Hospitales en Urgencias

Jesús Sánchez Camacho, profesor CES Don Bosco JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco

La Memoria de siete días del n. 458 la firma un periodista que ocupará la dirección del diario Ya en el albor de la democracia. Alejandro Fernández Pombo observa perplejamente el bombardeo norteamericano sobre el norte de Vietnam. El periodista teme que la crisis “salte de las páginas del periódico a las del libro de la Historia”. No se equivocaba. Fecunda literatura se ha escrito sobre una guerra que, cuando en 1975 finaliza, anota cerca de seis millones de víctimas.

El viernes 12 de febrero de 1965, Fernández Pombo narra cómo se deja contagiar por el optimismo de Manuel Gómez Ortiz. Comparten un café en el que el joven periodista de Vida Nueva le adelanta su próximo libro de entrevistas y los numerosos proyectos que pululan por su mente.

Aquel fin de semana, el redactor de la revista tiene un reportaje en ciernes. La joven química que ilustra la portada del semanario es el escaparate de una trama que acoge, en su trastienda, a 2.500 millones de personas de países subdesarrollados sin recursos sanitarios.

El reportaje señala al cáncer, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes como patologías que empiezan a inquietar en el Norte. El Sur entraña otras preocupaciones médicas, alejadas del Occidente; sempiternas epidemias, expuestas por Manuel Gómez Ortiz bajo el calificativo de “plagas”.

Si en los países del Norte la crisis económica actual ha deteriorado las prestaciones y servicios de los hospitales, en los del Sur nunca ha habido medios para atender infecciones como el sida, la tuberculosis, la fiebre amarilla, el sarampión, el ébola, la poliomielitis o la malaria. Así lo divulga cada año la Organización Mundial de la Salud (OMS) en sus escalofriantes estadísticas.

No hace mucho que Margaret Chan, directora de la OMS, dijo que faltaban 4 millones de médicos. Y faltan, sobre todo, en algunos rincones del mundo donde, enfermedades fácilmente curables aquí, son causa de muerte allí. Pero ya somos inmunes al sufrimiento del otro. Una indiferencia globalizada.

En el nº 2.930 de Vida Nueva

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