Caos universitario

Jesús Sánchez Camacho, profesor CES Don Bosco JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco

Cuando quedan tres años para que ABC publique en su portada imágenes dantescas del Mayo francés, el ambiente empieza a caldearse en España. Los periódicos no se aventuran a exponerlo en sus primeras páginas. Algunas disimulan con temas demasiado anecdóticos. Por ejemplo, Vida Nueva llora por la muerte de Stan Laurel. Con el fallecimiento del actor de El Gordo y el Flaco “se nos ha muerto un poco la risa”, sentencia la firma editorial. Pero el verdadero duelo, que emerge desde las páginas interiores de las publicaciones más osadas, obedece a la falta de libertad.

Ecclesia: "Tension universitaria"A pesar del cese de Jesús Iribarren como director de Ecclesia en 1954, la revista de Acción Católica sigue atizando las políticas franquistas. Tras los disturbios estudiantiles originados durante la semana del 22 al 28 de febrero de 1965, Vida Nueva publica íntegramente un editorial de Ecclesia que denuncia la falta de representación ciudadana en las instituciones estatales. La revista invita a huir de la “cerrazón” y aboga por el “diálogo”. Si este requisito no se diera, “se empujaría a la clandestinidad a extensos grupos que en modo alguno lo desean. Y la común clandestinidad lleva a solidaridades con ideologías de muy distinto signo”.

Hace 50 años: VN "Se nos ha muerto un poco la risa"Ante la realidad monocromática del SEU (Sindicato Español Universitario), en 1964 surgen asambleas libres de estudiantes. En febrero de 1965, profesores como Enrique Tierno Galván y el filósofo José Luis López Aranguren pierden sus cátedras por apoyar las reivindicaciones estudiantiles, trasladando su universo intelectual a Estados Unidos. Ni Vida Nueva ni Ecclesia fueron suprimidas, pero defendieron “una auténtica representatividad: política, sindical (y) profesional”.

Cincuenta años después, el Consejo de Ministros ha desoído a gran parte de la comunidad universitaria, sindicatos y grupos parlamentarios, permitiendo mermar los grados en tres años y estirar los onerosos másteres en dos. El Gobierno sostiene que el 90% de los trabajos no requieren másteres. Pero sí demandan una formación sólida. Valor que alumnos, sin derecho a becas y grandes recursos, tendrán que sacrificar.

En el nº 2.933 de Vida Nueva

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