Acciones de bondad, efectos de paz

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La exposición de las reliquias budistas en Bogotá

Cuando un maestro espiritual budista es cremado aparecen entre sus cenizas hermosos cristales, semejantes a perlas. Sus discípulos conservan estas reliquias como evidencia física de que el maestro, antes de su muerte, alcanzó particulares cualidades de amor, compasión y paz. Los tibetanos llaman a estas reliquias ringsel y creen que contienen la esencia de las cualidades espirituales de sus santos. “Las reliquias brindan la oportunidad de conectarse espiritual y personalmente con seres iluminados”, sostienen. “Estos maestros deliberadamente escogieron dejarlas atrás para que podamos crear las causas de nuestra propia felicidad”.

Lama Zopa Rinpoche es el director de la Fundación para la Preservación de la Tradición Mahayana, uno de los linajes históricos del budismo. Durante años ha reunido reliquias de enorme importancia, que en el pasado fueron conservadas dentro de monasterios budistas. Las más antiguas pertenecen al Buda histórico, el príncipe Sidarta Gautama; otras pertenecen a algunos de sus discípulos, a iluminados de tiempos posteriores y a maestros contemporáneos.

Manifestación multicultural

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Una parte de estas reliquias llegaron al país hace algunas semanas y permanecieron expuestas en la Universidad Agraria de Bogotá durante diez días. Según Thubten Norbu, una de las dos consagradas elegidas para viajar por todo el continente dándolas a conocer, la idea de la gira es contribuir a la paz mundial poniendo en contacto a la gente con las cualidades de los maestros budistas. Si las raíces de las reliquias son la compasión, el amor y la paz, quien entra en contacto con ellas puede disponerse a desarrollar esos mismos atributos en su vida.

La exposición itinerante no es exclusiva de una religión en particular. Se ha diseñado como una actividad multicultural en varias estaciones. Lo primero que el visitante encuentra es una pequeña estatua de Buda. Se riega agua sobre la figura mientras se enuncian mentalmente deseos en favor del bienestar personal y ajeno: “Que pueda cultivar la compasión y el amor en mi corazón, que pueda eliminar los pensamientos negativos de mi mente, que puedan todos los seres ser felices”. 

Momento seguido, siguiendo la dirección de las manecillas del reloj, el espectador camina alrededor del altar en que yacen las reliquias. Un primer cajón contiene las reliquias del Buda histórico. Se invita a los creyentes a que veneren al iluminado con la siguiente oración. “Con profunda reverencia nos inclinamos ante las reliquias del verdadero cuerpo del Tathagata Shkyamuni, quien completamente está dotado de infinidad de virtudes; al cuerpo del Dharma, que es el terreno fundamental; y a su estupa, que es la totalidad del universo. Con profundo respeto veneramos a aquel que manifiesta un cuerpo para nuestro bien. A través del poder sustentador del Buddha, que nos impregna a medida que entremos en él, verifiquemos el despertar. Por medio del poder espiritual del Buddha beneficiamos a todos los seres. Originamos la mente que busca el despertar, cultivamos la práctica del bodhisattva y juntos entramos en la paz perfecta, el conocimiento de la unidad de todas las cosas”.

“¿Cómo habrá una reliquia en un cuerpo sin hueso y sin sangre? El depositar una reliquia es un recurso para el bienestar de los seres”, Sutra de la luz dorada

El altar está acompañado de flores y de cuencos con agua mezclada con azafrán. Agua y azafrán expresan el deseo de ofrecer lo mejor de la propia vida; al mismo tiempo, la disposición para el desapego, exigencia de la práctica budista, que incluye desprenderse no solo de lo material en beneficio de otros, sino también de ideas culturales heredadas que impiden el amor, la generosidad y aceptar al otro tal y como es.

Empezar desde uno mismo

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Thubten Norbu recuerda una exposición de las reliquias en Puebla (México). Un hombre de 95 años le manifestó que había sido la experiencia más importante de su vida. Según ella, la gente llega en una disposición y sale con otra. La paz se manifiesta en el rostro y a veces las personas se acercan para conversar. Fue el caso de una joven que, debido a lo vivido en contacto con las reliquias, se sintió movida a reconciliarse con su familia, con quien experimentaba muchas dificultades. 

Y es que el mensaje de paz del budismo está asociado a empezar desde uno mismo. Lo explica Olga Lucía Sierra, codirectora del Centro de Meditación Yamantaka: “todos estamos conectados, cada acción que nosotros hacemos tiene un efecto, cada uno de nosotros es responsable de ese resultado: si queremos paz, tenemos que ser paz; porque no podemos esperar que sean los demás los que la hagan. Tenemos que ser activos en la generación de una paz y ella empieza reconociendo que lo que yo percibo en este momento, en la condición en que está mi mente en este momento, no es tan cierto, es un poquito cierto pero no del todo. Lo mismo pasa con la percepción de los demás seres. A veces creo que lo que yo percibo es el único punto de vista que existe. Debemos recordar que no es así. Si aquí hay 50 o 60 personas, somos 50 o 60 mundos completamente diferentes y válidos. Tenemos que aprender a vivir de esa forma, aceptándonos, y aceptando al otro”. 

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El segundo cajón de la exposición contiene las reliquias de los discípulos más cercanos del Buda histórico, entre ellos su hijo. Entre dicho cajón y el siguiente el visitante encuentra una rueda de oración. Al tomarla entre sus manos se le invita a pedir lo mejor para todos los seres. En el tercer cajón se exponen reliquias de maestros espirituales como el extremadamente preciado Gyalwa Ensapa, quien vivió en el siglo XVI, e incluso un fragmento de una carta escrita por Yeshe Tsogyel. Momento seguido el visitante puede acercarse a las páginas del Sutra de la luz dorada, un texto de tradición que condensa enseñanzas antiguas y siempre vigentes: “¿Cómo habrá una reliquia en un cuerpo sin hueso y sin sangre? El depositar una reliquia es un recurso para el bienestar de los seres”. 

Entre el cuarto y último cajón se propone al asistente hacer sonar una campanilla y ofrecer la música a su  gurú o maestro. Llegado al fin del recorrido el asistente se encuentra con un monje que sostiene entre sus manos la estupa que contiene las reliquias más preciadas del Buda histórico. El monje posa el relicario dorado sobre la coronilla del visitante. El gesto expresa la cercanía del amor y la paz con relación a quien se acerca a la exposición. Paciente y sin perder su sonrisa, Geshe Lobsang Kunchen, monje residente en Colombia, lo repitió una y otra vez durante los días que duró la muestra. Toda acción tiene un efecto.

Texto: Miguel Estupiñán

Fotos: Biviana García

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