La fraternidad vence al yihadismo en Níger

iglesia quemada en Níger ataques de islamistas radicales contra los cristianos. Foto de Acoger y Compartir

Pese a la violencia, la ONG Acoger y Compartir mantiene sus proyectos

iglesia quemada en Níger ataques de islamistas radicales contra los cristianos. Foto de Acoger y Compartir

La fraternidad vence al yihadismo en Níger [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Nicolás Ayouba es religioso redentorista y responsable de las 12 comunidades con las que cuentan en Burkina Faso, Costa de Marfil y Níger, su país natal y donde vive. Precisamente, de aquí ha tenido que ausentarse durante unas semanas para “recuperarse”, sobre todo mentalmente. Sus amigos de Acoger y Compartir, asociación ligada a la comunidad redentorista y con la que comparte muchos proyectos, le acogen en Madrid.

Aquí, acompañado por José Miguel de Haro y por Tomás Pastor, responsable de la ONG y de los proyectos con Níger, respectivamente, se encuentra con Vida Nueva y transmite el horror vivido en la última prueba contra los cristianos de Níger.

El 16 de enero, en distintos puntos del país, hubo enérgicas protestas contra la presencia del presidente nigerino en la manifestación de París en la que se condenaron los atentados contra Charlie Hebdo. Los incidentes más graves se dieron en Zinder, el principal enclave meridional. Allí, un grupo de exaltados arremetió contra los cristianos, con un saldo penoso: cinco muertos, decenas de heridos y 300 personas que se tuvieron que refugiar en un campamento militar para evitar que las lincharan (VN, nº 2.926).

A los pocos días, después de que sus hogares y comercios fueran quemados, prácticamente todos abandonaron la ciudad. Desgraciadamente, el mismo guión se repitió al día siguiente en otras ciudades importantes. En Niamey, la capital, murieron otras cinco personas y se arrasaron decenas de iglesias y comunidades. Allí, en su casa, junto a tres compañeros de congregación y tres hermanas de la Inmaculada Concepción que acudieron a refugiarse con ellos, estaba Nicolás.

Esos minutos, mientras por la ventana oían a la turba que clamaba venganza, se les hicieron eternos: “No sabíamos qué hacer. Algunos empezaron a hacer las maletas, pero dije que teníamos que quedarnos. En el último momento, pese a que sí nos quemaron la iglesia, nadie vino a por nosotros. Estoy convencido de que fueron nuestros vecinos los que nos salvaron la vida. Por la noche, cuando ya todo hubo pasado, uno de ellos, que es musulmán, vino a casa llorando para pedirnos perdón en nombre del islam. Se sentía profundamente avergonzado”. Algo que no le sorprende a Nicolás, que conoce bien la religión mayoritaria en su país, pues su padre es cristiano y su madre musulmana… De hecho, “cada vez que visito a mis padres –explica bromeando–, mi madre asiste a todas mis misas”.iglesia quemada en Níger ataques de islamistas radicales contra los cristianos. Foto de Acoger y Compartir

Esa condición hace que Nicolás tenga muy claro que la violencia contra la minoría cristiana del país (apenas el 5% de la población) no concuerda con el verdadera sentir del pueblo nigerino: “La mayoría de los musulmanes no son así. De hecho, estas manifestaciones no iban dirigidas inicialmente contra los cristianos. En las protestas, pesaba más el sentimiento antifrancés, pues fuimos colonia gala. Lo que ocurrió es que los más violentos, muchos llegados de fuera del país, instrumentalizaron la furia y la dirigieron contra nosotros”.

Lo que lleva al redentorista a precisar el origen del creciente fundamentalismo: “Hay una infiltración de Boko Haram y de Al-Qaeda del Magreb Islámico. Ante el descontrol en las fronteras, están cada vez más presentes en varios puntos de la región, buscando desestabilizar todo”.

Algo relativamente sencillo en Níger, cuyo modelo político lleva décadas sacudido por el desconcierto. Tras obtener su independencia en 1960, varios años de gobiernos autoritarios, sucesivos intentos de golpe de Estado y hambrunas que acabaron con la vida de cientos de milles de personas, al fin, recuerda Nicolás, llegó la apertura: “Hubo un período de transición entre 1974 y 1990, donde se planteó si debíamos ser un Estado laico. Pese a lo que reclamaba la mayoría islámica, no nos definimos con un modelo confesional… Desde entonces, ha habido muchos golpes, como una revolución tuareg que llegó a la capital”.

