Las puertas del Vaticano, abiertas a la mujer

Asamblea del Consejo para la Cultura sobre el tema de las culturas femeninas

Unas jornadas sobre el tema vertebran la última Plenaria del Consejo para la Cultura

Asamblea del Consejo para la Cultura sobre el tema de las culturas femeninas

El cardenal Ravasi con Monica Maggioni (izq.) y Anna Maria Tarantola, de la RAI

ANTONIO PELAYO (ROMA) | No recuerdo haber visto antes en la Sala de Prensa de la Santa Sede a tantas mujeres: el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, estaba rodeado el 2 de febrero por la presidenta de la RAI, Anna Maria Tarantola; Monica Maggioni, que dirige el canal RAI News 24; la profesora de Sociología Consuelo Corradi y la actriz Nancy Brilli.

Tal afluencia de féminas estaba motivada por la presentación del tema de la Asamblea Plenaria del citado Consejo (4-7 de febrero), Las culturas femeninas entre igualdad y diferencia, un ambicioso proyecto que abre brecha en un mundo, como el clerical y curial, con frecuencia reticente ante las reivindicaciones del universo femenino.

Estos han sido los grandes temas tratados a lo largo de los tres días de discusión: Igualdad y diferencia: a la búsqueda de un equilibrio; La generatividad como código simbólico; El cuerpo femenino: entre cultura y biología; Las mujeres y la religión: fuga y búsqueda de nuevos modelos; Mujeres, Iglesia y culturas en los próximos años.

Como material preparatorio a la reunión, el Consejo editó un interesante folleto de 18 páginas elaborado por un grupo de mujeres “a la luz de las consideraciones pastorales enviadas por los miembros y consultores del Pontificio Consejo”. Entre estos se encuentran los cardenales Rouco Varela, emérito de Madrid; Urosa, arzobispo de Caracas; el arzobispo de La Plata, Rubén Aguer; y el obispo de Garzón, el franciscano colombiano Fabio Duque Jaramillo.

“En una modernidad –escriben las autoras– donde el trabajo es la vía maestra y la más sólida para evitar la pobreza y la exclusión, las mujeres piden trabajo, a veces incluso una carrera, y el reconocimiento de este compromiso en términos de ‘status’ y de dinero iguales a los de los hombres. Piden ser consideradas personas en su propia totalidad, no solo subalternas. Muchísimos países del mundo han cambiado incluso los propios sistemas jurídicos para reconocer el equilibrio y la participación de responsabilidades entre mujer y marido, madre y padre… Hay que evitar dos extremos peligrosos de este proceso: la uniformidad y la marginación”.

Sobre la “generatividad”, se afirma que “el cuerpo de la mujer es el punto de partida de todo ser humano, la fuente primera de la respuesta a la angustia de la muerte. En el cuerpo de la mujer tiene lugar la vida prenatal, que tiene un valor y una importancia fundamentales, porque deja una impronta inicial en el cuerpo y en el cerebro en formación del niño”.

El tercer tema abordado en este documento (el cuerpo femenino entre cultura y biología) es uno de los más extensos y polémicos. “Ninguna batalla política o social –afirman– ha sido capaz de desenraizar un mecanismo tan profundamente enraizado como el del uso del cuerpo femenino con fines comerciales”.

Otro pasaje asegura que “la prostitución puede ser considerada como la más difundida forma de esclavitud, incluso en las sociedades civiles y democráticas”. Y, más adelante, recalcan que “ningún pretexto, cultural o social, debería ser nunca empleado para legitimar, minimizar e incluso tolerar la violencia de género”.

También se aborda el asunto que tanto interesa al papa Francisco: el papel de las mujeres en la Vida Religiosa y eclesial. Lo abren con esta cita conciliar: “Las mujeres representan desde siempre para la Iglesia una especie de fortaleza silenciosa de la fe. (…) Un ejército de maestras, catequistas, madres y abuelas que, sin embargo, mirando la realidad de la Iglesia actual, son figuras que parecen pertenecer a un mundo antiguo que va desapareciendo”.

“El objetivo realista –concluyen– podría ser el de abrir a las mujeres las puertas de la Iglesia para que ofrezcan su contribución en términos de competencia y también de sensibilidad, intuición, pasión y dedicación, en plena colaboración e integración con el mundo masculino”.

  • OPINIÓN: ¿Burka?, por Antonio Pelayo

En el nº 2.928 de Vida Nueva

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