Regreso a las aulas

Mientras germina el año académico ya afloran los retos para el 2015. En el interés por promover un mayor compromiso de los creyentes con la naturaleza, desde hace varios años hemos venido proponiendo que cada establecimiento educativo se comprenda como un “aula ambiental”, es decir, que el conjunto del territorio que ocupa sea considerado como un laboratorio, un campo de experimentación, un escenario formativo en el que se consoliden prácticas, actitudes y conocimientos orientados al cuidado de la vida.

Las aulas tradicionales, salones de clase con tablero o televisor, y las aulas virtuales, con conexión global, deben integrarse a las aulas “ambientales”, en lo que el territorio adquiere un protagonismo especial, el concepto de comunidad se amplía para tejer comunión con todo lo creado y la experiencia de relación con el entorno es el insumo para actuar ecológicamente y pensar teológicamente.

Una gestión ambiental “ecoteológica” implica que el PRAE (Proyecto Ambiental Escolar) esté articulado con la ERE (Educación Religiosa Escolar), con la pastoral y la proyección social de la organización educativa. No siempre es fácil superar la fragmentación del pensamiento y la administración. Se requiere comprender holísticamente el colegio, universidad o centro de formación como un sistema y asumir responsablemente la huella ecológica de cada proceso.

Reciclar sí, pero encontrándole un sentido; reforestar sí, pero comprendiendo su valor sacramental; ahorrar agua y energía sí, pero entendiendo la responsabilidad como custodios de la Creación. Y así, cada acción humana se convierte en texto para aprender a deletrear los rasgos de una nueva cultura que glorifique al Dios del Amor: “En Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 28).

Alirio Cáceres Aguirre

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