Ricardo Blázquez, entre los 15 purpurados que serán electores
M. PÉREZ | El papa Francisco ha presidido hoy sábado 14 de febrero, en la basílica de San Pedro, el consistorio ordinario público para la creación de 20 nuevos cardenales (“una dignidad, pero no una distinción honorífica”, según Bergoglio), el segundo de su pontificado. Como manda el ritual, los nuevos purpurados –entre ellos, el español Ricardo Blázquez Pérez, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española– han recibido de manos del papa Francisco un anillo, símbolo de su nuevo compromiso universal con la Iglesia, y el capelo cardenalicio, rojo como la sangre de los mártires que dieron su vida por defender su fe.
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De los nuevos cardenales, 15 serán electores en un hipotético cónclave, y cinco no electores por superar los 80 años. A la ceremonia han asistido todos, excepto el colombiano José de Jesús Pimiento Rodríguez, que no ha viajado a Roma debido a su avanzada edad (95 años). Quien sí ha estado ha sido el papa emérito, Benedicto XVI, saludado por el papa Francisco a la entrada y a la salida de la basílica vaticana.
Durante su alocución, el Papa ha advertido que los cardenales de la Iglesia Católica deben tener “un fuerte sentido de la justicia, de modo que no acepte ninguna injusticia”.
El Pontífice ha hecho una glosa de la primera Carta de San Pablo a los Corintios (que se ha leído durante la ceremonia) y ha instado a los nuevos purpurados a practicar la caridad y a “amar sin límites”, con “fidelidad a las situaciones particulares”, y también a “amar con gestos de bondad”, buscando “el bien siempre y para todos, incluso para los que no nos aman”.
La caridad como guía
El Papa ha insistido en que recibir el cardenalato no es “algo decorativo ni una distinción honorífica”, sino un compromiso con el amor de Jesús. Y ha subrayado: “Cuanto más crece la responsabilidad en la Iglesia, más tiene que ensancharse el corazón”.
Antes de imponerles el capelo cardenalicio y entregarles el anillo que les distingue como cardenales, Bergoglio les dejó un encargo: “Que la caridad sea la pauta de su trabajo”. “La magnanimidad es, en cierto sentido, sinónimo de catolicidad, es saber amar sin límites, pero al mismo tiempo con fidelidad a las situaciones particulares y con gestos concretos”.
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