La JEC denuncia la “deriva elitista” en la educación

La reforma del ministro Wert para aumentar los másteres solivianta a la comunidad universitaria

Carmen Ledesma y Álvaro Mota, de la JEC

Carmen Ledesma y Álvaro Mota, de la JEC

JOSÉ LUIS PALACIOS | La reforma universitaria persigue reducir a tres los cursos de los grados y aumentar los másteres a dos, favoreciendo así la convergencia del sistema de estudios superiores español con Europa. Pero la rápida aprobación del decreto elaborado sin apenas consultas ni anuncios previos ha soliviantado a buena parte de la comunidad educativa. A la Juventud Estudiante Católica (JEC) incluida.

En un comunicado público, la JEC ha querido alertar de que la reforma puede dejar vía libre a “una deriva elitista”. Carmen Ledesma, miembro de la JEC, sostiene que “la nueva reforma universitaria no da la oportunidad a todos los jóvenes de acceder al máster y terminar su formación si así lo desean”, por lo que aventura “una mayor desigualdad entre ricos y pobres y una disminución de la calidad de la educación, ya que no es lo mismo dar ciertas materias en tres años que en cuatro”.

Según los datos del Ministerio de Educación, solo el 20% de los universitarios accede a un máster, lo que ha servido al ministro de Educación, José Ignacio Wert, para defender que los nuevos planes ahorrarán dinero a las familias al reducirse la duración de las carreras. Sin embargo, Ledesma apunta que, “actualmente, la dinámica de la sociedad es que los jóvenes tengan muchos estudios para poder acceder al mundo laboral, y con la nueva reforma habrá más jóvenes que posteriormente tengan dificultades”.

La declaración pública de la JEC defiende que “las políticas de educación deben dejar de ser un arma arrojadiza entre partidos”. El modelo que propone la organización juvenil católica pasa por que “todo individuo, sin importar su condición, pueda distinguir y potenciar al máximo sus talentos y capacidades”, defiendiendo un sistema educativo que sepa “reconocer y premiar el trabajo responsable y continuado”.

Igualmente, apuestan por “una universidad que vaya más allá de la formación técnica, la especialización profesional y las imposiciones del mercado”. Álvaro Mota, actual presidente de la JEC, considera necesario “fijar una serie de líneas de consenso, como la igualdad de oportunidades, una política de becas justa y la fijación del currículo de ciertas asignaturas que han sido sometidas a continuas modificaciones según las motivaciones ideológicas del Gobierno de turno”.

Precisamente, la JEC, en estos momentos, está desarrollando una campaña en la universidad que aborda la cuestión del sentido del estudio bajo el lema ¿Estudiar? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Para quién? Mota recuerda que “el Evangelio nos invita a salir de la búsqueda de la propia seguridad personal, ‘el que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo’, y a buscar planteamientos de estudio solidarios, comunitarios, que tengan en cuenta a todos aquellos y aquellas que, hoy, se quedan en los márgenes del sistema”.

Los estudios religiosos y los civiles convergen

Raquel Pérez Sanjuán, secretaria de la Subcomisión de Universidades de la Conferencia Episcopal Española, sostiene que, para analizar esta reforma, “habría que ir titulación por titulación. La Iglesia siempre ha visto bien que las personas tengan la posibilidad de formarse y que haya cursos preparatorios para acceder a ciertos estudios”.

Y es que la reforma que prepara el Gobierno tendrá el efecto secundario de equiparar los estudios eclesiásticos y civiles. Actualmente, los estudios de Ciencias Religiosas o Filosofía Eclesiástica comprenden tres años y 180 créditos, pero hace falta un año más para su reconocimiento como grado.

Por ello, Pérez Sanjuán afirma que “la posibilidad que abre el RD 43/2015 es la que rige en gran parte de los estudios eclesiásticos (3+2). Por consiguiente, esta reforma supone mayor coherencia entre los requisitos establecidos por el ordenamiento de la Iglesia y los exigidos por el Estado para el reconocimiento civil de algunas de las titulaciones eclesiásticas”.

Sobre cómo puede afectar a las universidades católicas, Pérez Sanjuán, señala que “la legislación las considera entidades privadas y, por tanto, deben ceñirse a dicha legislación”. Eso sí, sostiene que “deberían esforzarse más por desarrollar una dimensión cristiana más explícita en algunos ámbitos de la vida: los laicos estamos llamados a estar en medio del mundo, con una presencia significativa que permita mostrar nuestros horizontes, nuestras opciones y nuestras actitudes; también en la Academia, ya sea pública o privada”.

En el nº 2.931 de Vida Nueva

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