Ayuda a la Iglesia que sufre abre oficina en Colombia

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Una oportunidad para solidarizarse en tiempos de emergencia

Como hemos señalado anteriormente, “la persecución universal contra los cristianos es uno de los mayores escándalos de nuestro tiempo” (p. 7, VNC 117); incluso, es peor que la que se produjo en tiempos de la Iglesia naciente. El cristianismo es hoy la religión más perseguida del mundo y la situación parece agravarse.

Sin embargo, poco se habla ello. Mientras tanto, crecen los pedidos de auxilio, provenientes de países como Libia, Nigeria e Irak, donde, más que en cualquier otro lugar del mundo, la sangre de los cristianos “grita desde la tierra” (Gn 4, 10).

Ayuda a la Iglesia que sufre es una fundación pontificia, creada en 1947 por el padre Werenfried Van Straaten (1913-2003). Se dedica a apoyar la labor pastoral de la Iglesia en el mundo entero, “especialmente en países donde se encuentra en dificultades, sea por persecución religiosa, guerras, revoluciones o pobreza”.

Aunque durante décadas la fundación ha promovido solidaridad hacia obras de la Iglesia en Colombia, no tenía sede en el país. Recientemente abrió una oficina en Bogotá. Según Diego Rodríguez, su Director Ejecutivo, es importante que los colombianos se sensibilicen, no solo frente a las problemáticas nacionales, sino también frente a lo que viven muchos cristianos en lugares de Oriente. “Pretendemos que la gente de Colombia ayude a los hermanos de otros países, donde muchas familias básicamente viven de nuestra ayuda y dependen de ella para reconstruir sus vidas”, añadió.

Un puente de caridad

En la celebración con que se dio apertura oficial a la oficina en Colombia, la fundación dio a conocer el testimonio del padre Khalil Jaar, sacerdote de la diócesis de Amman (Jordania), que trabaja en beneficio de refugiados sirios en Zaatari (ver página 34), el tercer mayor campo de refugiados del mundo. Como miles de obras en todo el mundo, su trabajo se sostiene con el apoyo de las donaciones que Ayuda a Iglesia que sufre canaliza.

En ello consiste una de las dimensiones de la fundación, en dar a conocer la situación de muchas comunidades que necesitan acciones de solidaridad. Un segundo objetivo está orientado a promover jornadas de oración, como la llevada a cabo durante una semana por Nigeria, recientemente. Por último, la organización se hace puente para financiar proyectos, con la ayuda de donaciones. Justamente, la misión de la oficina en Colombia es facilitar la ayuda desde el país.

“Yo también soy nazareno”

En Mirror, una publicación periódica de la fundación, se informa acerca de la marca que el Estado Islámico está empleando para señalar las casas y lugares de culto de cristianos en Siria e Irak. Se trata de la letra nun, del alfabeto árabe, que remite a la expresión “nazareno”. En Mosul, por ejemplo, la marca significó un ultimátum respecto de tres opciones: convertirse a su forma de Islam, pagar impuestos o huir para salvar la vida.

Quienes huyeron hoy habitan campos de refugiados como aquel en el cual trabaja el padre Khalil. “Infelizmente”, según señala la fundación, “a los refugiados no se les permite trabajar y viven únicamente de la caridad”. Gracias al aporte de sus benefactores, Ayuda a la Iglesia que Sufre socorre a muchas de estas personas en términos de manutención y construyendo obras al servicio de la recuperación de sus vidas.

Bajo el lema “Yo también soy nazareno”, la organización quiere dar a conocer estas situaciones, y muchas otras que tienen lugar por cuenta del fanatismo religioso y la persecución en Oriente. Informando acerca del testimonio de cristianos que adelantan su ministerio en medio del peligro, se pretende fomentar la colaboración por parte de las Iglesias locales del país y de todo el mundo, tal y como en su momento hizo san Pablo en favor de las comunidades más necesitadas. La idea es que al ecumenismo del martirio corresponda un ecumenismo de la solidaridad.

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