Luis Manuel Alí. Miembro de la Pontificia Comisión para la Tutela de Menores

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“La prioridad son las víctimas”

El padre Luis Manuel Alí coordina el área de orientación sicológica del Seminario Mayor de Bogotá. Fue invitado a integrar la Pontificia Comisión para la Tutela de los Menores debido a su experiencia en el campo de la formación humana y afectiva de candidatos al sacerdocio. El organismo tiene por objetivo ofrecer propuestas e iniciativas orientadas a mejorar en ambientes eclesiales las normas y los procedimientos para la protección de todos los menores y adultos vulnerables. Con la dirección del cardenal Seán O’Malley, arzobispo de Boston, se trata de un equipo multidisciplinario, al servicio directo del Sumo Pontífice; constituido por 17 personas, entre ellas dos víctimas de abusos sexuales: la irlandesa Mary Collins y el inglés Peter Saunders.

Particular interés reviste para la Comisión la atención pastoral a las víctimas y sus familias; el ámbito educativo; las directrices para un enfoque óptimo; la formación al sacerdocio y la Vida Religiosa; las normas eclesiásticas y civiles que regulan las acusaciones de abuso y la asunción de responsabilidad de las personas en posiciones de autoridad dentro de la Iglesia en el momento de tratar dichas acusaciones. Temas de los cuales se ocupan sus integrantes en subcomisiones y que pretenden dar cuenta del esfuerzo que hace la Iglesia para convertirse en una verdadera “casa segura”, según la preocupación de Francisco.

¿Qué implica el trabajo de esta Comisión en orden a erradicar de la Iglesia el abuso sexual de menores? 

Quiero aclarar lo siguiente: la Comisión no tiene la competencia de tratar casos específicos de pedofilia, eso lo hace la Congregación para la Doctrina de la Fe. La Comisión ofrece propuestas pedagógicas, formativas, en todos los ámbitos, no solamente canónicos, sino también pastorales y espirituales; para seguir acompañando a las víctimas, para hacer ambientes más seguros de protección.

Ya desde el papa Benedicto XVI la Iglesia ha optado por tolerancia cero, es decir que la prioridad fundamental es la protección de los menores, una prioridad que no puede estar por debajo de la protección de la imagen de la Iglesia.

Cuando estos problemas comenzaron a darse a la luz pública a finales de los 90, especialmente en Estados Unidos, algunos protocolos de ciertas Iglesias locales fueron “evitemos el escándalo”, “miremos si la cosa puede ser manejada de una manera tal que no salga a las luz”. Y el problema es que no se preocupaban por la víctima sino por el escándalo, por lo que iba a implicar para la Iglesia, incluso, a nivel económico. Se trató de esconder la situación; y al sacerdote, ponerlo aquí o allá. No había una atención prioritaria a la víctima.

Desde el papa Benedicto XVI hay un giro total. Basta recordar la carta que dirigió a los católicos de Irlanda. El mismo Juan Pablo II ya había dado pasos importantísimos en el cambio que hubo de los procesos en la Congregación para la Doctrina de la Fe. El 30 de abril de 2001 el organismo publicó un documento titulado Sacramentorum Sanctitatis Tutela. Desde el papa Benedicto y ahora, con más insistencia, con el papa Francisco la prioridad son las víctimas, el respeto a esas personas y a la protección de los menores en la Iglesia. Esto no quiere decir que haya que descuidar a los sacerdotes implicados. También con ellos hay que tener misericordia. Si son personas que han sido denunciadas tienen todos los derechos para hacer un debido proceso de defensa. También, después, si son juzgados, es necesario acompañarlos; aunque se les excluya del ministerio, pastoralmente también hay que ser misericordiosos con ellos.

La idolatría del poder

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Le he escuchado decir que existe un vínculo entre abuso sexual y abuso de poder. ¿Podría explicar la relación?

Cuando uno analiza casos concretos sobre situaciones de personas que han sido abusadas por miembros del clero o por laicos o por personas mayores siempre está el elemento del poder. Es una cosa de la cual se ha tomado conciencia en todos los estudios que se han hecho: el abuso de menores es, sobre todo, un abuso de poder. Es un poder mal manejado. Es un poder que se vuelve idolatría. Es la idolatría del poder, de la cual tenemos que tomar conciencia. Algunos miembros de la Iglesia han caído en esa tentación. Por eso, cuando hablamos de políticas muy certeras para la protección de los menores también tenemos que hablar sobre políticas muy certeras para que el poder sea evangélico. Tenemos que evangelizar el poder para que esté al servicio de los demás.

