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‘Los judíos y las palabras’


Un libro de Amos Oz y Fania Oz-Salzberger (Siruela, 2014). La recensión es de Pedro Barrado

Los judíos y las palabras - Amos Oz y Fania Oz-Salzberger

Título: Los judíos y las palabras

Autor: Amos Oz y Fania Oz-Salzberger

Editorial: Siruela, 2014

Ciudad: Madrid

Páginas: 220

PEDRO BARRADO | ¿Cuál es el contenido de este libro? Si acudimos al índice, después del prefacio y los agradecimientos y antes del epílogo, las fuentes y el glosario, encontraremos cuatro grandes capítulos, titulados consecutivamente: “Continuidad”, “Mujeres con voz”, “Tiempo e intemporalidad” y “Cada persona tiene un nombre, o ¿necesitan los judíos el judaísmo?”. Sus autores, un padre y una hija –él, escritor relevante: Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2007; ella, escritora y profesora de Historia en la Universidad de Haifa–, dialogan literalmente sobre lo divino y lo humano, incidiendo lógicamente en aquellos temas que más les interesan y donde su vasta cultura les lleva.

La tesis, si es que cabe hablar de algo así en esta obra, es que “la continuidad judía ha girado siempre alrededor de palabras pronunciadas y escritas, de un laberinto de interpretaciones, debates y desacuerdos en constante expansión, así como de un singular marco de relaciones humanas” (p. 17). De hecho, los autores rechazan cualquier otro elemento que supuestamente caracteriza a los judíos, ya sea la raza, la sangre, ni siquiera la cultura y, por supuesto, tampoco la religión.

En la “línea de texto” que defienden los autores –frente a la “línea de sangre”, por ejemplo– se encuentra, naturalmente, la tradición bíblica (y rabínica), reivindicada por ellos a pesar de su pública confesión de ateísmo y laicidad, y a pesar de reconocer su firme desacuerdo con determinados textos o “palabras” cuyo destino, claro está, será el desván de la casa (obsérvese: el desván, no la basura). Por ejemplo, la tradicional actitud de minusvaloración de las mujeres.

A este respecto recuerdan una deliciosa página de un autor judío del siglo XIX, que cuenta la historia de un pobre porteador al que el rabino le promete la felicidad futura en el Jardín del Edén, donde su esposa le servirá de escabel para los pies (conforme a una cierta opinión rabínica). Haim, el porteador, le dice a su esposa: “Y te digo, Hanna, ¡que yo no quiero eso! Yo nunca aceptaré que tú seas mi escabel. ¡Te levantaré y te colocaré a mi derecha, y nos sentaremos uno al lado del otro! ¡Hay bastante sitio para nosotros dos en una silla! Y estoy seguro –añadió valientemente– de que el Santo –bendito sea– estará de acuerdo con ello, naturalmente que estará de acuerdo, contra su voluntad estará de acuerdo” (p. 115).

Esta actitud ante Dios –junto con el humor (y el desacuerdo y el debate)– es también una marcada característica judía (presente ya en la Biblia: ¿quién no recuerda a Job encarándose y discutiendo con Dios?). Vean, si no, a esta “adorable” abuela judía: “Una abuela judía va paseando por la orilla del mar con su querido nieto cuando una gran ola arrastra súbitamente al muchacho bajo las aguas. ‘Querido Dios Todopoderoso –grita la abuela–. ¿Cómo puedes hacerme esto a mí? He sufrido durante toda mi vida y nunca perdí la fe. ¡Debiera darte vergüenza!’. No pasó ni un minuto y otra enorme ola devuelve al niño a sus brazos sano y salvo. ‘Querido Dios Todopoderoso –dice–, es muy amable por tu parte, no hay duda, pero, ¿dónde está su gorro?” (p. 178). O un pasaje del Talmud (Baba Metsiá 59b) en el que el mismo Dios se entromete en una discusión en la yeshivá –la escuela rabínica– y acaba exclamando con una sonrisa: “Mis hijos me han derrotado, mis hijos me han derrotado”.

Por eso no puede extrañar que, en ocasiones, incluso se acabe llevando al mismísimo Dios ante el Din Torá, el tribunal rabínico. A pesar de que los autores afirmen que “nosotros, los judíos, somos incapaces –es sabido– de ponernos de acuerdo acerca de todo lo que comience por las palabras ‘nosotros, los judíos’” (p. 141), aquí tenemos un hermoso libro sobre lo que son los judíos y lo que les constituye como tales. Un acercamiento llevado a cabo con humor, hondura y finezza.

En el nº 2.932 de Vida Nueva

Actualizado
06/03/2015 | 04:12
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