Un libro de Sebastian Moll (Sígueme, 2014). La recensión es de Pedro Barrado
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Título: Marción. El primer hereje
Autor: Sebastian Moll
Editorial: Sígueme, 2014
Ciudad: Salamanca
Páginas: 237
PEDRO BARRADO | “Rechazar en el siglo II el Antiguo Testamento fue un error al que se negó con razón la Gran Iglesia. Conservarlo en el siglo XVI fue un destino al que la Reforma no pudo sustraerse. Pero seguir conservándolo, desde el siglo XIX, en el protestantismo como prototestimonio canónico [de igual valor que el Nuevo Testamento] es consecuencia de una parálisis religiosa y eclesial”.
Esta frase de Adolf von Harnack (1851-1930) en su clásica obra sobre Marción (1921) muestra perfectamente el interés que despertó en este teólogo luterano el “primer hereje” de la historia de la Iglesia. Por cierto, esta misma cita de Harnack es la que destacó explícitamente Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, al comienzo de su presentación del documento de la Pontificia Comisión Bíblica: El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia Cristiana (2001).
Marción. El primer hereje, obra de Sebastian Moll, joven profesor en la Facultad de Teología evangélica de la alemana Universidad de Maguncia, es una nueva presentación de esa importante figura de la Iglesia antigua que aún tiene hoy muchos seguidores, aunque sin saberlo ellos.
Un mérito no menor de este libro es liberar a Marción de los “prejuicios” con los que le contempló Harnack –la principal lente con que se ha visto al primer hereje modernamente–, que quería ver en él un reformador protestante avant la lettre por haber puesto de relieve una supuesta oposición entre Ley y Evangelio o entre el Dios de la justicia (Antiguo Testamento) y el de la bondad (Nuevo Testamento). Junto a esa oposición, Harnack subrayó que el heresiarca había basado su postura en el testimonio de Pablo y que, en gran parte por eso, el Antiguo Testamento quedaba obsoleto.
Sin embargo, la visión de Sebastian Moll es distinta. Para el profesor, Marción fue un dualista que creía en la existencia de un Dios malo (no justo), el del Antiguo Testamento, junto al Dios bueno, el del Nuevo Testamento (mejor dicho, de “su” Nuevo Testamento, que consistía en el evangelio de Lucas y diez cartas paulinas, todo ello además convenientemente expurgado).
Ese dualismo surgió por un convencimiento de que se había falsificado la verdad del Evangelio; por eso Pablo no es la fuente de su pensamiento, sino más bien un apoyo a su doctrina previa. Y por eso también el Antiguo Testamento, aunque detestado, no estaba obsoleto para Marción, sino que seguía siendo necesario precisamente como contrapunto del Evangelio.
La obra se compone de siete capítulos, más una introducción y una conclusión. El primero se ocupa de valorar los problemas de las fuentes de que disponemos para acceder al pensamiento del heresiarca. El segundo establece los rasgos principales de una biografía de Marción (nacimiento en el Ponto entre el 100 y el 110, educación cristiana [ortodoxa], formación y carrera profesional, llegada a Roma [144-145], relación con Cerdón [¿maestro suyo?], formación de su movimiento y ruptura con la Gran Iglesia).
El tercero presenta los dioses de la doctrina del primer hereje (Dios malo [creador y legislador], Dios bueno, y relación con el gnosticismo). El cuarto aborda la “Biblia de Marción” (con el problema del canon y del papel del heresiarca en la formación del canon de las Escrituras). El quinto valora las obras de Marción (las Antítesis, la carta a Tertuliano, los salmos marcionitas y el Pro-evangelio).
El sexto se ocupa de la Iglesia marcionita (estructura, perfil de sus miembros y posición de Marción en ella). Y, finalmente, el séptimo, que lleva por título “La época de Marción”, trata de reconstruir la postura cristiana frente al AT antes y después de Marción.
En resumen, una buena presentación del primer hereje y su doctrina, algunos de cuyos rasgos aún perduran.
En el nº 2.930 de Vida Nueva
