La Vida Consagrada en Colombia

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Llamados a escuchar a Dios donde la vida clama

La Conferencia de Superiores Mayores Religiosos de Colombia (CRC), durante estos sesenta y dos años, ha sido gestora de un proceso de animación, acompañamiento y seguimiento de la vida de los religiosos y religiosas que hacen presencia en el país desde las distintas obras apostólicas y misioneras.

Con cada una de las obras, que son parte de la misión apostólica, ha ido dando respuesta a las necesidades más sentidas de nuestro pueblo, en especial la búsqueda de caminos de justicia, paz y equidad. Estos anhelos son parte del reino querido por Dios para sus hijos e hijas. Con el paso de los años han surgido nuevas formas de seguimiento del proyecto de Jesús. Estos nuevos institutos han dado respuesta a las necesidades de sus contextos y hoy su acción apostólica y carismática sigue siendo vigente. 

La Vida Consagrada de Colombia ha acogido las orientaciones y directrices de la Sagrada Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, las de la Confederación Caribeña y Latinoamericana de Religiosas y Religiosos (CLAR), las de las iglesias particulares y, en general, la realidad de la vida de nuestros pueblos en casi todas las regiones de Colombia. Actualmente la CRC reúne a 291 congregaciones, 340 casas de superiores generales, provinciales y/o delegados; y 2.984 obras apostólicas y un número aproximado de 16.000 religiosos y religiosas. En la CRC contamos 35 seccionales o regionales que agrupan a los religiosos y religiosas que hacen presencia en Apartadó, Medellín, Arauca, Barranquilla, Cartagena, Garagoa, Tunja, Manizales, Florencia, Guapi, Popayán, Valledupar, Chocó, Montería, Riohacha, Neiva, Santa Marta, Villavicencio, Ipiales, Pasto, Cúcuta, Ocaña, Mocoa, Armenia, Pereira, Barrancabermeja, Bucaramanga, Sincelejo, Ibagué, Líbano – Honda, Buenaventura, Cali, Palmira y Buga.

Plan Global 2013-2016

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El presente es el texto del Plan Global de la CRC para el trienio 2013–2016 que ha sido elaborado con la participación de muchos consagrados y consagradas, teniendo en cuenta las líneas propuestas para la Vida Religiosa latinoamericana y caribeña: escuchar a Dios «donde la vida clama» desde el icono inspirador de Betania, para animar la Vida Consagrada colombiana a redescubrir y potenciar los valores fundantes del seguimiento de Jesús, en un contexto social de injusticia y deshumanización en el que nos encontramos, y a asumir el papel profético y místico en la perspectiva de la intercongregacionalidad y la comunión eclesial a la que el Espíritu nos llama. 

Resuenan en este trienio los ecos del Año de la Fe y la celebración de los 62 años de la CRC, así como los frutos maduros del Concilio Vaticano II celebrado hace 50 años. Frutos como la nueva manera de ser Iglesia: Pueblo de Dios y Comunión; la nueva manera de ser consagrados: Perfectae Caritatis; nueva manera de centrar nuestros esfuerzos misioneros: opción preferencial por los pobres. Este Plan Global está pensado para motivar y suscitar, para inspirar y recrear, para renovar y confirmar.

Según el icono de Betania, estamos llamados a redescubrir la «comunidad de amor, casa de encuentro y corazón de humanidad» (Jn 11-12; Lc 10) al relacionarnos con Jesús Maestro, con Marta, con María y con Lázaro. Queremos volver a escuchar de labios de Jesús: «Yo soy la resurrección. Quien cree en mí, aunque muera vivirá» (Jn 11, 25). Queremos volver a decir: «Yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (Jn 11, 27).

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Nos mueve el deseo de escuchar auténticamente la Palabra, acogiendo los clamores de la vida en medio de los pobres y de las nuevas generaciones. Nos mueve que «todo lo que tenga que ver con Cristo tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo» (DA n. 393). Nos mueve el llamado del papa Francisco: “Abran puertas, hagan algo ahí donde la vida clama. Prefiero una Iglesia que se equivoca por hacer algo que una que se enferma por quedarse encerrada…”. Nos mueve el acontecimiento de Aparecida desde el que fuimos enviados en Misión Continental para derramar el perfume de nuestra vida a los pies de Jesús y de los pobres. Nos mueve un fuerte y decidido empeño por la comunión.

Acogiendo la reflexión de la CLAR en su Horizonte Inspirador, en actitud de comunión con toda la Vida Consagrada del continente, proponemos como opciones para este trienio 2013–2016, desde el icono de Betania, las actitudes de quienes fueron y siguen siendo protagonistas de una comunidad de fe, amistad, encuentro, diálogo, servicio y paradigma para nuestra Vida Consagrada.

