Los cardenales de Francisco: ni casta ni príncipes

cardenal Ricardo Blázquez recibe el birrete y el anillo cardenalicios de manos del papa Francisco consistorio 14 febrero 2015

consistorio para la creación de nuevos cardenales 14 febrero 2015

El Papa a los nuevos cardenales: “Cuanto más crece la responsabilidad, más debe ensancharse el corazón” [extracto]

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Francisco sigue imparable en su diseño de una Iglesia alejada completamente de ataduras mundanas desde una perspectiva de privilegio: los nuevos cardenales no tienen perfil curial, no proceden de diócesis “cardenalicias” y provienen de todos los continentes. “En la Iglesia –les advirtió–, toda presidencia proviene de la caridad”.

El segundo consistorio para la creación de cardenales del pontificado bergogliano ha sido un “espectáculo” lleno de color, emociones y repleto de significados. La lista de los 20 nuevos purpurados, elaborada exclusivamente por Francisco, es un acto de gobierno elocuente: refleja su apertura a las periferias del mundo y su voluntad de cambio gracias a las aportaciones de culturas y sensibilidades hasta ahora poco presentes en la Iglesia.

Después de este consistorio, Europa cuenta con 57 cardenales electores, América con 36 (repartidos entre los 18 del Norte, los seis de Centroamérica y los 12 del Sur); sigue África con 15, Asia con 14 y, por fin, Oceanía con tres. El colegio de 125 potenciales electores del próximo Papa está compuesto por purpurados que provienen de 56 países diferentes. Predominan Italia, con 26, y los Estados Unidos, con diez.

Seis son españoles, si contamos entre ellos al navarro obispo de David, en Panamá, José Luis Lacunza. Asia, el continente que el actual Pontífice ha convertido en una de sus prioridades, aumenta hasta 14 el número de sus electores (cinco de ellos son indios). Tres países cuentan a partir de ahora, por primera vez en la historia, con un cardenal: son el archipiélago de Cabo Verde, en el océano Atlántico, el reino de Tonga, en la Polinesia, y Panamá.

papa Francisco y Benedicto XVI en el consistorio de creación de nuevos cardenales 14 febrero 2015

El saludo entre Francisco y Benedicto XVI ha sido uno de los momentos más esperados del consistorio

Otro aspecto a considerar es que uno solo de los nuevos cardenales proviene de la Curia romana: el francés Dominique Mamberti, hasta hace poco secretario para las Relaciones con los Estados y actual prefecto de la Signatura Apostólica. Tampoco figura en esta lista ningún cardenal norteamericano.

Parece definitivamente archivada la tradición que confirmaba a algunas diócesis como sedes históricamente cardenalicias; los dos italianos ahora nombrados son los arzobispos de Agrigento y Ancona, mientras que Venecia y Turín siguen teniendo a la cabeza a dos arzobispos. Lo mismo puede decirse de Toledo y Sevilla.

El aspecto de la basílica de San Pedro, el sábado 14, era de verdad impresionante. Centelleaban las vestiduras color púrpura de los más de 150 cardenales presentes; detrás de ellos, otro largo centenar de arzobispos y obispos lucían sus hábitos violáceos; ya al fondo de la nave, una multitud variopinta de fieles, entre los que destacaban, por su exótica vestimenta, los de Tonga.

Pero era blanca la silueta que más miradas atraía: la de Benedicto XVI, que hizo su aparición en el templo apoyado en su bastón y acogiendo con amplias sonrisas a cuantos tuvimos ocasión de acercarnos a él para ofrecerle nuestro saludo y agradecimiento por el “gesto” histórico de su renuncia. Antes de subir al altar, Francisco se desvió para estrecharse con él en un caluroso abrazo.

Mientras se cantaba el Tu es Petrus, Bergoglio se recogió en una breve plegaria. En nombre de los nuevos cardenales, le saludó Mamberti. “Entrar a formar parte del colegio cardenalicio –le dijo– nos inserta de un modo particular en la historia y en la vida de la Iglesia de Roma que, según la bella expresión de san Ignacio de Antioquía, preside en la caridad. Por eso somos invitados a salir de nosotros mismos, de nuestros hábitos y comodidades, para servir a la misión de esta Iglesia, conscientes de que eso lleva consigo un horizonte más amplio. Y aquí, verdaderamente, está presente todo el mundo, siendo los nuevos cardenales expresión de todos los continentes”.

