nosotros. En Libia creo que ahora no se pueda hacer nada. El obispo de Mazara del Vallo va a menudo a los encuentros de los obispos norteafricanos. Estamos viendo cómo convertir al Mediterráneo en un lugar de encuentro.

P.- ¿Ha dado algún fruto concreto el hermanamiento de la Iglesia de Agrigento con la de Túnez?

R.- Son dos pobres que se juntan. Nuestra Iglesia es pobre, tiene hambre y entiende al hambriento. Juntos recorremos el camino que nos indica el Evangelio.

En el nº 2.938 de Vida Nueva

 

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