Pastor Eduardo Martínez

“¿Qué nos está diciendo Dios y cómo está presente en la realidad homosexual?”

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Hay un principio evangélico según el cual “Dios no hace acepción de personas” (Hch 10, 34). El pastor Eduardo Martínez, actual obispo de la Iglesia Evangélica Luterana de Colombia, lo trae a cuenta al momento de explicar de qué forma Dios está presente en la realidad de las personas homosexuales. Con ello no pretende representar al luteranismo, sino hablar desde su posición particular.

Según él, bien podría establecerse una analogía entre la realidad de opresión que afecta la vida de la población homosexual en Colombia, víctima de la estigmatización religiosa que califica su identidad como antinatural y pecaminosa, y la realidad en la cual Jesús de Nazaret desarrolló una acción liberadora que evidenció realidades culturales y religiosas que resultaban discriminantes contra determinados grupos sociales de su tiempo.

“La transformación de la realidad de los derechos de la población homosexual, desde la perspectiva de su dignidad humana, se inscribe en el horizonte de la salvación y la liberación”, sostiene el obispo. Además, a su parecer, “el proceso histórico de cambios de la legislación colombiana para garantizar los derechos de personas homosexuales, con las implicaciones que ello tiene en términos de inclusión y de reconocimiento social, es un proceso liberador que necesita ser leído teológicamente”.

Pastor hace 15 años y casado hace 27, Eduardo Martínez fue descubriendo la situación de marginación de la población LGBTI en contacto con ella, mientras desarrollaba su ministerio en una congregación en Bogotá. Se interesó por aproximarse a la realidad homosexual desde la sicología. Más adelante, lo hizo desde su experiencia de fe. Se encontró con personas abiertas a la espiritualidad; algunas dentro las Iglesias evangélicas, la mayoría dentro del catolicismo. Todas eran conscientes de que a los ojos de la Iglesia no eran bien vistas; se sentían juzgadas y excluidas, aunque hubiese un discurso de aceptación.

Todo esto le impactó. Descubrió que lo que estas personas experimentan por parte de la Iglesia es lo mismo que sienten de parte de la sociedad en general. Recogió, entonces, algunos testimonios, al momento de asumir la realidad homosexual en el contexto de su ejercicio teológico. He aquí algunos casos. Ante la pregunta “¿Alguna vez se ha sentido tratado de manera injusta en el ámbito familiar, laboral, educativo, religioso o en algún otro?”, una persona le contesto: “cuando yo ejercía como docente en un colegio había unas niñas de tendencia lésbica. Las religiosas se dieron cuenta y dijeron que eso era satánico, que había que des-escolarizarlas, que no se podían graduar con honores. A mí me tocó hacer frente a esa situación y por esa razón yo salí del colegio…”. Otra persona le contó sobre la reacción de su familia cuando decidió dar a conocer su identidad sexual a los 15 años: “casi me matan (…) mis hermanos dijeron que había que matar a la ‘loca’ y me hicieron la guerra y la vida imposible (…) Las únicas personas que me apoyaron fueron mis padres”. Y ante la pregunta “¿Se siente apoyado por su religión”, alguien le contestó: “No he encontrado la primera iglesia que acepte al homosexual tal como es. El día que la encuentre me quedo ahí”.

Responder a la invitación

El método hermenéutico de la teología latinoamericana promueve ir a los textos de tradición desde los contextos de marginalidad, con el fin de describir los pretextos de liberación asociados a la experiencia cristiana. El anuncio del Reino implica fomentar el surgimiento de una sociedad justa, donde nadie sea excluido.

El obispo Martínez aborda el relato neotestamentario de la visita de Pedro a Cornelio. Su lectura no es literal sino hermenéutica. En el texto el apóstol acepta la invitación de ir a la casa del centurión en Cesarea. Al llegar explica que contra la prohibición cultural que le impedía como judío juntarse con extranjeros, Dios le ha mostrado que “no hay que llamar profano e impuro a ningún hombre”. El Espíritu Santo se manifestó presente en todos los reunidos, fueran o no judíos. Según el relato, el evento supuso para la Iglesia naciente una transformación de su manera de creer. “¿Quién era yo para oponer obstáculos a Dios?”, cuenta a los suyos el personaje de Pedro más tarde.  

Según el pastor Eduardo, la Iglesia de hoy no debe tener miedo a cambiar su posición. Si bien ella ha sido responsable, en gran medida, de la discriminación que sufre la población homosexual, puede hacer que su acción pastoral acompañe un proceso de liberación en el que Dios se revela. ¿Le opondremos obstáculos?

Texto y foto: Miguel Estupiñán

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