En Villaverde Alto nadie se queda descolgado

El barrio madrileño se vuelca con el centro social de Mensajeros de la Paz

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. Fotos: SERGIO CUESTA | “La solidaridad en los barrios humildes es especial”. Ana de la Calle, jefa de prensa de Mensajeros de la Paz y voluntaria a tiempo completo en el comedor de la ONG fundada por Ángel García (conocido por todos como “el padre Ángel”) en el barrio madrileño de Villaverde Alto, ve cómo aquí se cumple en el día a día: “Nos llega comida de varias instituciones, pero muchos alimentos vienen de la cesta de los vecinos, a los que no les sobra nada, pero compran un poco más para traerlo aquí”. 

El comedor, fundado el 24 de enero de 2014, destaca por la heterogeneidad y el compromiso de sus 65 voluntarios, entre los que hay varios parados. “Atraviesan una situación complicada –dice Ana–, pero aguantan gracias a sus familias. Conscientes de lo frágil de la vida, quieren ‘ayudar a los que están peor que nosotros’. Es un orgullo verlos: hay matrimonios, jubilados… También hay muchos pequeños comerciantes que nos apoyan. ¿Ves estas naranjas [coge unas frutas de una caja]? Vienen directamente de Valencia. Un agricultor nos las regala. Y, mejor aún, su cuadrilla se ha ofrecido a no cobrar por su trabajo cuando recogen las naranjas que nos mandan a nosotros”.

Ana de la Calle, jefa de prensa de Mensajeros

El propio ejemplo de Ana es ilustrativo. Lleva 15 años en Mensajeros, “pero ahora profundizo en nuestras raíces. He trasladado mi despacho a este centro y aquí transcurre mi jornada, aunando las tareas institucionales con todo lo que hacemos aquí”. Que no es poco, pues, si por el comedor pasan 1.200 personas al mes, además cuentan con un banco de alimentos solidario (dan comida a 100 familias), cuentan con un proyecto de maternidad (donde recogen leche maternizada y cereales para 300 mujeres), distribuyen vacunas que no cubre Sanidad, cuentan con un enorme ropero y ayudan a quienes no pueden pagar la luz.

Por ello, cuidan con mimo el ambiente del centro, limpio y colorido, como enfatiza la portavoz de Mensajeros: “Queremos que resalte la dignidad. Este no es un lugar lúgubre”. Realmente es así, hay una gran familiaridad entre los que vienen, que charlan distendidamente. Algo que experimentó Edwin, boliviano, que viene hoy de visita y saluda con sonriente a Ana.

“Llegó a España a ver a su familia –recuerda esta–, pero sufrió un ictus y fue hospitalizado. No tenía papeles y se quedó sin dinero. Vino aquí un tiempo, pero le conseguimos casa con unas Hijas de la Caridad. Ahora está genial y viene mucho a vernos. Me llama ‘madre’ y eso me emociona. Somos familia”. Una familia en la que se percibe con mucha fuerza la especial fraternidad de sus tres voluntarias religiosas: las Misioneras de María Mediadora, Concetta Cañizares (74 años) y Marian Billiat (26), y Carmen Abad, de Nuestra Señora de la Compasión (72).

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En el nº 2.934 de Vida Nueva

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