Juan José Omella: “La Iglesia no ha estado ausente del dolor de la gente”

Juan José Omella, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

Juan José Omella, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

Omella, junto al retrato de Elías Yanes en la sede de la CEE

Entrevista con Juan José Omella [extracto]

JOSÉ LORENZO. Fotos: LUIS MEDINA | Desde que el 6 de noviembre fuese nombrado miembro de la poderosa Congregación para los Obispos, el nombre de Juan José Omella (Cretas, Teruel, 1946) no ha dejado de sonar con insistencia para importantes puestos de responsabilidad en la Iglesia en España. Hubo quien le postuló ante el Papa para enviarle a Madrid; sonó para Zaragoza y, al parecer, tiene serias opciones para Barcelona. El idioma no sería un problema y el clero, dicen, le ve con buenos ojos. Pero incluso cuando se lo preguntan sus más cercanos, sonríe y calla ante la hipótesis.

La humildad y cercanía del obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, y una clara conciencia social –que en este pontificado cotiza muy al alza–, hicieron que Francisco se fijase en él para un dicasterio clave en la reforma eclesial que impulsa. Se habían conocido unos años atrás, cuando el cardenal Bergoglio impartió ejercicios espirituales a la Conferencia Episcopal Española (CEE). Consiliario nacional de Manos Unidas y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, los obispos le han puesto al frente del equipo que ultima el documento sobre la crisis económica.

PREGUNTA.- ¿Cómo recibió su nombramiento para la Congregación para los Obispos?

RESPUESTA.- Me sorprendió mucho. La verdad es que no lo esperaba ni tenía indicios de que pudiese acontecer. Agradezco enormemente al Santo Padre la confianza que ha depositado en mí.

P.- ¿Qué tareas tendrá que llevar a cabo?

R.- Esa congregación tiene la encomienda de asesorar al Papa sobre la idoneidad de los candidatos al episcopado. Tarea importante y, por lo tanto, de una gran responsabilidad para realizarla con objetividad y con sentido evangélico.Juan José Omella, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

P.- ¿Cuál es el perfil del obispo que necesita una Iglesia como la española?

R.- Que sea santo y pastor. Que tenga oído fino para escrutar la Palabra de Dios y escuchar el clamor de la gente. Que sea sencillo y verdadero servidor del pueblo que se le confía. Que sea fiel al magisterio y atento a las necesidades de los más pobres y sencillos. Que viva y dé testimonio de la Palabra de Dios, que sea padre de los pobres y que no tenga miedo a la verdad y a la libertad. Que sepa trabajar codo a codo con los sacerdotes y con todo el Pueblo de Dios… ¿Dónde está ese “mirlo blanco”? Habrá que intentar caminar hacia esa meta, pero puedo decir con humildad que yo también estoy en camino y deseando alcanzar cuanto antes dicha meta, pero solo se logra con la ayuda del Señor.

P.- Usted coordina el documento en el que está trabajando ahora la CEE, ‘Iglesia servidora de los pobres’. ¿Qué pretenden con él?

R.- Dar una palabra de aliento a todas las personas que sufren las consecuencias de la crisis económica y financiera que aún sigue presente en nuestra sociedad. Descubrir sus consecuencias para poder abordarlas y evitar que nos conduzcan a nuevas crisis. Y, finalmente, dar pistas de compromiso para cambiar la situación. Invitamos a todos, instituciones civiles y religiosas, administraciones del Estado, personas de buena voluntad, etc., a que pongan su granito de arena para ayudar a la construcción de una sociedad más solidaria en la que se comparta más, aunque se tenga que vivir con menos.

P.- Abordan los efectos de la crisis económica. Siete años después de comenzada, ¿no es un poco tarde para quienes más la han padecido?

R.- Los obispos, a lo largo de estos años, hemos escrito cartas pastorales sobre este asunto. Nos hemos comprometido, a través de Cáritas, a ayudar a los más desfavorecidos. También a través de tantas organizaciones católicas (Manos Unidas, Cocina Económica, El Refugio, centros de acogida, etc.), muchas de ellas gerenciadas por religiosos y cristianos laicos. La Iglesia no ha estado ausente del dolor de la gente. Incluso la CEE, del dinero que percibe de la asignación tributaria y que se reparte a las diócesis, ha asignado una cantidad nada desdeñable para que Cáritas la haga llegar a los más pobres y desposeídos. En los presupuestos de 2015, entregará 6.200.000 euros para ese fin.

