Daniel Sturla: “La sociedad escucha a la Iglesia cuando no hablamos desde la cátedra”

cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, Uruguay

Nuevo cardenal arzobispo de Montevideo

cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, Uruguay

Entrevista con Daniel Sturla [extracto]

Texto y foto: DARÍO MENOR (ROMA) | A Daniel Sturla le costó dormir la noche anterior, pero no se le nota. “Tuve la misma sensación que en mi primer día de escuela hace 50 años”. Los nervios del novato son siempre los mismos, no distinguen entre el párvulo y el nuevo purpurado. A dos días de ser creado cardenal por el papa Francisco, el arzobispo de Montevideo recibe a Vida Nueva poco antes de que comience una de las sesiones del consistorio dedicadas a la reforma de la Santa Sede. “Lo más importante es el cambio interior de las personas”, propone, reivindicando la “pobreza y libertad” de la Iglesia uruguaya, que, con este salesiano de 55 años, consigue al segundo purpurado de su historia.

PREGUNTA.- ¿Por qué Francisco quiere que usted sea cardenal?

RESPUESTA.- No lo sé. Hasta ahora solo he tenido ocasión de saludarle, pero tampoco se lo voy a preguntar. Creo que ha sido un reconocimiento a la Iglesia uruguaya, que él conoce y aprecia por la cercanía entre Argentina y Uruguay. En el contexto de América Latina es un poco especial por la secularización grande que ha habido en el país. Es una Iglesia pobre y libre, pues nunca ha dependido del Estado. Sus presbíteros son austeros, a veces al sacerdote no le llega para mantener la parroquia ni a sí mismo.

P.- ¿Qué lectura hace del consistorio, en el que tres cuartas partes de los nuevos cardenales no provienen de Europa?

R.- Va en la línea con la universalización del colegio cardenalicio. Francisco lo acentúa de un modo muy grande enriqueciendo a la Iglesia, pues cada pueblo vive el catolicismo con rostros peculiares.

P.- Decía usted en una ocasión que “no es fácil ser obispo en Uruguay”. ¿Qué aporta esta experiencia propia al colegio cardenalicio?

R.- Primero, seamos modestos, no sé si podremos aportar mucho. Lo que tenemos nosotros es la experiencia de cien años de laicismo duro, que llegó al pueblo. A diferencia de otros países de América, donde hubo procesos secularizadores que quedaron en la élite intelectual o económica, en Uruguay la secularización llegó al pueblo de un modo fuerte y profundo. Nuestra Iglesia hace cien años que no tiene ningún apoyo estatal y, de algún modo, tiene que hacer oír su voz, pero con cierta dificultad. Hay una conciencia de ser una voz cristiana en una sociedad plural, donde se nos escucha siempre y cuando sepamos hablar, no desde la cátedra, sino como un actor más de la sociedad plural. Es algo que en otros países la Iglesia tiene que aprender a hacer.

P.- ¿Este laicismo de larga tradición está cambiando con el pontificado de Francisco?

R.- El mayor cambio, más allá de Francisco, vino con el retorno de la democracia en 1985. El laicismo de viejo cuño, si bien todavía subsiste, es anacrónico. Hoy hay, en cambio, en los diversos actores, una búsqueda de que la Iglesia opine y diga su palabra dentro de un contexto plural. Las visitas de Juan Pablo II ayudaron. Después de la llegada de la democracia hubo solo un presidente católico. Los demás han sido todos agnósticos o ateos, pero siempre han tenido mucho respeto hacia la Iglesia. Creo que eso marca un cambio cultural positivo, es decir, Uruguay ha pasado de un laicismo más combativo a una laicidad positiva, como decía Benedicto XVI.

P.- Dentro de esa laicidad positiva, ¿qué elementos de la Iglesia se valoran más dentro de la sociedad uruguaya?