Estamos invitados, con Jesús Maestro, a hacernos más humanos/as y prójimos/as (Jn 11, 4-5.33-36); con Marta, a profesar la fe y a servir en la diaconía (Jn 11, 27; Lc 10, 38-42); con Lázaro, a pasar de la muerte a la vida y a caminar en la libertad del Espíritu (Jn 11, 1-44); con María, a quebrar los frascos y a derramar el perfume de la escucha y del amor (Jn 12, 1-8: Lc 10, 38-42).

Realidad de Colombia

«Señor, el que amas está enfermo» (Jn 11, 3)

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Nuestra patria, rica en recursos humanos, espirituales, naturales y culturales, vive una realidad social, política y económica, en muchos casos, ambivalente, conocida por la mayoría del pueblo, ignorada por algunos o infravalorada voluntariamente por otros.

Colombia es un país con gran potencial humano, reflejado en tantos niños y jóvenes, en una sociedad recursiva, alegre en medio de sus penas, deseosa de paz y ansiosa de un mundo más justo, digno y humano. Se destacan los movimientos sociales que buscan dicha paz y luchan por una patria mejor.

Colombia es también un país bendecido con una geografía rica en cultivos, montañas, ríos y paisajes naturales que cautivan la vista de todos. Ella cuenta, también, con una gran biodiversidad y con una interesante variedad de culturas y tradiciones.

Este es un país que conserva una fuerte referencia religiosa manifestada en los valores cristianos, que muchas veces compiten con una tendencia a llevar una vida paralela a los valores del Evangelio.

En medio de esta interesante realidad humana, cultural, social y religiosa, resaltamos lo que, a nuestro parecer, afecta con más fuerza a nuestro pueblo.

Corrupción

La corrupción marca nuestra realidad en casi todos los ámbitos sociales en Colombia; ella es, sin lugar a dudas, la fuente de otras enfermedades que padece el país. Enfermedades tales como el narcotráfico, la cultura de la ilegalidad y la impunidad a todos los niveles. Sigue vigente la politiquería, el clientelismo y la malversación de fondos. A pesar de lo anterior, existen instituciones y personas que luchan contra estos males endémicos, denunciando y tratando de aplicar remedios eficaces. Se hace necesaria una mayor conciencia de que con la corrupción perdemos todos. Se espera que una nación tradicionalmente religiosa viva más acorde con los valores del Evangelio, es decir, de la verdad, de la honradez y de la transparencia. Se requiere un mejor ejercicio de la ley y de la justicia.

Violencia

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En el origen de toda violencia está siempre la injusticia. Los niños y jóvenes son las principales víctimas. La nación entera ha sufrido, por décadas, el azote de la violencia. Las cifras oficiales hablan de por lo menos 220.000 muertos entre 1958 y 2012 a causa del conflicto armado. Esta violencia engendra desplazamiento forzado, empobrecimiento, miedo y complicidad, indiferencia social, desintegración familiar y pérdida de valores fundamentales como sana convivencia, aceptación de las diferencias, respeto por el otro, por su vida y por la propiedad ajena; se violan cotidianamente los derechos humanos, particularmente contra las mujeres y los niños, tanto por los civiles como por quienes deben protegerlos.

En la base de dicha realidad están los delitos de la guerrilla, los abusos del paramilitarismo y la impunidad del Estado. Sumado a lo anterior los campesinos reclaman sus justos derechos y la posesión de las tierras. Preocupa la trata de personas y los atropellos contra la dignidad. A pesar de todo, el pueblo ama y busca la paz, cree en los diálogos que se generan para lograrla, pero el Estado y la mayor parte de la sociedad no se compromete con los reclamos de los ciudadanos de bien y en muchos momentos priman los intereses particulares de los políticos de turno, frente al bien común de la nación.

Globalización y capitalismo

raicesnuestropaisEl país ha intensificado su marcha capitalista neoliberal a través de la suscripción de, por lo menos, una docena de tratados de libre comercio con diversas naciones. Ello ha contribuido a la modernización del Estado y a ponerlo en una línea de creciente competitividad llegando a ser una economía emergente. Sin embargo, dicho capitalismo, ambiguo de por sí, sigue generando desigualdad, pobreza, exclusión social, injusticia y desempleo. La comercialización de productos nacionales sufre a raíz de la competencia con productos importados a más bajo precio, ocasionando protestas, marchas y paros que incluso han amenazado la estabilidad política del país. Frente a esta realidad se hace necesario ponerle corazón al capitalismo frío, individualista e inhumano.