P.- Algunos sostiene que la CEE no se pronunció por miedo a molestar a los gobiernos de turno…

R.- Hay siempre comentarios y opiniones para todos los gustos. Los obispos no hemos dejado de hablar y de comprometernos. En muchas diócesis, desde el obispo hasta el último fiel cristiano, pasando por los sacerdotes y religiosos, entregan el 10% de sus sueldos a los más pobres a través de Cáritas u otras organizaciones. Esa es una forma de solidaridad, pero hay muchas más iniciativas. Demos gracias a Dios por tanta corriente de solidaridad como hay en la Iglesia y en las diferentes capas de la sociedad. Lo que sucede es que no siempre se conoce ni se da publicidad.

P.- Hablando de molestias: su llamamiento a la regeneración moral, ¿no temen que se les vuelva en contra, por ejemplo, ante los recientes casos de escándalos sexuales destapados en algunas diócesis?

R.- Todos los escándalos nos duelen enormemente, de manera especial los que afectan a menores. Todos estamos llamados a ser ejemplos de coherencia. Desgraciadamente, no siempre es así; y eso me duele y nos duele enormemente. Y en eso se hace realidad lo que dice Jesús en el Evangelio: “Si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?”. Los sacerdotes, las personas consagradas y todos los bautizados estamos llamados a ser referentes morales en temas de sexualidad, de justicia, de corrupción, de defensa de los derechos humanos, etc. Sin una verdadera regeneración moral, la sociedad no avanzará y no saldremos de esta crisis económica y de esperanza que asola a España y a toda Europa. Mientras no pongamos en el centro del desarrollo, de la actividad social, económica y política a la persona humana, no saldremos de la crisis de desesperanza y de incertidumbre en la que vivimos. El papa Francisco lo ha expresado muy claramente en su reciente discurso al Parlamento Europeo, en Estrasburgo.Juan José Omella, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

Tres acciones que van unidas

P.- Las encuestas recogen síntomas claros de desafección de una parte de la ciudadanía hacia la Iglesia, aunque distinguen entre los obispos y la labor asistencial que esta presta, por ejemplo, a través de Cáritas. ¿A qué cree que se debe esto?

R.- Cáritas es la misma Iglesia. No son dos cosas distintas. La Iglesia ejerce su misión evangelizadora, transformadora del corazón del hombre y de la sociedad, a través de tres grandes acciones: la oración y la liturgia; la educación y la catequesis; y a través de la caridad. Las tres acciones van unidas. Si se descuida alguna de ellas, no se lleva a cabo una buena acción evangelizadora. Así lo ha hecho la Iglesia desde sus comienzos. Así se narra en los Hechos de los Apóstoles cuando se habla de la diaconía, del servicio de la caridad.

La sociedad española reconoce el buen hacer de Cáritas. Nos alegra y nos estimula a seguir trabajando con generosidad a favor de los más necesitados. Cáritas sabe utilizar el dinero que se deposita en sus manos con rigor, con trasparencia y con responsabilidad. Trata de concienciar a la sociedad de la problemática en la que viven los más pobres. Los informes de FOESSA nos ayudan a conocer mejor la realidad y a intervenir en ella con más precisión y empeño. Pero que quede constancia de que las otras acciones (oración, liturgia, educación y catequesis) tratamos de sacarlas adelante con el mismo cariño y dedicación, aunque el servicio de la caridad tenga más repercusión mediática. Yo animo a Cáritas a que siga trabajando con generosidad y a que todos apoyemos su buen hacer.

“No podemos acaparar lo que es de todos”

Hace casi una década, un grupo de obispos secundó una manifestación contra las bodas gays en Madrid. A la semana siguiente, en la misma ciudad, a la manifestación contra la pobreza y el hambre solo asistió uno: Omella. Los ausentes fueron muy criticados, mientras que de él se ponderó su coherencia. Cuando se le pregunta por cómo encuadrar estos hechos, contesta con un sfumato. Quizás porque no necesita añadir más.

“La pobreza y el hambre en el mundo no pueden dejarnos indiferentes. Siendo muy dolorosa la situación de muchas personas en España y en Europa, por causa de la crisis que dura demasiado tiempo, no podemos olvidar que hay otras muchísimas personas en el mundo que nacen en plena crisis, crecen en ella y mueren víctimas de desnutrición y de absoluta pobreza. No podemos seguir olvidándonos de ellos. El mundo, la tierra, es de todos y no podemos acaparar unos pocos los que es de todos. No podemos seguir gastando euros y dólares en cosas que no son absolutamente necesarias, cuando hermanos nuestros mueren de hambre en África o en otros continentes. Manos Unidas, entre otras organizaciones, nos recuerda esto permanentemente. Tomemos conciencia de ese grave problema”.

En el nº 2.925 de Vida Nueva

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