José Luis Lacunza, OAR: “El Papa no necesita ni sumisos ni torpederos”

José Luis Lacunza, obispo de David (Panamá) y cardenal

Obispo de David (Panamá) y próximo cardenal

José Luis Lacunza, obispo de David (Panamá) y cardenal

Entrevista con José Luis Lacunza [extracto]

JOSÉ LUIS CELADA | José Luis Lacunza Maestrojuán (Pamplona, 1944), agustino recoleto desde 1967 y obispo de David (Panamá) desde 1999, será uno de los 20 nuevos cardenales que el papa Francisco creará en el consistorio del 14 de febrero y el primero en la historia del país centroamericano.

PREGUNTA.- ¿Sorprendido por su designación como cardenal? ¿Cómo recibió la noticia?

RESPUESTA.- Sorprendido, asombrado, anonadado, emocionado… Fueron muchos los sentimientos que se agolparon en mí esa mañana del 4 de enero. La primera insinuación de la noticia me la hizo llegar mi hermana Marichu, desde Pamplona, a través de un whatsapp en el que me hacía preguntas sobre nuevos nombramientos del Papa; pensé: “Mi hermana se ha vuelto loca, en qué estará pensando”, y no le hice caso. Me preparé el desayuno, antes de ir a misa a la catedral, como todos los domingos, y entraron dos mensajes de voz en el móvil, uno del cardenal de Managua, Leopoldo Brenes, felicitándome por el nombramiento; con eso, me puse en movimiento: llamé al nuncio apostólico para preguntarle, pero él tampoco sabía nada, y me dijo: “¿Que el Papa te ha nombrado cardenal? ¡Felicidades, José Luis! Déjame que entre a la página del Vaticano a ver si está la noticia”. Verificó y me dijo: “Efectivamente, en el ángelus, el Papa ha anunciado el próximo consistorio para la creación de 20 nuevos cardenales y tú estás en el número 13”. Se me hizo un nudo en la garganta, se me llenaron los ojos de lágrimas y ya no pude desayunar…

P.- ¿Qué significa ser el primer cardenal en la historia de la Iglesia panameña?

R.- Lo interpreto y lo acepto no tanto como un reconocimiento personal, cuanto como un reconocimiento a esta Iglesia que acaba de celebrar 500 años de existencia, la primera diócesis en tierra firme del continente americano. Panamá es la puerta por donde la fe entró y se regó en el continente. Desde los primeros tiempos, más especialmente en los tiempos modernos, por su Canal, Panamá ha sido y es “país de tránsito”: por aquí han pasado y pasan personas, mercancías, productos de toda clase… y también la fe.

P.- ¿Y qué supone que se lo deba al papa Francisco, con quien compartió sesiones de trabajo en Aparecida?

R.- No sé en qué habrá pensado el papa Francisco al escogerme. Algún día se lo preguntaré. Pero me llena de gratitud el gesto y le pido a Dios su gracia y luz para acompañarle en la tarea de guiar la Barca de Pedro.José Luis Lacunza, obispo de David (Panamá) y cardenal

Punta de lanza

P.- Como agustino recoleto, ¿qué le pediría a este Año de la Vida Consagrada convocado por Francisco?

R.- Los religiosos y religiosas, la Vida Consagrada, han sido siempre la punta de lanza de la evangelización. Cada uno con su carisma específico, inspirado por el Espíritu, acogido y aprobado por la Iglesia, se ha entregado al servicio de la humanidad en áreas dispares, según las necesidades del momento: educación, salud, misiones, contemplación, predicación, etc. Hoy día, y creo que por ahí van las esperanzas de la Iglesia, en la mayoría –por no decir todas– de las comunidades religiosas se está hablando de revitalización y de reestructuración. Los carismas fundacionales deben servir al hoy de la Iglesia y, por ende, hay que hacer un esfuerzo por ponerse al día.

P.- Usted es navarro, de una tierra que ha dado muchos misioneros a la Iglesia, paisano del mismísimo san Francisco Javier… ¿Ha llegado la hora de que aquellos países reevangelicen a la vieja Europa?

R.- Creo que en muchos lugares, a causa de la emigración, ya se está produciendo esa reevangelización de la vieja Europa o de los Estados Unidos y Canadá. En los obispos de América Latina, especialmente en los países de donde proceden mayoritariamente los emigrantes, hay preocupación y acompañamiento a esos fieles para que no pierdan la fe y se integren a las comunidades donde llegan.

P.- A menudo pensamos que Panamá o Costa Rica son oasis, comparados con otros países de la región como Guatemala, Honduras, El Salvador… Pero en su diócesis, sin ir más lejos, la codicia humana ha provocado una explotación desmedida de los recursos naturales que pone en peligro la supervivencia de algunos pueblos indígenas. ¿Es la voz de la Iglesia todo lo profética que reclaman estos contextos amenazados?

