Kenia llora a sus estudiantes

Musulmanes y cristianos condenan la masacre yihadista en la Universidad de Garissa

Cardenal-Nairobi-G

ALBERTO EISMAN (ÁFRICA ORIENTAL) | El 2 de abril, Jueves Santo, pasadas las cinco de la mañana, un comando de la milicia yihadista somalí de Al-Shabab asaltaba la Universidad de Garissa, una ciudad keniana cercana a la frontera con Somalia, y abría fuego contra los estudiantes, que a esa hora temprana estaban ya en las aulas preparando los próximos exámenes. Según testigos de la masacre, los jóvenes que eran capaces de recitar versos coránicos eran liberados inmediatamente, mientras que los cristianos eran asesinados con armas de fuego ligeras. Incluso algunos estudiantes pudieron llamar a sus familias y despedirse antes de ser ejecutados. El ataque se saldó con 148 muertos y decenas de heridos.

Según fuentes locales, en contra de lo que sostiene el Gobierno, las fuerzas de seguridad kenianas tardaron varias horas en acudir al lugar de los hechos, hasta el punto de que los atacantes (se cree que un grupo de cinco, de los cuales cuatro fueron abatidos) tuvieron tiempo para pasar de la zona de las clases a la de los dormitorios y atrincherarse en ubicaciones estratégicas. También se ha criticado el hecho de que el campus solo contara con dos policías armados como protección para más de 700 estudiantes, cuando apenas dos semanas atrás se había distribuido por todas las universidades del país una circular interna alertando sobre un posible ataque de la milicia somalí y pidiendo que todos los rectores tomaran precauciones y elevaran el nivel de vigilancia.

Kenia1Ante estos crímenes, un sentimiento unánime de dolor e impotencia se ha extendido por todo el país. Grupos multirreligiosos han salido a las calles para mostrar su repulsa contra el brutal atentado y pedir unidad. Así, el Consejo Supremo de los Musulmanes de Kenia ha condenado los “actos bárbaros” de Garissa y el Consejo de Imanes y Predicadores –por boca de su secretario general, Sheik Khalifa– ha insistido en la importancia de evitar cualquier incitación al odio y la violencia, tanto en las actitudes individuales como desde las redes sociales. Mensajes a los que se sumó el cardenal John Njue, arzobispo de Nairobi, durante el funeral por las víctimas.

Lo sucedido en Garissa es un capítulo más en la espiral de violencia que sufre el país a manos de Al-Shabab. Si en septiembre de 2013 otro comando asaltó y secuestró el centro comercial Westgate en Nairobi, con un balance de 72 muertos y dos centenares de heridos (VN, nº 2.864), a finales del año pasado la milicia yihadista seguía sembrando el terror con sus ataques mortales a civiles y policías en poblaciones y carreteras cercanas a Somalia.

Durante este período, la respuesta gubernamental no se ha hecho esperar, aunque las fuerzas de seguridad han sido acusadas de flagrantes violaciones de derechos humanos e incluso de asesinatos extrajudiciales en Mombasa y otras zonas costeras, amparándose en la ley antiterrorista, lo cual ha elevado aún más la tensión entre grupos musulmanes y el Ejecutivo central.

En el nº 2.936 de Vida Nueva.

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