Los nuevos cardenales de Francisco llegan de la periferia

De los 15 electores, solo uno es curial y se “olvidan” diócesis históricas

birretes cardenalicios

ANTONIO PELAYO (ROMA) | “El próximo 14 de febrero tendré la alegría de celebrar un consistorio durante el cual nombraré 15 nuevos cardenales que, provenientes de catorce naciones de todos los continentes, manifiestan el vínculo inseparable entre la Iglesia de Roma y las Iglesias particulares”. Con estas palabras, durante el ángelus del 4 de enero, el papa Francisco anunciaba el segundo consistorio de su pontificado. Serán 20 nuevos purpurados, puesto que a estos 15 electores se unen otros cinco que, por haber ya cumplido ochenta años, no podrán participar en un futuro cónclave.

La lista de los electores es sorprendente: en ella figura un solo miembro proveniente de la Curia, Dominique Mamberti, hasta hace poco secretario para las Relaciones con los Estados y hoy prefecto de la Signatura Apostólica. El resto proceden en su mayoría de la periferia geográfica de la Iglesia. Tres de ellos provienen de países –Myanmar, Cabo Verde y las islas de Tonga– que no habían tenido hasta ahora ningún puesto en el colegio cardenalicio.

Bergoglio ha querido de este modo ampliar la representatividad del colegio que elegirá a su sucesor y que en este momento está compuesto por prelados originarios de 56 países. Europa sigue siendo el continente más representado con 57 cardenales, pero el continente americano le sigue con 36, mientras África y Asia, con 15 y 14 representantes respectivamente, incrementan sus coeficientes; Oceanía está representada por tres cardenales.

Otra característica de la segunda hornada cardenalicia es el énfasis en lo pastoral. Ya no valen los títulos de diócesis tradicionalmente cardenalicias; lo demuestra que haya nombrado a los pastores de Agrigento (diócesis a la que pertenece Lampedusa) y de Ancona-Osima (que Edoardo Menichelli recorre incansable al volante de un modesto utilitario), y no a los de Turín y Venecia.

Así se explica también la elección de Alberto Suárez Inda, arzobispo de Morelia, en el estado mexicano de Michoacán, enlutado por una violencia valientemente denunciada por los obispos. Otro caso es el del agustino recoleto pamplonés José Luis Lacunza, nombrado obispo auxiliar de Ciudad de Panamá en 1985 y de David en 1999. Reside en Panamá (cuya ciudadanía obtuvo hace ya varias décadas) desde 1971. Se convierte en el primer cardenal panameño después de haber presidido su Episcopado durante dos mandatos.

De los cuatro religiosos que recibirán la púrpura, dos son salesianos; uno de ellos es el arzobispo de Montevideo, Fernando Sturla Berhouet; tiene solo 56 años y, en poco más de tres, ha pasado de ser obispo auxiliar a arzobispo de Montevideo, siendo ahora cardenal de una Iglesia que busca su propio camino en un país sometido a fuertes tensiones socio-políticas.

De los octogenarios, Luigi de Magistris (Cagliari, 1926) se encontraba confesando en una parroquia cuando se anunció su nombramiento. Ha pasado por Doctrina de la Fe, Asuntos Públicos o la Penitenciaría Apostólica. Obispo desde 1996, era frecuente encontrarse con él paseando por San Pedro con una sotana raída por el uso.

En el nº 2.924 de Vida Nueva

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