Las periferias, a la vuelta de la esquina

juntas-05Periferias existenciales. Más que de un concepto, se trata de una acción. Más que la suma de un sustantivo y un adjetivo, son un verbo. Salir hacia las personas en situación de marginalidad, de sufrimiento es una “movida” propulsada por Jorge Mario Bergoglio desde mucho antes de que resonara a escala mundial. Con los años, este impulso ha encontrado nuevas formas de expresión, también en su querida ciudad de Buenos Aires. Juntas en Camino es una de ellas.

Presentes en el momento de gracia

“Acompañar a las mujeres que se dedican a la prostitución, en su camino por la vida, para poder estar presentes en su momento de gracia”. Ése es el motor de Juntas en Camino, una iniciativa llevada adelante por mujeres de distintos movimientos de la Iglesia Católica, con epicentro en la parroquia Sagrada Eucaristía, en el barrio porteño de Palermo.

Para emplear una terminología futbolística, siempre afín a Francisco, se puede afirmar que “hay equipo”: se trata de diez mujeres –una integrante del Movimiento de la Palabra, una de la Renovación Carismática y ocho de los Focolares–, asesoradas por el cura párroco, Walter Marchetti.

Desde agosto de 2013, al menos una vez por semana, estas mujeres salen a recorrer las calles de la zona de Plaza Italia, en el barrio porteño de Palermo, para encontrarse con sus congéneres en situación de prostitución. El objetivo es escucharlas, contenerlas y eventualmente iniciar acciones que mejoren su vida. Como un signo de que no están solas, de que el Amor de Dios también las alcanza.

“Solamente queremos ver en ellas a Jesús sufriente, y estamos dispuestas a amarlas sin esperar nada”, definen entre sonrisas, mate de por medio con Vida Nueva, estas mujeres que abandonaron su comodidad para lanzarse a lo desconocido.

 

Equipo de laicas junto con el sacerdote Walter Marchetti

Equipo de laicas junto con el sacerdote Walter Marchetti

Salir al encuentro, no invadir

“La prédica de Bergoglio de ir a las periferias existenciales –no solo geográficas–; de salir al encuentro, de mirar a los ojos del otro… fue un elemento que siempre nos ha venido dando vueltas”, afirma Marchetti. En una reunión de Pastoral Urbana, se encontró con una religiosa de nombre Mariana, quien le contó de su trabajo pastoral con prostitutas de los barrios porteños de Flores, Once y Constitución”. “Sentí que Dios de alguna manera me estaba pidiendo eso para nuestro barrio también, tan marcado por la prostitución”, revela el cura. Enseguida, la hermana Mariana lo vinculó con la Congregación de las Oblatas del Santísimo Redentor, cuyo carisma es acompañar a las mujeres vulneradas en su dignidad. “Me sugirieron que reuniera un grupo de mujeres interesadas en la temática, con un perfil contenedor, tirando a maternal, aunque tampoco exclusivamente. Algunas viven acá, otras en otros barrios. Ahí empezamos a juntarnos”, explica.

En la parroquia Sagrada Eucaristía ya había huella: desde 2001, un grupo de feligreses salen a caminar el barrio en las denominadas “Noches de la Caridad”, para ayudar a personas en situación de calle. “Pensamos en aplicar el mismo esquema: salir al encuentro, sin invadir”, señala el sacerdote en relación al nuevo desafío de acercarse a las mujeres en situación de prostitución.

Y un 14 de agosto, justamente en vísperas de la fiesta de la Asunción de María, Juntas en Camino –una fusión de dos nombres propuestos– tuvo su feliz alumbramiento.

“Fue algo providencial, tanto como que yo me encontrara en su momento con la monja Mariana. Porque precisamente lo que está detrás de nuestra iniciativa es la dignidad de la mujer, con la Virgen María como modelo”, apunta Marchetti, quien siempre fue consciente del rol que le cabe: “Yo no me siento preparado para abordar directamente esta realidad. Mi compromiso es acompañar a este grupo de mujeres desde una lectura profundamente religiosa. Está muy claro que éste es un camino querido por Dios”.

 

EL ROSTRO DE LA IGLESIA
“Es una experiencia muy eclesial, en la que se percibe el rostro concreto de la Iglesia”, dice el Walter Machetti, asesor del grupo Juntas en Camino. Y agrega: “Es un gesto de cercanía: la parroquia se acerca a la realidad de la prostitución a través de gestos visibles. Es la Iglesia que sale al encuentro”.
El sacerdote pondera, además, lo valioso de integrar en una iniciativa a distintos movimientos eclesiales con una parroquia. “Juntar lo transversal, propio de los movimientos, con lo jurisdiccional de las parroquias. Los movimientos llegan donde las parroquias no”.
“A veces dentro de la Iglesia hay confrontaciones, fricciones, competencia. Creo que ésta es una experiencia distinta”, completó.