R.- Su tarea educativa, por ejemplo. La Iglesia ha hecho un aporte muy valioso. Uruguay tenía un nivel educativo muy alto en el contexto americano, pero hoy pasamos una crisis. Ahora hay una experiencia piloto en la educación de los más desfavorecidos que ha hecho la Iglesia con un centro de secundaria, que llamamos Liceo Jubilar. Demuestra que, cuando se quiere, se puede trabajar con adolescentes de contextos críticos. Tanto es así que la nueva ministra de Educación, que no es católica, ha dicho que le gustaría implantar ese modelo, sobre todo pensando en los más desfavorecidos. Hay muchas otras obras de promoción de la Iglesia, que nunca estuvo atada al poder. No hubo connivencia entre la Iglesia y la dictadura. Todo eso no da a la Iglesia un papel protagónico, pero sí una voz que se escucha. El año pasado, cuando asumí como arzobispo de Montevideo, me invitaron desde los sindicatos hasta las cámaras empresariales, pasando por el presidente Mujica, que quiso que nos viéramos más de una vez. Lo mismo hicieron políticos de distintos sectores. Eso es algo no visto antes en Uruguay. Hay una evolución en la que el efecto Francisco tiene también mucho que ver.

Mujica es “auténtico”

P.- ¿Cómo han sido las relaciones con el Gobierno de José Mujica, quien acaba en marzo su mandato?

R.- Muy positivas, aun cuando él no es creyente. Compartimos un guiso en un barrio pobre de Montevideo durante la Jornada Mundial del Voluntariado, en la que participaron muchos jóvenes de colegios católicos. Se hizo apoyando el Plan Juntos, un plan de vivienda que el presidente impulsó. Él quiso que le acompañara.

P.- A Mujica la prensa europea le adora. ¿Considera acertada esa imagen?

R.- Hay una cosa muy positiva: la autenticidad de un hombre que vive austeramente. Otra cosa positiva es la cercanía con el pueblo y la identificación con las causas populares. Luego hay que ver si han sido eficaces sus políticas. No siempre han sido las más acertadas, por ejemplo en materia educativa.

P.- Mujica y Francisco parecen tener muchos puntos comunes. ¿Le habló el presidente del Papa cuando tomaban ese guiso?

R.- Hablamos de un tema que quería comentarle. El Papa sí que me habló de él después de recibirle. Cuando llegó de Roma, Mujica recomendó a todos los uruguayos por radio que leyeran la Evangelii Gaudium. El Papa lo sabía y, hablando con mucha confianza conmigo, al estilo de un argentino con un uruguayo, me dijo: “Che, tu presidente hasta mandó leer la Evangelii Gaudium”. Mujica ha sabido aprovechar sus puntos fuertes en beneficio del país. En España y en Italia también me hablan de Mujica. ¿Antes quién conocía al presidente uruguayo?

P.- ¿Qué puede aportar la Iglesia uruguaya para encontrar a los hijos de los desaparecidos? ¿Formará parte de la Comisión de Derechos Humanos creada por el nuevo presidente, Tabaré Vázquez?

R.- La Iglesia ya ha participado en otros intentos, tanto públicos, como la Comisión para la Paz, creada por el presidente Batlle, como en otros más privados. Si el presidente nos convoca, claro que participaremos.

P.- Hoy los salesianos son los religiosos más numerosos dentro del colegio cardenalicio. ¿Qué aporta a la Iglesia universal el carisma de Don Bosco?

R.- Los salesianos tenemos un corazón muy universal, dado por la universalidad de Don Bosco, que en seguida pensó en hacer el bien por el mundo entero. Al mantener vivo el espíritu juvenil y popular propio de nuestro carisma, un cardenal salesiano se abre a la dimensión universal de la Iglesia y no se encierra en una especie de lobby salesiano.

 

“Puede haber rotación en la Curia”

Si Francisco le pregunta y le pide consejo sobre la reforma de la Curia, el ya cardenal Sturla no rehuiría una respuesta:

“El Papa señaló quince enfermedades. Tiene claro que más allá de los cambios de estructuras, que podrán sin duda mejorarse, lo más importante es el cambio interior de las personas. Esto a veces puede estar unido a que las personas no estén rígidamente instaladas en la Curia, más allá de que se necesita un trabajo profesional”.

En esta línea, según sugiere el purpurado de Montevideo, “puede haber una rotación” en distintas estructuras curiales. “La Vida Religiosa (yo soy salesiano) tiene una cosa muy sabia. Yo fui superior de aquellos que habían sido superiores míos. Entiendo que este campo es distinto, pero ese aspecto de la Vida Religiosa habría que ver cómo se puede conjugar con lugares donde el carrerismo parece que puede hacer mucho daño”.

En el nº 2.930 de Vida Nueva

 

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