Vicente Durán Casas. Jesuita, profesor de filosofía

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“La religión merece una crítica consistente”

Los hechos violentos presentados en Francia recientemente, incluido el asesinato de varios integrantes del semanario Charlie Hebdo, merecen repudio por parte toda la sociedad. Nada los justifica. Así piensa Vicente Durán Casas, profesor titular de filosofía de la Universidad Javeriana. En conversación con Vida Nueva, el jesuita expone su análisis sobre algunos elementos de juicio acerca de esta realidad.

“A nadie se le debe reprimir o castigar por expresar, incluso, en tono de burla, algunos puntos de vista”

“A nadie se le debe reprimir o castigar por expresar, incluso, en tono de burla, algunos puntos de vista”

Se fortalece la tendencia a asociar el fundamentalismo con el Islam, ¿qué piensa de esta situación? 

Se comete una gran injusticia. El Islam es una religión sumamente respetable, seguida por millones de personas en muchos países del mundo, no solo en el mundo árabe. Si vamos a hablar de fundamentalismo religioso es bueno caer en la cuenta de que no solamente es perjudicial ese tipo de fundamentalismo sino también otros fundamentalismos en la sociedad. Hay fundamentalistas económicos: los defensores a ultranza del capitalismo salvaje han convertido en un mito la  libertad del mercado y la no intervención del Estado en la regulación de las relaciones económicas. En Colombia tenemos fundamentalismos políticos, de izquierda y de derecha, que le han hecho mucho daño al país.

El desafío del equilibrio

Desde una perspectiva filosófica, ¿en qué consiste el fundamentalismo? 

En el rechazo a aceptar cuestionamientos sobre ciertos principios, sobre todo cuando vienen con argumentos sólidos. El fundamentalista es el que no es capaz de escuchar, de entender ni de aceptar que haya argumentos racionales; argumentos de tipo, incluso, emocionales, para modificar puntos de vista. En ese sentido, se manifiesta una tendencia de la mente humana sumamente perjudicial para el intercambio, para la construcción de consensos y de enriquecimiento mutuo en la sociedad.

Sin embargo, hay que evitar la posición contraria. El fundamentalismo no es bueno, pero el carecer de principios y de fundamentos tampoco. Hay una tendencia funesta a creer que tener convicciones sólidas, firmes, equivale a ser fundamentalista. Y no. Son cosas muy diferentes. El fundamentalista no está en disposición de modificar puntos de vista, incluso cuando se le presentan argumentos. Pero el tener convicciones sólidas y firmes es otra cosa. El tener convicciones y principios en los cuales uno cree y con los cuales uno se orienta en la vida no significa ser fundamentalista. El ser humano necesita de convicciones sólidas. Las sociedades en las que las personas pierden el contacto con principios, con valores firmes que le den sostenimiento a la vida que llevan, son sociedades que entran en unos procesos muy peligrosos. Entonces, el ser humano tiene que estar en un equilibrio sano para tener fundamentos que le permitan tener una vida coherente, una vida llena de sentido sin caer en el fundamentalismo, que es negarse a cuestionar, a revisar críticamente esos principios y esas bases, porque otras personas piensan diferente y porque hay argumentos para cuestionarlos. Yo creo que ese es un desafío muy interesante de la sociedad contemporánea.

DSC01022Mucho se ha subrayado por estos días el ideal de la libertad, en relación con el proceso social de la Revolución Francesa. Sin embargo, esta referencia tiene sus límites y sus paradojas…