¿Qué lugar ocupa la formación humana y afectiva en los procesos formativos en el Seminario Mayor de Bogotá?

Desde hace mucho tiempo ha habido la tradición de tener siempre un sicólogo sacerdote. En la época de nuestro rector Mons. Augusto Campos, se vio la necesidad de hacer algo más estructurado y se conformó el área de orientación sicológica. Uno de los puntos que vimos importantes fue trabajar muy específicamente la formación de la dimensión humana afectiva y vimos que era importante trabajarla no solamente en los trabajos que se hacen de formación integral de los jóvenes seminaristas, sino como algo específico. Entonces, propusimos unas convivencias, unos talleres de fin de semana, que realizamos a cada uno de los grupos, desde el primer año hasta el último. Nos vamos un fin de semana y trabajamos temas como vida emotiva y sentimental de las personas; relaciones interpersonales con la familia, con los pares, con las otras personas; cómo integrar la dimensión sexual con la vida de castidad y celibataria; mecanismos de afrontamiento para tener herramientas en los momentos en que hay situaciones de conflictos, ansiedades o frustraciones. También, la autoestima y todo lo que implica una imagen de sí de una persona que quiere ser consagrada

¿Cómo se ha trabajado lo que tiene que ver con la protección de los menores? 

Hacemos charlas para tomar conciencia de la relación seria, segura y respetuosa que se tiene que tener con los menores; sabiendo siempre que los menores son niños, adolescentes o adultos vulnerables. Un caso. Trabajamos los límites relaciones. Cuando uno está en un trabajo pastoral, uno puede ser muy cálido, muy afectuoso, muy querido, pero  siempre con límites relacionales; límites que no son solamente de las maneras de relacionarnos sino también de los espacios. Trabajamos mucho esos temas concretos y específicos, hasta con cosas muy prácticas: cómo puede ser la casa cural de un sacerdote, cuáles son los espacios de intimidad de esa casa, cuáles son los espacios que pueden ser abiertos a las personas; en qué espacios se trabaja con los niños y adolescentes, cómo hacer protocolos para trabajos pastorales con niños y adolescentes. Un ejemplo, se hace una convivencia… cuáles son los protocolos para ir con un grupo de niños para que estén seguros (se organiza con los padres de familia; dos o tres padres acompañan; se cuenta con la firma de los acudientes). Esas cosas específicas tienen que ser trabajadas. El Papa ha dicho que la Iglesia tiene que ser el hogar de todos, pero un hogar seguro, donde nadie dude de que sus niños, sus jóvenes y adultos vulnerables están seguros. Esa es la prioridad.

¿Qué ha significado trabajar en la Comisión con dos víctimas de abusos sexuales? 

Me ha impactado que son creyentes, que son católicos que siguen practicando su fe y siguen creyendo en su Iglesia aunque han sido víctimas de abusos terribles. Desean ver  en la Iglesia ese hogar seguro que ellos no tuvieron. Ellos insisten mucho en eso, en su amor profundo a la Iglesia y en ese deseo de que en el futuro no vuelva a suceder lo que a ellos les sucedió. Por ese respeto que tienen al sacerdocio, a la Iglesia Católica como institución pero también como carisma. Por eso la visión que ellos tienen es algo impresionante: cómo desde la misma situación de vida y desde su mismo compromiso (el mismo hecho de ser activistas) quieren hacer un aporte muy significativo. Conocen la realidad desde su cuerpo; la devastación que implica en la vida de una persona.

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¿Qué desafíos se le presentan a la Iglesia latinoamericana?

Que las conferencias episcopales tomen conciencia de la necesidad de hacer consejos para la protección de los menores. Todas las conferencias episcopales han propuesto a las Iglesias locales de sus naciones las Directrices para tratar los casos de abuso sexual contra menores por parte del clero y no pocas iglesias particulares han puesto en la practica el Manual de Conducta para responder a la carta circular de la Congregación de la Doctrina de la Fe, firmada por el cardenal Levada en 2011. Sin embargo, en Latinoamérica solo una conferencia tiene consejo para la protección de los menores, la Conferencia Episcopal de Chile. Son necesarios consejos permanentes  que vayan  generando estas propuestas formativas, pedagógicas. Ese es un reto muy concreto que tenemos: ayudar a implementar desde la Comisión esas posibilidades.

Texto : Miguel Estupiñán

Fotos: VNC

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