Una vez leído el llamado “himno a la caridad”, de la epístola de Pablo a la Iglesia de Corinto, el Santo Padre pronunció su homilía. “El cardenalato –comenzó– ciertamente es una dignidad, pero no una distinción honorífica. Ya el mismo nombre de ‘cardenal’, que remite a la palabra latina cardo (quicio), nos lleva a pensar no en algo accesorio o decorativo, como una condecoración, sino en un perno, un punto de apoyo y un eje esencial para la vida de la comunidad. Sois quicios y estáis incardinados en la Iglesia de Roma que ‘preside toda la comunidad de la caridad’. En la Iglesia, toda presidencia proviene de la caridad, se desarrolla en la caridad y tiene como fin la caridad”.

Todo desde la caridad

“En primer lugar –prosiguió el Papa–, san Pablo nos dice que la caridad es ‘magnánima y benevolente’. Cuanto más crece la responsabilidad en el servicio de la Iglesia, tanto más hay que ensanchar el corazón, dilatarlo según la medida del corazón de Cristo. La magnanimidad es sinónimo de catolicidad: es saber amar sin límites, pero, al mismo tiempo, con fidelidad a las situaciones particulares y con gestos concretos. Amar lo que es grande sin descuidar lo que es pequeño; amar las cosas pequeñas en el horizonte de las grandes. Saber amar con gestos de bondad. La benevolencia es la intención firme y constante de querer el bien siempre y para todos, incluso para los que no nos aman”.

cardenal Ricardo Blázquez recibe el birrete y el anillo cardenalicios de manos del papa Francisco consistorio 14 febrero 2015

El cardenal Blázquez con el papa Francisco

“La caridad, dice Pablo –afirmó en otro pasaje–, ‘no se irrita, no lleva cuentas del mal’. Al pastor que vive en contacto con la gente no le faltan ocasiones para enojarse. Y tal vez entre nosotros, hermanos sacerdotes que tenemos menos disculpa, el peligro de enojarnos sea mayor. También de esto es la caridad, y solo ella es la que nos libra. Nos libra del peligro de reaccionar impulsivamente, de decir y hacer las cosas que no están bien y, sobre todo, nos libra del peligro mortal de la ira acumulada, ‘alimentada’ dentro de ti, que te hace llevar las cuentas del mal recibido. No. Esto no es aceptable en un hombre de Iglesia. Es posible entender un enfado momentáneo que pasa rápido, no así el rencor”.

Al terminar su homilía, el Papa les recordó a los cardenales que debían ser dóciles: “Cuanto más incardinados estamos en la Iglesia que está en Roma, más dóciles tenemos que ser al Espíritu para que la caridad pueda dar forma a todo lo que somos y hacemos”.

Finalizada su alocución, Francisco dio lectura a la lista de los 20 nuevos cardenales que, una vez pronunciada la profesión de fe y hecho el juramento de fidelidad, fueron subiendo uno a uno hasta la sede para recibir de las manos del Papa el birrete púrpura, el anillo y el nombre de la diaconía o de la iglesia de Roma de la que a partir de ahora son titulares.

on todos intercambió algunas palabras; más largas y en español, naturalmente, con el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda, y con el de Montevideo, Daniel Fernando Sturla. Igualmente, se mostró muy afectivo con el arzobispo de Hanoi, Pierre Nguyen van Nhon, y con el birmano de Yangon, el salesiano Charles Maung Bo. El único ausente fue el cardenal José de Jesús Pimiento Rodríguez, arzobispo emérito de Manizales, en Colombia, que el 18 de febrero cumplió 96 años.

Antes de concluir la ceremonia, tuvo lugar otro consistorio para pedir a los cardenales su voto sobre la causa de canonización de cuatro religiosas (una italiana, una francesa y dos nacidas en Tierra Santa). La fecha de la ceremonia se fijó para el 17 de mayo.

Cerca del altar estaban colocadas las delegaciones oficiales. Entre todas destacaba la encabezada por la reina de Tonga, Nanasipau ‘u Tuku’ aho, esposa del monarca Tupou VI, que reina sobre los no más de 100.000 habitantes que pueblan el exótico país oceánico. Estaban igualmente presentes el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, y el primer ministro de Cabo Verde, José María Pereira Neves.