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Se hace camino al andar

“En las Noches de la Caridad salimos al encuentro de los pobres, ahí es más sencillo acercarse, llevarles algo de comida, pero esta realidad es diferente, porque ellas están trabajando”, afirma Carmen Baró, del Movimiento de los Focolares. Afortunadamente, Angie, la esposa del encargado de un edificio a la vuelta de la parroquia, tenía una relación cercana con varias de las prostitutas del lugar. Y ella sirvió de “puente” a Juntas en Camino para conocer y acercarse a esta realidad, para romper las barreras.

Con Alejandro Giorgi, obispo auxiliar de Buenos Aires

Con Alejandro Giorgi, obispo auxiliar de Buenos Aires

“Al principio no sabíamos muy bien cómo hacer, cómo abordarlas. Recuerdo que íbamos a tomar un café para observar los movimientos de la zona”, apunta Laura Díaz, también de los Focolares. “Nos preguntábamos cómo acercarnos para no parecer avasallantes, para que no nos contestasen mal. Para nosotras era todo muy extraño”, añade su compañera focolarina Alicia Anda.

Y un día se tiraron a la pileta. “Decidimos salir siempre de a dos. No por miedo o vergüenza, sino por la convicción de que así Dios estaba en medio de nosotras”, describe Baró, antes de agregar: “Sabíamos que no se trataba de transformarles la vida, ni de hacerles promesas, sino de ir a su encuentro. Cada vez que lo hacemos, nos ponemos en manos de Jesús”.

Con unos caramelos en la mano, de dos en dos, al igual que los discípulos de Jesús, las integrantes de Juntas en Camino fueron ganando la calle, para compartir con las mujeres que ejercen la prostitución.

“La hermana Mariana nos había advertido que es un proceso, que teníamos que transitar este camino sin esperar nada. Este es todo nuestro trabajo, estar ‘al lado de’, o ‘junto con’. No esperar a que dejaran de ejercer la prostitución mágicamente”, manifesta Anda. Y Baró presenta la otra cara de la moneda: “Yo sin embargo, lo espero todo”, dice afirmándose en el hecho de que para Dios nada es imposible.

 

Decir “chau” a los prejuicios

La primera batalla que tuvieron que librar las integrantes de Juntas en Camino fue contra los prejuicios y el qué dirán. “Yo trabajo en la zona y a varias de estas mujeres las conozco desde hace muchísimos años. La mayoría son mujeres grandes, de más de 50 años, que están vestidas de forma normal. Con el tiempo me fui dando cuenta de que en realidad no las conocía. Fui aprendiendo a mirarlas como las mira Dios, sin juzgarlas”, confiesa Amalia Crisafulli (Focolares).

No sólo tuvieron que superar sus propios prejuicios, también los de las personas que las rodean. “Al principio a mi marido y a mi hijo mayor les costó entender. Con el tiempo se calmaron las aguas”, admite Verónica Vanetti, del Movimiento de la Palabra. “También perdimos el miedo. Al principio nos preguntábamos si estaríamos seguras, si habría alguien observándonos o que fuera a tomar represalias… Después nos dimos cuenta que no solo estábamos juntas en esto, sino que contábamos con un ‘acompañamiento superior’”, dice con una sonrisa.

Hubo que gambetear también los propios prejuicios. “Por ejemplo, el temor que me vieran mis vecinos”, reconoce Mariela Cáceres (Focolares). Y de a poco, a partir de cada contacto, constataron lo que define Crisafulli: “Frente a Dios somos todos iguales”.

 

Tejiendo con hilos de amor

En un año y medio de trabajo, Juntas en Camino estrechó lazos con casi una docena de mujeres que ejercen la prostitución. Y con cada una se tejió una historia particular.

“A ellas les encanta que no les preguntemos nada, que las escuchemos. A veces las abrazamos, las invitamos a tomar un café… Tratamos de no estar mucho tiempo, de ser prudentes. Es algo mutuo, caminamos junto a ellas, las vamos conociendo, y ellas a nosotras. Aceptan de buen grado que estemos un rato charlando. Una de ellas nos contó cómo se había iniciado, que lo haya compartido fue algo que me impresionó. Siempre buscamos mirarlas desde Dios, que sientan que no las juzgamos, que las queremos de verdad”, describe Crisafulli.

Con el correr de las semanas, fueron descubriendo también cosas concretas que necesitaban, como zapatos, ropas de abrigo. Y también haciendo de nexo para que algunas de ellas se acercaran a la parroquia para hablar con el cura o con la trabajadora social. O asistieran a alguna misa, como cuando se rezó por la cuestión de la trata. Una de las mujeres recibió un subsidio habitacional. En algunos casos, pasaron sus datos para una bolsa de trabajo.