Preocupa, sobremanera, el tema de la salud, el de las grandes constructoras y el problema minero. Es alarmante la destrucción del medio ambiente y los megaproyectos que sacrifican a los pobres. Por otra parte, existe «la otra economía», preocupada por un comercio más justo y equitativo que ha ido ganando terreno en nuestro país y que requiere de un mayor apoyo.

La Vida Consagrada en la situación colombiana

Ante esta realidad comprendemos las palabras de María: “Señor, el que amas está enfermo” (Jn 11, 3).

De otra parte, cabe reconocer que ante la realidad nacional un número significativo de religiosos y religiosas ha hecho opciones valerosas como respuesta evangélica comprometida para modificar, transformar e incidir en dicha realidad en la perspectiva del Reino; hace presencia en muchos lugares donde predomina el conflicto y la exclusión social; todavía su palabra y misión es creíble para una buena parte de la población.

La Vida Consagrada es testimonio de una manera de vida contracultural debido al compartir de los bienes, la capacidad de vivir juntos en la diversidad, la práctica de la justicia social con nuestros empleados… Hemos ido perdiendo espacios en los que estábamos presentes tradicionalmente, como instituciones de salud y educación, a raíz de las políticas de modernización del Estado. Esta realidad nos está llevando a dejar de mirar sólo hacia afuera y a volver la mirada hacia nuestra realidad interna.

El individualismo que acarrea la permisividad, la lucha de poderes que engendra violencia en las relaciones interpersonales, polarización, institucionalismo por encima de la persona, consumismo y ahogo tecnológico, desigualdad e injusticias, secularismo que nos afecta… Hay una porción importante de nuestros hermanos y hermanas sin una formación adecuada, suficiente y pertinente. No se debe descuidar la formación de la conciencia moral y el aspecto sociopolítico. No son un secreto las manifestaciones de inmadurez afectiva y sexual, el fenómeno de las deserciones, la polarización política y las divisiones. En la Vida Consagrada, igualmente, se hace necesario un ejercicio más circular de la autoridad. Finalmente, es importante evitar pasar de una visión espiritual y religiosa a un concepto pragmatista y sin mediación ética. Debemos estar atentos a la instalación, el aburguesamiento y al miedo a la novedad del Espíritu.

Nuestra sociedad está afectada de la soledad que genera rencores, destrucción de valores y búsqueda de compensaciones fuera del hogar; ante esta realidad, sigue siendo indiscutible que nosotros hemos sido convocados a vivir en comunidad, es decir, estableciendo una relación de fraternidad, nacida del mismo Amor que nos ha llamado; somos invitados a dar el testimonio que se describe en el libro de los Hechos: «La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un solo corazón» (Hch 4, 32) y este es el testimonio más creíble y legible por cada uno de quienes nos rodean, pero también somos conscientes de que no siempre es lo que pueden constatar en nuestra vida y misión. Es indispensable atender mejor a la situación familiar.

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Desafíos

El desafío más importante para la Vida Consagrada queda expresado en nuestra opción fundamental por Cristo, a través de la escucha de la Palabra y del testimonio de vida. Sin embargo, conviene explicitar los otros desafíos que nos competen como Vida Consagrada en orden a un mayor compromiso frente a nuestra propia realidad de consagradas y consagrados y frente a la realidad colombiana.

Optar por Cristo y por su Palabra

a. Reavivando el sentido místico profético de nuestras comunidades y la opción por fortalecer proyectos intercongregacionales, ecuménicos y con laicos.

b. Viviendo sobriamente, siendo solidarios en la atención a las nuevas formas de pobreza; luchando, junto con los colectivos de la sociedad civil, contra la corrupción y haciendo un esfuerzo por nadar contra los sistemas excluyentes y opresores, sin corazón ni entrañas, así como contra la corrupción y la injusticia.

c. Creando o fortaleciendo la Comisión de Justicia Solidaridad y Paz en las seccionales, ayudándolas a trabajar en comunión con la Junta Directiva.

d. Fortaleciendo la equidad de género para que en todos los escenarios el aporte del hombre y de la mujer genere verdaderos procesos de evangelización y de transformación social.

e. Siendo signos proféticos, capaces de confrontar y ser propuesta activa ante realidades como el narcotráfico, el secuestro, la violencia contra la mujer y otras realidades que golpean nuestro país.