La del Gobierno español la encabezaba la vicepresidenta, Soraya Saénz de Santamaría, y la componían, entre otros, los ministros de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo; el del Interior, Jorge Fernández Díaz; el alcalde y el presidente de la Diputación de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva y Jesús Julio Carnero; así como la presidenta de las Cortes de Castilla y León, Pilar García, junto a nuestro embajador en el Vaticano, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga.20 nuevos cardenales creados en el consistorio 14 febrero 2015

Argentina mandó al subsecretario para el Culto, Juan Landáburu, al frente de una nutrida delegación de Tucumán, mientras que Uruguay solo se hizo presente a través de su embajador, Daniel Ramada.

A media tarde, los 20 nuevos cardenales se distribuyeron entre el Aula Pablo VI y el Palacio Apostólico para participar en las que antes se llamaban visitas ad calorem. Se trata de un encuentro informal con los familiares, amigos o simplemente curiosos, recogido, como ahora ya es imposible evitar, en miles de fotografías.

Los más solicitados, por obvias razones geográficas, fueron los italianos Edoardo Menichelli, arzobispo de Ancona; el de Agrigento, Fernando Montenegro; y Luigi de Magistris, que, después de una larguísima vida de servicio en diversos puestos de la Curia, a sus 89 años, ha recibido su merecidísima distinción.

Celebración del domingo

Al día siguiente, a las diez de la mañana, daba comienzo en San Pedro la concelebración del Papa ya con todo el colegio cardenalicio. Prueba de la importancia que Bergoglio ha querido dar a esta semana “sinodal”, es la homilía que pronunció, bastante más larga de lo que es en él habitual y con muy claros mensajes, dirigidos a toda la Iglesia. Inspirándose en las lecturas, sintetizó: “Estos son los tres conceptos claves que la Iglesia nos propone en la liturgia de la Palabra: la compasión de Jesús ante la marginación y su voluntad de integración”.

Jesús –siguió– “ha querido curar al leproso, ha querido tocar, ha querido reintegrar en la comunidad, sin autolimitarse por los prejuicios; sin adecuarse a la mentalidad dominante; sin preocuparse para nada del contagio. Jesús responde a la súplica del leproso sin dilación y sin los consabidos aplazamientos para estudiar la situación y todas sus eventuales consecuencias. Para Jesús, lo que cuenta sobre todo es alcanzar y salvar a los lejanos, curar las heridas de los enfermos, reintegrar a todos en la familia de Dios. Y eso escandaliza a algunos. Jesús no tiene miedo de ese tipo de escándalo. Él no piensa en las personas obtusas que se escandalizan incluso de una curación, que se escandalizan de cualquier apertura, de cualquier paso que no entre en sus esquemas mentales o espirituales, de cualquier caricia o ternura que no corresponda a su forma de pensar y a su pureza ritualista. Él ha querido integrar a los marginados y salvar a los que están fuera del campamento”.

“Son dos lógicas de pensamiento y de fe –recalcó–, el miedo de perder a los salvados y el deseo de salvar a los perdidos. Hoy nos encontramos en la encrucijada de estas dos lógicas: a veces la de los doctores de la ley, o sea alejarse del peligro apartándose de la persona contagiada, y la lógica de Dios que, con su misericordia, abraza y acoge reintegrando y transfigurando el mal en bien, la condena en salvación y la exclusión en anuncio”.

“El camino de la Iglesia –continuó– es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero. Es el de salir del propio recinto para ir a buscar a los lejanos en las ‘periferias’ de la existencia; es el de adoptar íntegramente la lógica de Dios; el de seguir al Maestro, que dice: ‘No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores’”.

“La caridad –reafirmó– no puede ser neutra, indiferente, tibia o imparcial. La caridad contagia, apasiona, arriesga y compromete. Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita. Es creativa en la búsqueda del lenguaje adecuado para comunicar con aquellos que son considerados incurables y, por tanto, intocables. El contacto es el auténtico lenguaje que transmite”.