Aquí, Nicolás habla de Agadez: “Es una zona de desierto inmensa entre el centro y el norte. Es un punto de paso dominado por el tráfico humano, de armas y drogas, habitado por pueblos nómadas y donde confluyen los emigrantes a Europa. Las mafias y los asaltantes son los dueños, teniendo que viajar ya todos hasta allí en caravanas protegidas por el ejército”.

Una situación que ha hecho que muchas comunidades religiosas hayan tenido que marcharse. En Agadez, uno de sus puntos más destacados es Tchirozèrine, donde Acoger y Compartir lleva muchos trabajando en una misión que incluye numerosos proyectos, como una escuela y un dispensario, muy respetados por la población local.

Así lo reconoce José Miguel: “Ante el último estallido de violencia, el imán local habló a los manifestantes que se preparaban para salir tras la oración del viernes. Con un tono duro, les dijo que la misión es del pueblo y que no siguieran a los que venían de fuera para instigar el odio. Precisamente, el padre del imán fue quien nos cedió en su día la propiedad sobre la que levantamos la misión. No le importó que seamos cristianos, pues sabía que beneficiaba a la comunidad. Su hijo, ese viernes, dijo que si atacaban la misión atacaban su casa… Fue esencial su intervención, parando todo ataque”.

Al servicio de la gente

Por muchos motivos, como ser la primera que fundaron en Níger, la misión de Tchirozèrine es especial para la asociación redentorista. Tomás Pastor, laico y principal responsable de los proyectos en este país, lo valora con emoción: “Además de la escuela, tenemos un internado para niños de familias humildes, donde la mitad son chicas. Aparte, tenemos un dispensario y una maternidad, donde contamos con una mesa quirúrgica para atender partos, un laboratorio y botiquines itinerantes”.

Nicolás Ayouba, religioso redentorista de Níger, con Tomás Pastor y José Miguel de Haro

De izq. a dcha., Tomás Pastor, Nicolás Ayouba y José Miguel de Haro

Hoy, su director es un vecino musulmán, siendo muchos años dirigido por el propio Nicolás. Entonces, los retos eran otros… Y no menos importantes, recalca Tomás: “Aquí pasamos de todo… Hubo una época, ya superada, en que el principal problema eran las minas antipersona. Promovimos el internado para que los niños de la escuela pudieran dormir aquí y no tener que cruzar cada día los caminos. Hoy, mantenemos esta dinámica, adaptándonos a las culturas locales. Los niños tuareg o peul son tratados según su idiosincrasia. Eso nos hace ser respetados por todos, además por nuestro sistema de calidad. A nuestra maternidad han venido mujeres a dar a luz atravesando 100 kilómetros por el desierto…”.

Y es que, por muchas barreras que se levanten, la equidad y el respeto siempre son la base de la auténtica fraternidad.

De la hambruna al vergel

Tanto José Miguel de Haro como Tomás Pastor se refieren a Nicolás Ayouba con un aire de veneración que hacen extensible a los nigerinos.

Tomás, padre de familia que lleva 13 años viajando a Níger, define al redentorista nigerino “como mi hermano. Cada vez que hemos estado con él, siempre hemos convivido con la gente de allí. Hemos dormido con el imán local en un dispensario, con los tuareg en las tiendas… De todos hemos aprendido. Recuerdo cuando en 2005 hubo una hambruna tremenda en Tchirozèrine. Todos se pusieron en marcha, con una gran capacidad organizativa, dando prioridad a los más desprotegidos, como ancianos, mujeres, niños y discapacitados. A los que ayudábamos, nos decían que no querían nada gratis, que querían trabajar en lo que fuera. Recuerdo que hicieron unas dunas para retener el agua de las lluvias. Pensaba que no valdría de nada, pero hoy es casi un vergel al que conocemos como el Bosque de Acoger y Compartir. E, insisto, eso nació de una hambruna…”.

José Miguel, que también define entre risas a Nicolás como “un futuro santo”, recuerda el ejemplo que él y todos los voluntarios dieron en la etapa de las minas antipersona: “Todos les aconsejamos que se fueran, pero él dijo que había que permanecer allí para dar un mensaje de esperanza a la población y para testimoniar que todos estamos al servicio del Reino, dando la vida para ello si es necesario”.

Hoy, pese a todo, Nicolás mantiene su convicción: “Nadie conseguirá echarnos de aquí. Esta es nuestra casa”.

En el nº 2.932 de Vida Nueva

 

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