Editorial

Solo 45 minutos para educar en la trascendencia

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EDITORIAL VIDA NUEVA | La asignatura de Religión, en 45 minutos a la semana. ¿Suficiente para garantizar el derecho constitucional de los padres a que sus hijos reciban una formación religiosa y moral de acuerdo a sus convicciones? La respuesta parece evidente. Sin embargo, es la decisión que han adoptado seis comunidades y las dos ciudades autónomas con la reforma educativa de José Ignacio Wert en la mano.

Andalucía, Castilla y León, País Vasco, Asturias, Galicia, Canarias, Ceuta y Melilla, reducirán el tiempo de la asignatura de 90 minutos semanales a 45, con la implantación de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) que ha entrado en vigor este curso académico en 1º, 3º y 5º de Primaria.

Si bien es cierto que la normativa recoge la posibilidad de aumentar la carga lectiva si el legislador autonómico lo considera oportuno, la práctica va por otros derroteros. Como sucede con el derecho a la vida, el carné de partido de los ejecutivos regionales ya no supone un elemento diferenciador en el tratamiento a la asignatura. Populares, socialistas y nacionalistas han relegado la asignatura al mínimo legal establecido.

Estudiar Religión no es obligatorio. Según la LOMCE, un alumno se puede matricular en Valores Culturales y Sociales (en Primaria) y Valores Éticos (en Secundaria). Ambas materias cuentan para la media y para pedir una beca, lo que sí supone un avance con respecto a la normativa socialista y entronca con lo estipulado en los Acuerdos Iglesia-Estado.

No se puede obviar que, hoy por hoy, la asignatura de Religión responde a una demanda mayoritaria de los padres. De un total de 5,3 millones de alumnos escolarizados en nuestro país, 3,5 millones reciben enseñanza religiosa católica. Sin embargo, el trato recibido por unos y otros gobiernos, trabas administrativas incluidas, ha propiciado un leve descenso en los últimos años. La preocupación se centra especialmente en cómo se regula en Bachillerato, donde la actual reforma no garantiza la supervivencia de la asignatura en tanto que no se garantiza esta oferta obligatoria en los centros.

Matricularse o no matricularse en Religión no debe ser motivo de discriminación para el alumno y los padres que la solicitan. El “cordón sanitario” de los 45 minutos evidencia una falta de voluntad y de convencimiento para abordar la asignatura como una materia necesaria y útil dentro del currículo, y de alguna manera merma el ejercicio de la libertad religiosa.

Además, no hay que olvidar que esta medida trae consigo consecuencias laborales. Teniendo en cuenta que sólo en la escuela pública la imparten 13.000 docentes, resulta sencillo echar cuentas de cuántos se quedarían sin empleo al reducir las horas a la mitad.

Hoy más que nunca, y a falta del ya utópico pacto educativo, que la Religión permanezca en el aula con un tratamiento digno en lo que a la carga lectiva se refiere, ha de plantearse como una oportunidad para educar en la diversidad a los niños y jóvenes desde una concepción antropológica abierta a la dimensión transcendente del hombre, una apuesta por interpretar la realidad desde los valores del Evangelio para edificar una sociedad fraterna, un reto que no se resuelve en 45 minutos.

En el nº 2.925 de Vida Nueva. Del 17 al 23 de enero de 2015

 

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