“Queridos hermanos –dijo a los cardenales–, os exhorto a servir a la Iglesia en modo tal que los cristianos (edificados por nuestro testimonio) no tengan la tentación de estar con Jesús sin querer estar con los marginados, aislándose en una casta que nada tiene de auténticamente eclesial. Os invito a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada por el motivo que sea; a ver al Señor en cada persona excluida que tiene hambre, que tiene sed, que está desnuda; al Señor que está también en aquellos que han perdido la fe o que, alejados, no viven la propia fe; que se han declarado ateos [esta frase la improvisó]; al Señor que está en la cárcel, que está enfermo, que no tiene trabajo, que es perseguido; al Señor que está en el leproso (de cuerpo o de alma), que está discriminado: no descubrimos al Señor si no acogemos auténticamente al marginado. Recordemos siempre la imagen de san Francisco, que no tuvo miedo de abrazar al leproso y de acoger a aquellos que sufren cualquier tipo de marginación. Sobre el Evangelio de los marginados se descubre y se revela nuestra credibilidad”.consistorio para la creación de nuevos cardenales 14 febrero 2015

 

Prosigue la reforma de la Curia… “No es un fin en sí misma”

Por otro lado, como nuestros lectores ya saben, antes del consistorio para la creación de nuevos cardenales tuvo lugar, los días 12 y 13 de febrero, un consistorio extraordinario centrado fundamentalmente en el estudio de unas propuestas para la reforma de la Curia. Como informamos en nuestro anterior número, tuvimos la oportunidad de acceder en primicia al documento que les fue entregado a los purpurados como material de estudio y reflexión. Que se trata de un documento auténtico nos ha sido confirmado por fuentes irrefutables.

Los purpurados, pues, recibieron 34 páginas en las que se habían recogido cuatro documentos preparados por el secretario del C-9, monseñor Semeraro, y que abordan la propia actividad del Consejo de los Cardenales, las líneas-guía para el trabajo de reforma de la Curia romana, la situación de los laicos, la familia y la vida desde un perfil teológico, y la caridad, la justicia y la paz desde la misma perspectiva.

También se les hizo entrega de un folleto con todas las modificaciones hechas a la Constitución Pastor Bonus de Juan Pablo II (28 de junio de 1988). Son, fundamentalmente, seis motu proprio, uno del mismo Karol Wojtyla y otros cinco de Joseph Ratzinger; los de este último se refieren a la creación de algunos nuevos organismos curiales –el más significativo, el del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización– y a nuevas distribuciones de materias a diversos dicasterios.

El papa Francisco abrió los trabajos de este consistorio con un discurso centrado en el binomio comunión-colegialidad. “La meta que queremos alcanzar –recalcó al referirse a la reforma de la Curia– es siempre la de favorecer una mayor armonía en el trabajo de los varios dicasterios y oficinas con el fin de realizar una más eficaz colaboración en esa absoluta transparencia que edifica la auténtica sinodalidad y colegialidad. La reforma no es un fin en sí misma, sino un medio para dar un fuerte testimonio cristiano; para favorecer una más eficaz evangelización; para promover un más fecundo espíritu ecuménico; para estimular un diálogo más constructivo con todos. (…) Ciertamente, alcanzar una meta así no es fácil, requiere tiempo, determinación y, sobre todo, la colaboración de todos. Pero, para realizar esto, debemos sobre todo confiarnos al Espíritu Santo, que es el verdadero guía de la Iglesia, implorando en la oración el don del auténtico discernimiento”.

No podemos menos que lamentar que la información que se ofrece desde el Vaticano sobre estos “acontecimientos” es más bien escasa (y no es, desde luego, responsabilidad personal del jesuita Lombardi, resignado a esta figura de portavoz no particularmente brillante). Además del ya citado monseñor Semeraro, intervino en esta primera sesión el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, que ejerce como moderador del C-9.

En otros momentos sucesivos del consistorio, también informó a los cardenales sobre cómo está funcionando la Secretaría para la Economía el cardenal George Pell, que, al parecer, está descubriendo que las finanzas vaticanas han sido administrativamente un poco la “casa de tócame Roque”, pero que, paradójicamente, entiende que la situación es bastante más confortable de lo que en un principio podría parecer.

Otros informes estuvieron a cargo del nuevo presidente del IOR, Jean-Baptiste de Franssu, y del maltés Joseph Zahra, que es el vicecoordinador del Consejo para la Economía.

En el nº 2.930 de Vida Nueva

 

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