Crear o morir

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El que no es creativo en la acción pastoral puede ser que sobreviva, pero no vive para el Evangelio

Andrés Oppenheimer hace juiciosos y agudos análisis del presente y del futuro próximo de nuestros pueblos en su libro titulado Crear o Morir. Su planteamiento central es una pregunta sobre la clave del éxito en el siglo XXI, caracterizado por ser un mundo cada día más interdependiente y cambiante, que vive una historia día a día más acelerada, y responde: la clave está en la innovación y en la creatividad. Los verdaderos líderes, trátese de pueblos o de personas, serán aquellos que sean capaces de innovar y de crear.

Por supuesto que en ninguna de sus páginas se refiere a la Iglesia. Sin embargo, su lectura hizo brotar en mi mente el deseo de plantear una pregunta semejante respecto a la acción pastoral de la Iglesia con los hombres y mujeres que viven en un medio indiferente y hasta hostil al Evangelio de Jesucristo. ¿Somos creativos?

Empecemos. Esos hombres y mujeres necesitan volver a Dios, necesitan la presencia pastoral activa y plural de la Iglesia de Jesucristo, necesitan la novedad, la fuerza y la alegría del Evangelio. Una tarea que exige una profunda renovación teológica y espiritual de pastores y fieles. Lo cual nos lleva a una primera conclusión: la creatividad en la acción pastoral es un don de Dios.

Refiriéndose a los problemas económicos y sociales de nuestros pueblos, hace afirmaciones que bien podemos repetir nosotros pensando en la presencia y la acción pastoral de la Iglesia: “una esperanza pasiva frente a los problemas, o sentarse a ver qué pasa, es una irresponsabilidad”; “dormir sobre los laureles, sentirse satisfecho con lo que se ha hecho siempre, multiplica los problemas”. Y otras por el estilo. De allí su conclusión final: “Crear o morir, esa es la clave del futuro”. Y la mía, hablando de pastores y evangelizadores, se parece mucho a la suya: el que no es creativo en la acción pastoral puede ser que sobreviva, pero no vive para el Evangelio.

Me explico: simplemente “sobrevivir”, no arriesgar nada por el proyecto del Reino de Dios, sería como querer “congelar” el Evangelio, o como esconderlo bajo tierra o en una caja fuerte como se guarda una joya por seguridad; sería como tener miedo a remar mar adentro y condenar a la esterilidad la vida cristiana. Vivir el Evangelio es jugarse la vida por el Reino. Así lo quiere y lo espera de cada uno de nosotros el Señor Jesús; así se lo pidió a Pedro. En la acción pastoral no es lo mismo sobrevivir que vivir.

Ser Buena Noticia

Para ser creativos tenemos que empezar por descubrirnos a nosotros mismos como auténticos pastores. No somos administradores de un bien material ni funcionarios; el sacerdocio no es una carrera ni tampoco una profesión. Es una entrega total al Señor y a los hermanos, es gastarse la vida sirviendo a los hermanos.

Si queremos tener credibilidad ante una sociedad descristianizada, tenemos que ser Buena Noticia para todos, buenos samaritanos, abiertos al diálogo, acogedores, cercanos y amigos de los que sufren. Es la pastoral de la misericordia de la cual habla el papa Francisco. Si somos demasiado clericales, si vivimos del prestigio de nuestra condición clerical, querría decir que preferimos vivir en “un microclima eclesiástico”, según expresión del mismo Papa. Hay que salirse de ese microclima y dejar que nos golpee el viento. Generar entusiasmo por la belleza y la radicalidad del mensaje cristiano, atraer, convencer, inspirar confianza, ser testimonios vivos de la misericordia y la ternura del Señor. 

Saber anunciar el amor de Dios a los que viven en la pobreza extrema, a los que están en las cárceles, saber recrear la novedad del Evangelio para anunciarlo a los que han sido secuestrados, a los desplazados por la violencia, saber anunciar la Buena Nueva a los que viven en la riqueza y la opulencia. Eso es ser creativos. Que el Señor nos conceda este maravilloso don.

Creatividad es mirar siempre el rebaño con ojos y corazón de buen pastor; es tener el valor de denunciar el mal, de pedir justicia y equidad; es construir fraternidad; es derribar muros y construir puentes. Es ser visionarios y saber establecer prioridades. Es tener la capacidad de integrar la familia y la escuela con la acción evangelizadora de la parroquia y de formar una generación de mejores seres humanos como fruto de la Nueva Evangelización.

p. Carlos MarÍn G. Presbítero

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