Dando una charla a gente de todo el país en un encuentro del Departamente de Laicos de la Argentina

Dando una charla a gente de todo el país en un encuentro del Departamente de Laicos de la Argentina

Y además de aportar su granito de arena para transformar la realidad de la zona, las mismas integrantes de Juntas en Camino van resultando transformadas. “En mi caso, cuando supe de esta iniciativa lo fui masticando, rezando, y me quedó claro que era lo que yo quería hacer como ayuda concreta para estas personas”, señala María Margarita Vouilloud (Focolares), quien resalta como su mayor aprendizaje, el “estar a la escucha”. Como cuando junto a una compañera se acercó a un travesti, que les empezó a contar sobre su situación. “Nosotras no le dijimos prácticamente nada y él nos empezó a contar que estaba preocupado por un hermanito discapacitado. Es una realidad muy dura, muy complicada, que a mí me puso a pensar ‘¿de qué me quejo?’. La verdad, una es tan quejosa por pavadas. Desde aquel día, sigo rezando para que Dios lo proteja”, relata.

Ser parte de Juntas en Camino implica no solo salir a la calle, sino también formarse para poder hacerlo de manera más efectiva. Así, realizaron varias capacitaciones en la Fundación Puertas Abiertas –de las hermanas Oblatas– sobre temas como prostitución, trata y prejuicios, y además participaron del retiro “la misión de la mano de Francisco” –coordinado por Marchetti–, y de un encuentro con el área de Acción Social de la parroquia, en base a la Evangelii Gaudium y al Documento de Aparecida.

“Hacemos reuniones periódicas de puesta en común, porque necesitamos también trabajar hacia adentro. Vamos siguiendo lo que dice Francisco, hacemos resúmenes y lo compartimos. Y también comenzamos a ver películas específicas sobre el tema, como Concepción Arena, La visitadora de cárceles; Ciudad al límite, etc.”, explica el cura párroco.

“El grupo se fue nutriendo, fuimos profundizando el vínculo entre nosotras y también con el padre Walter, que nos va nutriendo con sus comentarios. Nos sorprendemos, discutimos y también crecemos”, comparte Verónica Vanetti el sentir común.

 

HISTORIAS DE VIDA
Recorridos diferentes, con mucho en común. Las integrantes de “Juntas” destacan dos casos de mujeres que, entre otras, fueron alcanzadas por la labor del grupo. “M” les pidió que la llevaran a la parroquia para hablar con el cura. “Quiero contarle todo, decirle que no quiero más esta vida para mí”, les dijo. Finalmente, “M” se confesó y pidió que la ayudaran a conseguir otro trabajo.
A “E”, en tanto, un día le robaron el celular y una de las mujeres de “Juntas” le dio uno que le sobraba. Agradeció y quiso pagarlo. A partir de entonces, “E” pasó a ser el nexo con otras chicas que se dedican a la prostitución. Se acercó a conversar con el cura y le salió un trabajo dos veces por semana, en una casa de familia.

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No naturalizar sino dignificar la vida

“Ninguna está contenta de hacer lo que hace”, saca como conclusión Amalia Crisafulli de su experiencia de estos meses. “Por eso, no caemos en el error de la naturalización. La vida de cada una de ellas es un proceso, no es algo terminado. Viven situaciones muy difíciles: la mayoría de ellas están desprotegidas, indefensas, son golpeadas, a menudo por un hombre en casa que les exige llevar dinero”, describe con crudeza.

Pese a tamaño panorama –o quizá motorizadas por el mismo–, quienes hacen Juntas en Camino no piensan detener su marcha. Más aún, y como muchas de las mujeres en situación de prostitución, se mueven de un lugar a otro, no descartan extender los alcances de su trabajo más allá de los límites del barrio. En el último encuentro organizado por el Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Argentina compartieron su flamante experiencia con gente de todo el país. “Ya nos llamaron de varios lugares para que contáramos lo que estamos haciendo. Y no sabemos adónde nos llevará Jesús con todo esto”, dice Laura Díaz.

Por lo pronto, tal como sostiene la focolarina Graciela Taboada, seguirán ni más ni menos “llevando amor, para que estas mujeres se sientan amadas, dignificadas”.

“No es una cosa masiva, sino un trabajo más bien de base, lo cual lo hace más evangélico”, señala el sacerdote.

El norte de Juntas en Camino continuará siendo el poder estar ahí, es decir, estar al lado de quienes trabajan como prostitutas. Sin ninguna pretensión de “evangelizarlas o salvarlas”, tal como define el cura párroco. “Al fin y al cabo, el misionado soy yo”, afirma sincero. Y Laura Díaz, con sentido común, agrega: “A lo mejor, nos salvan ellas a nosotras…”

MARCELO ANDROETTO

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