El desarrollo sostenible no es una opción

La Iglesia, mediadora en la cumbre sobre Cambio Climático en Lima

clima2_opt

La Iglesia se ha volcado antes y durante la celebración de la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP 20) que ha tenido lugar en Lima del 1 al 12 de diciembre. Dos semanas antes de la apertura, la Conferencia Episcopal Peruana organizó una conferencia de prensa en la que su presidente, Salvador Piñeiro, manifestó que la defensa de la Creación se basa e inspira en las Sagradas Escrituras: “Desde el primer libro del Génesis, se afirma que Dios puso al hombre y a la mujer en la Tierra para que la cuidaran y cultivaran. La Iglesia quiere ser fiel a esa misión y por ello es especialmente sensible a la situación de los más pobres, porque son ellos los más afectados por el cambio climático y las consecuencias de no cuidar adecuadamente a la Tierra y sus habitantes”.

Varias diócesis realizaron, en las semanas previas, vigilias y ayunos de concienciación de cara a la cumbre. Una de las más concurridas fue la vigilia interreligiosa que organizó, el 30 de noviembre, el Consejo Interreligioso. Este evento, que llevaba por nombre Camino de Luz, congregó a miles de personas de distintas religiones y a autoridades destacadas, como el ministro del Ambiente peruano y presidente de la COP 20, Manuel Pulgar-Vidal, quien señaló que es importante que las distintas religiones oren por una solución real: “Apoyemos el debate climático. Que el mundo recobre el concepto de la solidaridad”.

También tuvo un gesto importante la Red Eclesial Pan-Amazónica (REPAM), al enviar una carta pastoral referida a la situación en la Amazonía. “En este nuestro mundo –recogía la misiva–, dominado por un consumismo desenfrenado, hacemos un llamado a la conversión, a un cambio de mentalidad, de nuestras prácticas y de nuestros hábitos y actitudes”. En ese sentido, hicieron presentes estas palabras del papa Francisco llamando “al respeto y la salvaguarda de toda la Creación, que Dios le confió al ser humano, no para que lo explotara de manera inescrupulosa, sino para transformarlo en un jardín”.

La voz de los pobres 

Durante la celebración de la cumbre, obispos de distintos continentes tuvieron un diálogo de alto nivel con diplomáticos representantes de diferentes países. Al finalizar, emitieron una declaración que lleva por título De la COP 20 a la COP 21. “Nuestro mensaje a los líderes mundiales y a todas las personas de buena voluntad –declararon– se basa en la experiencia y sufrimiento de las comunidades pobres. La humanidad está llamada a vivir en equidad, justicia, dignidad, paz y armonía, en medio del orden de la Creación”. 

“Nosotros, obispos católicos –concluyeron–, reconocemos a la atmósfera, los bosques tropicales, los océanos y las tierras agrícolas como bienes comunes que requieren nuestro cuidado. Nosotros, obispos católicos, creemos que la Creación es un ofrecimiento de vida y un regalo para compartir el uno con el otro, y que todos tienen la necesidad del ‘pan de cada día’ que provea una seguridad alimentaria sostenible y nutrición para todos. Nosotros, obispos católicos, queremos acompañar el proceso político y buscar el diálogo para traer las voces de los pobres a la mesa de los tomadores de decisión. Estamos convencidos que todo el mundo tiene la capacidad de contribuir a mitigar el cambio climático y elegir estilos de vida sostenibles”.

Mediante este pronunciamiento, precisaron, deseaban alimentar la esperanza de los misioneros que consagran sus vidas en la convivencia con los pueblos de la Amazonía: “Muchos son los laicos, laicas, sacerdotes, religiosas, religiosos y obispos que dan testimonio de su fe en el anuncio de la Palabra, en la vivencia comunitaria y en la solidaridad en todos los ámbitos de la vida de aquellos pueblos. Su proximidad y sacrificio, desplegando su presencia en innumerables comunidades de este inmenso territorio, son un signo permanente de una Iglesia samaritana y profética, siempre viva y servidora en el corazón de la Amazonía”.

Finalmente, desde REPAM señalaron que, en medio de tantas dificultades y de las amenazas a la cultura y a la forma de vida de muchas comunidades nativas, los misioneros son testigos de esperanza: “Queremos prestar un servicio que pueda echar sus raíces en el suelo fértil en el que viven nuestros pueblos. Nuestra unión con los habitantes de la Pan-Amazonía se enraíza en el corazón de la Trinidad, que tiene el mismo designio para todos: una vida en plenitud”.

Katee Salcedo,

Instituto Bartolomé de las Casas. Lima.

Compartir