Jairo Antonio Cuero Castillo

Jairo-Castillo

“La danza es como ése Elegua que me ha abierto caminos, que me ha llevado”

Atendiendo a un llamado de raíces místicas e inmemoriales, desde hace 25 años el maestro Jairo Antonio Cuero Castillo se ha dedicado al aprendizaje, enseñanza y creación coreográfica de la  danza afro. En su infancia, y aun sin entender por qué la música tradicional del Pacífico lo inquietaba tanto, decidió hacer de la danza su camino para entender el mundo.

Inició su trayectoria en la danza, paradójicamente, bailando música urbana y moderna en su natal Tumaco. Fue criticado por familiares y amigos por no sentir apego a la música tradicional de su región, sino a la foránea; pero lo que orientaba el gusto de Jairo por aquellos ritmos extranjeros era el asombro por la similitud que, para él, la música de Michael Jackson y de Bob Marley tenía con los currulaos: “¿por qué se parecen si me dicen que son diferentes?”, se preguntaba el niño tumaqueño, que intuía la raíz que unía todo: África. 

Cuenta que a sus 12 años empezó a tener mayor conciencia del legado de la música tradicional, de manera que inició su formación dancística en la escuela Tumac, bajo la dirección del investigador, músico y bailarín Francisco Tenorio. En 1997, hizo parte del grupo Cantos y Danzas del Chocó de la Universidad Nacional de Colombia. Allí se encontró con grandes maestros chocoanos: Tomás Torres, Ketty Valoyes, Francisco Hinestrosa y Juan Carlos Palacios. Según Jairo, “ellos son biblias andantes, saben mucho de las tradiciones, del contexto, e incluso, de las influencias indígena y española en las tradiciones del pacífico norte”. Luego de ocho años de formación en folclor, entró el ballet de Sonia Osorio donde aprendió la técnica clásica que aunque le disgustaba, hoy reconoce, le ayudó mucho en su formación integral de bailarín. Recuerda con cariño un consejo de una de sus compañeras, bailarina hoy de El Colegio del Cuerpo, que le decía siempre: “en la vida hay cosas que a uno no le gustan, pero alguna vez le han de servir”. Más adelante, en su búsqueda de lo africano transitó por el grupo Sankofa, donde conoció al maestro Rafael Palacios, investigador de danzas mandingues, quien lo motivó a la innovación, porque en obras en las que participó como 34% visibles (2004) y La Puerta de Goreé (2006) se fusionaban elementos del ballet, de la danza contemporánea y de la danza africana, además de hacer lecturas políticas y críticas de la cruel diáspora africana y de la realidad de la población afro en Colombia. 

La vida se transforma 

En una Bogotá fría, disímil e indiferente, el maestro tumaqueño ha abierto espacios en los que la gente puede encontrarse consigo misma, con los otros y con sus raíces. Trazo a trazo el cuerpo del maestro Jairo Cuero narra los ritos atávicos, el cimarronaje y la libertad del pueblo africano y afrocolombiano en cada uno de sus movimientos. Uno a uno los cuerpos de sus estudiantes lo siguen y se abren al sublime gozo de la danza y a la confrontación de la memoria. En medio de los talleres de danza el maestro ha visto “cómo los cuerpos se transforman, generan sus propios movimientos, se alegran y se unen al sonido de los tambores”. La danza no consiste en “verse bonito”, afirma el maestro, sino en “sacar lo que uno es”. Él cree que en el espacio que se ha generado, con la ayuda del colectivo ArteSinPausa en el Teatro de los Sueños, el propósito se logra, pues las “personas que no han bailado nunca en su vida, bailan allí, son felices”. Aunque su trayectoria le ha permitido estar en grandes escenarios artísticos y de formación en danza en Colombia y otros países, ha preferido no perder el contacto con lo fundamental, con la gente. La danza para él es un camino de reconocimiento de sí mismo, de su origen y de sus raíces y el valor de su profesión, más allá del dinero y del aplauso en los escenarios, lo encuentra en la felicidad de la gente al bailar y en el impacto positivo que genera la danza en la vida de las personas.

Actualmente, gracias a su reconocida trayectoria y al apoyo de sus amigos, el Maestro Jairo Cuero comparte sus saberes en Córdoba, Argentina. Allí, además de enseñar danza afrocolombiana en el grupo de danza popular de Gustavo Leymon, recibe clases con maestros africanos como Mafyla Couyate, Djanko Camara, Mariama Camara y Galy Dundun. Pronto regresará a Colombia para compartir la riqueza de la danza afromandingue. Especialmente, quiere regresar a Tumaco, abrir nuevos espacios para los jóvenes que, como él, han sentido el llamado de la danza. Sabe bien que la danza abre caminos y todo lo transforma.

Texto: Biviana García 

Foto: Constanza Gosella

Compartir