Nada titubeante

Comienza algo titubeante. Parece que le cuesta arrancar las palabras. Me preocupa. El runrún que se deja escuchar por Madrid y que alguien me comenta por Via de la Conciliazione parece tomar fuerza. Me dicen que está cansado. Incluso me dejan caer que siente cómo le están “despellejando”. Me resisto a creerlo, pero esos primeros gestos en el altar de la basílica de San Pedro hacen que los fantasmas afloren. Pero con la misma facilidad se esfuman al escuchar la homilía en la Misa Criolla, a los pies de Nuestra Señora de Guadalupe.

Cuando se escuchan los primeros acordes de la guitarra, a mi lado, a la hermana Karina se le escapa una lágrima. De esas que no preguntan. De las que se declaran rebeldes porque sí. Lleva once años en Italia. Por primera vez la Misa Criolla con un Papa americano. Por primera vez ante Nuestra Señora de Guadalupe. Nostalgia por la lejanía. Orgullo de unas tradiciones que se cuelan entre los miriñaques y Bernini. Piedad popular que se sabe solemne. Arropa el Coro Pontificio de la Capilla Sixtina. Una voz desgarradora, la de Patricia Sosa, pide perdón, clama el Gloria y se pone a los pies del Cordero. El charanguito acompaña. 

Esos pastores encomendados a María, lo mismo en México que en Aparecida, marcan hoy el compás de una Iglesia que todavía no sabe del todo cómo interpretar esta partitura del Nuevo Mundo. Suena a fresco, con empuje. Desconcierto para quienes se aferran a una Europa envejecida en ideas, que se resiste dar el relevo. Son los que menos. El Papa llegado de Buenos Aires lleva los sonidos y la esencia de la periferia al centro. Francisco es consciente del cambio de partitura. Y al final de la homilía encomienda a la Guadalupana el pentagrama: “Si este programa tan audaz nos asusta o la pusilanimidad mundana nos amenaza, que Ella nos vuelva a hablar al corazón y nos haga sentir su voz de madre, de madrecita, de madraza, ¿Por qué tienes miedo si yo estoy aquí que soy tu madre?”. 

Uno no va a Roma a palpar la salud del Papa. Pero, después de verle en acción en la cercanía y en la lejanía, sí se puede volver con la idea de lo saludable del Pontificado. Nada titubeante.

José Beltrán. Director Vida Nueva España

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