Asumir el compromiso de acompañar y apoyar a las comunidades religiosas en zonas de conflicto y periferias, privilegiando el área rural y a las víctimas de la violencia.

a. Trabajando en las realidades en las que estamos inmersos por la defensa de la vida y de la dignidad humana y por la promoción de los derechos humanos.

b. Solidarizándonos con las víctimas de la violencia.

c. Suscitando la solidaridad de la Vida Religiosa nacional ante la realidad de los que sufren.

d. Propiciando condiciones de justicia, igualdad y solidaridad en un ambiente de mayor organización.

e. Formando en las TICS, los MCS, los temas políticos y coyunturales, la familia y explorando la posibilidad de abrir una oficina de prensa.

Construir propuestas de formación y evangelización intercongregacionales que rompan el individualismo de nuestras comunidades religiosas y ayuden al cambio de mentalidad y de estructuras.

a. Promoviendo una formación integral, acorde con nuestro tiempo, aprovechando los medios de comunicación social y el impacto de las redes sociales.

b. Acompañando el proceso de formación en la afectividad y la sexualidad de los consagrados y consagradas, especialmente durante la formación inicial.

c. Fortaleciendo la vida fraterna en nuestras comunidades y la renovación de nuestras estructuras, de modo que la nuestra sea una Vida Consagrada atrayente para los y para las jóvenes.

d. Buscando que la Vida Consagrada redescubra su misterio en la Iglesia desde la oración y la contemplación, volviendo a nuestras fuentes carismáticas.

Fortalecer el sentido eclesial, la comunión y la participación, y acompañar a los nuevos institutos de Vida Consagrada colombiana.

a. Favoreciendo la comunicación y el diálogo con nuestros pastores y el clero diocesano, de modo que se promueva la comunión y la participación.

b. Fortaleciendo el trabajo de la Comisión Mixta.

c. Involucrándonos en la misión continental y en los proyectos pastorales diocesanos, en la medida de nuestras posibilidades.

d. Acompañando, apoyando y verificando el proceso de formación de los nuevos institutos de Vida Consagrada colombiana.

e. Siendo solidarios con la Vida Religiosa, especialmente con las ramas contemplativas que, a veces, pasan por situaciones de necesidad material, y que son una significativa columna espiritual para la Vida Consagrada y para la Iglesia.

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Asumir que somos administradores de todos los bienes que Dios nos ha dado (1 Cor 4, 1)

a. Fortaleciendo el trabajo por el cuidado de la creación, nuestra casa común, y del medio ambiente; articulándonos como CRC a las instituciones y entidades municipales que se proyectan desde esta dimensión y promoviendo la ecoteología.

b. Emprendiendo campañas de autocuidado en las comunidades y zonas en situación de vulnerabilidad, para contribuir al mejoramiento en la calidad de vida de los más necesitados.

c. Haciendo procesos de concientización para promover en el interior de las comunidades, proyectos de emprendimiento y cooperativismo, logrando de esta forma afianzar el sentido fraterno en la búsqueda del bien común, la buena distribución de los recursos, la economía solidaria y la formación en el aspecto contable.

d. Usando nuestros recursos humanos y materiales responsablemente, con criterio evangélico de pobreza, solidaridad y con generosidad hacia los más pobres.

e. Viviendo el carisma de cada una de nuestras congregaciones según la mente de nuestros Fundadores y Fundadoras, para el bien de aquellos a los que hemos sido llamados a servir.

f. Saliendo de nuestras casas para servir a los más necesitados y abriendo las mismas a los laicos y a aquellos que quieran compartir nuestro estilo de vida, nuestra mesa y nuestra oración, de acuerdo con el llamado que nos está haciendo el papa Francisco.

En estas páginas estamos expresando lo que, como Vida Consagrada colombiana, queremos ser y vivir; somos conscientes del compromiso que generan, de la dificultad que a veces encontramos para ser coherentes entre lo que sentimos, decimos y, finalmente, realizamos; no estamos solos en esta tarea, el Señor Jesús nos anima con su Palabra: «Yo estoy con vosotros, todos los días hasta el fin del mundo». (Mt 28, 20); nos anima también el ejemplo de nuestros fundadores que siguen presentes en su «palabra profética» hecha carisma y testimonio; nos anima, por fin, la presencia de tantas hermanas y hermanos nuestros que nos estimulan con su ejemplo, con su capacidad de respuesta fiel, comprometida, sacrificada, heroica, realmente profética y misionera, en lugares y servicios de avanzada, en el silencio de la vida comunitaria o en la entrega de su vida y de su sangre por la causa del Reino.

Texto: Hno. Leonardo Enrique Tejeiro Duque, FSC – Presidente de la CRC

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