¡La paz sí es posible!

Estamos iniciando el año 2015 con muy buenas perspectivas de paz para Colombia. Hemos celebrado la Navidad recordando y haciendo presente a Jesucristo, Príncipe de la Paz, nacido de María, la Virgen. Con mucho fervor, hemos hecho la novena en familia meditando con María los misterios de la primera venida de Jesús al mundo en el santo Rosario y le hemos pedido al Señor la paz con nuestro compromiso por conseguirla.

Confiamos plenamente que en este año 2015 se firmará por parte del Gobierno y de la insurgencia el acuerdo que pondrá fin a la guerra. Será el primer paso definitivo para arrancar.

Viene luego lo más difícil, ciertamente, pero lo más importante, la aprobación de dicho acuerdo por parte de todos nosotros los colombianos, para iniciar propiamente el postconflicto.

Son las reformas estructurales que necesita el país para ir haciendo posible el desarrollo humano integral que es la verdadera paz, como lo decía el beato Pablo VI.

Y aquí es donde viene el compromiso de todos: el Gobierno, las instituciones, las iglesias, las empresas y cada uno de los colombianos. Todos tenemos que poner. Es necesario una revisión sincera de nuestro obrar para no continuar con el egoísmo que nos carcome y nos lleva a la ruina: unos pocos que lo tienen todo y la gran mayoría que carece de todo.

Lo que se opone a la paz es el individualismo y los intereses particulares: nadie quiere renunciar a lo suyo y poco le importan los demás: sólo él, su familia, su empresa. Se ha perdido, en la política, el sentido de la misma, que es el bien común y la dignidad de la persona humana. En lo económico, sigue dominando el capitalismo neoliberal donde lo que prima es el capital, por encima del ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios. En lo social las relaciones personales no marchan, hay un trato muy injusto: algunos piensan ser superiores a los otros y los tratan como esclavos.

“El amor fraterno nos lleva al respeto de los derechos humanos, no solo en teoría, sino en la práctica”

No esclavos, hermanos

Justamente, nuestro papa Francisco acaba de enviar su mensaje de año nuevo, en la Jornada mundial de la paz. Lo ha titulado: “No esclavos sino hermanos”. Hace un recuento de lo que ha sido la esclavitud a lo largo de los siglos y nos invita a reconocer a Dios como Padre amoroso de todos y a los demás como hermanos en Cristo. Ciertamente que hay que volver al Evangelio de Jesús que nos llama al amor fraterno como signo de nuestro amor a Dios.

El amor fraterno nos lleva al respeto de los derechos humanos, no solo en teoría, sino en la práctica. Por más de que haya problemas, abrigamos la esperanza de un futuro mejor. Conocemos los esfuerzos de muchas personas y comunidades que vienen construyendo paz en las regiones. Subrayamos el trabajo de la Redprodepaz que articula 23 programas regionales de desarrollo y paz en realizaciones concretas en beneficio integral de miles de pobladores. Hay muchas otras experiencias de la Iglesia y de la sociedad civil en este sentido.

Debemos seguir con optimismo las dos líneas que la consecución de la paz nos exige. Primera, la oración, ya que la paz es un don de Dios y, segunda, el compromiso activo de todos, puesto que la paz es también una conquista humana.

Mons. Leonardo Gómez Serna O.P. Obispo emérito de Magangué

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