Fundamentalismo: no en nombre de Dios

Cristianos, musulmanes y judíos en España analizan para ‘Vida Nueva’ este fenómeno

Pepa Torres, religiosa Apostólica del Corazón de Jesús e integrante de la Red Interlavapiés, con musulmanes y judíos en Madrid

La religiosa Pepa Torres con inmigrantes musulmanes en el barrio madrileño de Lavapiés

ÁNGELES LÓPEZ. Foto: SERGIO CUESTA | En Francia viven cinco millones de musulmanes. La inmensa mayoría sigue los preceptos de sus textos religiosos, que son muy claros en la defensa del carácter sagrado de la vida humana. El Corán dice: “Si alguien mata a una persona inocente, es como si hubiera matado a toda la humanidad; y si alguien salva una vida humana, es como si hubiera salvado la vida de toda la humanidad” (Al-Maidah, 32). Estamos, por tanto, ante un hecho irrefutable: se trata de una religión de paz y no de violencia. Una vez más, es el “fenómeno humano” –como diría Teilhard de Chardin– quien todo lo malversa.

A algunos se les puede tachar de fanáticos per se, pero otros muchos acuden a la llamada de las armas en nombre de la desesperación. A fecha de enero, las Fuerzas de Seguridad del Estado calculaban que cerca de 2.000 marroquíes y 50 españoles se habían unido a la yihad [guerra santa]. Exaltación en unos casos; otros, a cambio de suculentas mensualidades –entre 3.000 y 5.000 euros– para sacar a sus hijos de la pobreza de entornos marginales, como Tánger o Ceuta. Al poco, terminan empuñando un kalashnikov, inmersos en una guerra que no comprenden. Un grupo reducido, que funcionará como células durmientes a la espera de perpetrar un atentado con “inevitable” autoinmolación de fondo.

“Los terroristas que actúan en nombre del islam promueven una ideología takfiri, que supone la negación de las creencias de todos los que piensan diferente, incluyendo a la inmensa mayoría de los musulmanes, a los que consideran apóstatas. Derivan su ideología del wahabismo, una corriente extremista aparecida en el siglo XVIII en lo que es hoy Arabia Saudí”, expresa Sebastián Vázquez, escritor, experto en religiones y editor de Los libros del Olivo.

Manipulación del libro sagrado

Por definición, todo radicalismo que aboga por la violencia es contrario al espíritu de cualquier religión. “Pero hay que tener presente que cualquier texto sagrado puede ser retorcido, manipulado y reinterpretado hasta obligarle a ‘decir’ lo que se quiera”, recuerda Sebastián Vázquez.

Para Anna Krull, miembro de la Federación de Comunidades Judías de España, “las interpretaciones diferentes generan corrientes distintas, pero no necesariamente radicales. Incluso, muchas, pueden ser enriquecedoras. La diferencia en la manera de interpretar la realidad se traduce también en variaciones a la hora de llevar a la práctica lo indicado en los libros sagrados”.

El fracaso de las políticas de integración

Judíos, musulmanes y cristianos se ponen inmediatamente de acuerdo: “La violencia deriva del fracaso de las políticas de integración… Es la coartada perfecta para una mayor vulneración de los derechos humanos”, matiza Pepa Torres, religiosa Apostólica del Corazón de Jesús e integrante de la Red Interlavapiés, el barrio más multicultural de Madrid. “Y el problema llega cuando el radicalismo es conveniente a otros intereses, ya sean económicos, políticos o estratégicos”.

Según esta religiosa, “solo una minoría es extremista, aunque haga mucho ruido. El resto quiere integrarse, porque ya saben lo que es el infierno, el hambre y la opresión en sus países de origen. Su espíritu, en mi experiencia, es más democrático que el de los nacidos en democracia, porque han venido buscando un espacio donde vivir en libertad”.

Reportaje completo solo para suscriptores

En el nº 2.929 de Vida Nueva

 

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