R.- Vistas las cosas en un contexto macro, ciertamente Panamá tiene una posición económica envidiable. Pero no tiene nada de envidiable la enorme brecha que separa a las mayorías pobres de esos contextos macros. El gran reto, incluso de coherencia de fe, es ese: no podemos seguir siendo miembros de una comunidad humana sin preocuparnos por que todos gocen de los derechos fundamentales a la salud, la educación, las vías de comunicación, el acceso a las oportunidades, el trabajo digno, el respeto al medio ambiente. La Iglesia ha sido y es una voz profética de anuncio y de denuncia de todo aquello que mancilla la dignidad de las personas o de los grupos humanos, porque, en último término, es mancillar el Evangelio.

P.- Ha sido profesor y director de colegios, rector universitario, responsable de la Sección de la Pastoral para la Cultura del CELAM. ¿Hasta qué punto la educación puede ayudar a revertir estas situaciones?

R.- Creo sinceramente que la educación es el gran nivelador de la vida social y, a medio y largo plazo, es el único medio que puede hacer que las personas recuperen su dignidad y su inclusión en la sociedad. Por eso es necesario que los gobiernos hagan de la educación la gran prioridad. En Chiriquí, con el aporte y el apoyo de muchos grupos y personas, incluida la Iglesia, llevamos varios años trabajando el proyecto En Chiriquí, la educación es primero, con muy buenos resultados en los colegios en los que se ha podido incursionar. Pero, lamentablemente, las condiciones escolares varían muchísimo de la ciudad al campo y a las áreas comarcales, donde todavía existen las “escuelas rancho”, los “salones multigrado”…

Colaboradores sinceros

P.- Los días previos al consistorio, el Papa ha convocado a los cardenales para reflexionar sobre la reforma de la Curia vaticana. ¿Qué siente cuando ve que muchas de las resistencias a sus reformas proceden justamente del interior de la propia Curia?

R.- Espero a participar en el consistorio para empaparme de la situación y poder aportar desde mi experiencia de Iglesia. Creo que el Papa no necesita colaboradores sumisos ni torpederos, sino sinceros desde el amor a la Iglesia y a Cristo.

P.- A propósito de reformas, ¿qué precisa reformar con mayor urgencia la Iglesia para acompañar a los hombres y mujeres del siglo XXI como esperan de ella?

R.- Dicen que el camaleón tiene la virtud de poder enfocar la visión de sus ojos en direcciones opuestas. La Iglesia debería adoptar esa actitud: mirar hacia Dios y hacia los hombres, a la derecha y a la izquierda, para no perder de vista nada, consciente de que su misión viene de Dios y en Él encuentra su razón de ser y su misión, pero, como decía el viejo adagio latino de Terencio: Homo sum, humani nihil a me alienum puto. La Iglesia está formada por hombres, no por ángeles, y es para los hombres y no para los ángeles, lo cual implica, para que pueda llevar una evangelización coherente e inteligible, conocer la realidad de los hombres y mujeres a quienes debe llevar el Evangelio. Cuando san Juan Pablo II, en 1983, nos convocó a la nueva evangelización, nos decía que esta debe ser “nueva en su ardor, en sus métodos y en sus expresiones”. Creo que necesitamos hacer de la Iglesia ese instrumento fiel y válido para evangelizar, conscientes de que el Evangelio, aunque es salvación para el que lo acoge, no se impone, se propone.

Un panameño de la vieja Iruña

Cuando se le pregunta qué queda de aquel religioso español que emprendió rumbo a Panamá en los años 70 y que hoy es un panameño más, monseñor Lacunza reconoce que “habrá que decir como ocurre en cada ser humano: crecemos, nos desarrollamos, desaparecen algunos rasgos físicos y aparecen otros, pero la matriz fundante sigue firme”.

Una experiencia que él describe así: “Sigo siendo un religioso agustino recoleto, que añora la vida de comunidad y que goza cada vez que puede disfrutarla cuando llego a la capital de Panamá y comparto casa, mesa y recreo con mis hermanos del colegio San Agustín o cuando me presento en la parroquia de la Sagrada Familia de David, avisando que le pongan un poco más de agua a la sopa… Me siguen emocionando las noticias de mi terruño natal: la Vieja Iruña… Sufro y me alegro con las derrotas y triunfos del Osasuna… Cada día, durante los sanfermines, me despierto a la 1:45 de la madrugada para ver en directo el encierro… Tengo siempre a mano alguna botella de pacharán, el ‘licor foral’, que comparto con obispos, sacerdotes o invitados… Y toda esa ‘estructura’ física, psicológica y sociológica la vivo en Panamá, con los panameños y para los panameños”.

En el nº 2.928 de Vida Nueva

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