Las raíces de estos tres ideales: libertad, igualdad y fraternidad, proceden del mundo judeocristiano. Los sucesos de París nos han mostrado que falta mucho para que se conviertan en realidad, sobre todo si se les desvincula entre sí. En el mundo burgués de la Europa contemporánea la libertad se ha convertido en un mito exaltado, pero no hay disposición para unirla a la fraternidad: libertad sí, pero fraternidad no, sobre todo si exige un poco de sacrificio; cuando se trata de traducirla en relaciones económicas y laborales de justicia social para el inmigrante encuentra sus límites. Entonces, ¿dónde quedan los límites de la fraternidad frente a los límites de la libertad? ¿“La libertad no tiene límites” pero la fraternidad sí? ¿O la fraternidad también tiene una aspiración de ser universal, de tal manera que hermanos somos todos los seres humanos? Yo creo que en los orígenes de la Revolución Francesa el tema de la fraternidad no se limita al pueblo francés, sino que abarca a todos los seres humanos. Lo mismo la igualdad. Esos ideales hay que seguirlos trabajando sin desconectarlos entre sí.

Tras el asesinato de los miembros del semanario Charlie Hebdo hubo quienes manifestaron que la libertad –incluida la libertad de prensa- no debería conocer límites de ningún tipo… 

Kant dice en su filosofía política y en su filosofía del derecho que lo único que, desde el punto de vista de la razón, justifica una limitación en el orden de la libertad es que la libertad exista. Se limita la libertad para que haya más libertad, no para que haya menos libertad. El derecho existe por la libertad humana, y el derecho existe para preservar la libertad humana. En ese sentido lo único que justifica limitar la libertad humana es garantizarla; la libertad que no se limita a sí misma se destruye a sí misma. Entonces, a mí me preocupa que la gente que dice que no debe haber límites a la libertad puede estar eliminando la libertad. El problema es asociar esto con los crímenes horribles de Charlie Hebdo, pero creo que es inevitable pensar que por una libertad sin frenos ya no existen personas libres, como eran estos caricaturistas.

La ambigüedad

¿Cómo se limita la libertad para que haya más libertad?

Hay una expresión que ha hecho escuela en la filosofía y en la filosofía del derecho: “mi libertad llega hasta donde inicia la de los demás”. El roce de las libertades es, propiamente, el límite de las libertades. Es un principio válido. El problema es la hermenéutica de esa libertad y de la ofensa.

Yo prefiero vivir en una sociedad en donde haya menos restricciones a la libertad que en una donde haya más. Por ejemplo, yo quisiera vivir en una sociedad en donde caricaturas cuyo contenido no comparto se pudiesen publicar y no en una sociedad en donde haya una instancia política o cultural que tenga el poder de decirle a las personas “no, eso no lo publican”. Ahora bien, yo creo mucho en la autolimitación de la libertad, en la autocensura. Lo que pasa es que la autocensura también es un juego peligroso, porque lo que para mí no es ofensivo para otros puede serlo. Las caricaturas de Charlie Hebdo, a mi juicio, son tremendamente ofensivas contra el Islam, pero esto de ninguna manera justifica ni el que hayan matado a sus autores ni el que sean censurados. El ser humano tiene que hacer un esfuerzo por tomar en serio las convicciones de los otros.

En un reciente trino usted señalaba que “los verdaderos críticos de las religiones (Spinoza, Hollbach, Voltaire, Feuerbach, Marx, Nietzsche, Freud) nunca se burlaron de ellas”. 

“¿’La libertad no tiene límites’ pero la fraternidad sí?”

“¿’La libertad no tiene límites’ pero la fraternidad sí?”

Yo creo que debe existir libertad de expresión, a nadie se le debe reprimir o castigar por expresar, incluso, en tono de burla, algunos puntos de vista sobre temas religiosos que no se comparten. Pero una cosa es la burla, que a mí no me gusta; y otra, la crítica. Yo sí creo que las religiones merecen crítica, y la crítica es muy seria. Yo lamento mucho que los que se burlan de las religiones no tengan la capacidad de establecer una crítica consistente de las religiones, porque en el fondo también las religiones tienen una dimensión crítica de la sociedad secular. Así como las religiones merecen la crítica de la sociedad secular, la sociedad secular también puede ser criticada, profundamente, en sus raíces más hondas, por las religiones.

Texto: Miguel Estupiñán

Foto: VNC, Gwenaël Piaser, xddorox

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